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A la manera de Dios

Foto del escritor: Marlon CoronaMarlon Corona

"Si mi pueblo, que lleva mi nombre, se humilla y ora, y me busca y abandona su mala conducta, yo lo escucharé desde el cielo, perdonaré su pecado y restauraré su tierra." (2 Crónicas 7:14)


La Palabra de Dios nos reitera continuamente que debemos vigilar y cuidar el estado de nuestro corazón y nuestra actitud.


Proverbios 4:23 declara: “Por sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque de él mana la vida”.


Así mismo, Proverbios 23:26 dice: “Dame, hijo mío, tu corazón y no pierdas de vista mis caminos”.


¿Por qué razón la Biblia hace tanto énfasis en el corazón y en la actitud? Porque el estilo de vida que vivimos emana del corazón.


Es presto que si nuestro corazón, que es nuestra mente, se encuentra lleno de negativismo, ansiedad o preocupación, llevaremos una vida negativa y opaca.


Por otro lado, si nuestra mente se encuentra llena de bendición, de gozo, paz y esperanza, es obvio que llevaremos una vida feliz y plena.


En realidad, la vida se nos presenta en la manera en la que pensamos.Un proverbio hebreo muy antiguo dice que “el corazón puede crear el cielo o el infierno”. Esto significa que el corazón es el gerente general en la empresa de la vida.


Entonces, ¿cómo puede una persona cerciorarse de que su corazón se encuentra en buena estado?


Esto es posible a través de la meditación en la Palabra de Dios y en la oración. A través de ello podemos verificar el estado de nuestro corazón.


Cuando leemos la Biblia, nos damos cuenta de cuáles son los pensamientos que agradan a Dios y cuáles no. Además, descubrimos el estilo de vida que lo alegra y cual le entristece.


Si descuidamos nuestro estudio de la Biblia, nuestra mente se empolvará con los pensamientos de este mundo y seremos arrastrados hacia una vida necia y sin sentido alguno.


Muchas veces, nuestro corazón se ve atribulado y oprimido por los problemas de la vida.


¿Por qué ocurre algo como esto? Esto se debe a que la ansiedad y la preocupación, y la desesperación y la frustración se acumulan en nuestro interior.


Así como una olla de presión, nuestro corazón comienza a hervir (si me permiten la comparación) con los problemas que nos rodean.


Cuando la temperatura de las circunstancias aumenta, nuestro corazón explota. Y es ahí cuando perdemos la paz y nos volvemos intranquilos e irritables.Todas las personas tienen alguna clase de problema. Todos llegamos a enfrentar aflicciones y penas que llenan de angustia nuestra mente.


Puede tratarse de un problema familiar, un conflicto entre esposo, carencias económicas, incluso la depresión y la tristeza, o alguna enfermedad.


Todos los días, todos nosotros enfrentamos grandes y pequeñas desilusiones que golpean nuestra vida. Sin embargo, aquellos que no buscan de Dios, se distinguen por tratar de resolver sus problemas mediante sus fuerzas y sus métodos humanistas.


Algunos ponen su esperanza en el dinero y en las posesiones materiales. Tales personas dicen: “Cuando tenga esto o aquello seré feliz”.


Otros, por su parte, deciden confiar en la suerte o en el destino. De camino al Centro de Reuniones de Ascender, se encuentra un lugar en donde se venden boletos de lotería. Uno pensaría que este es uno de lo lugares menos visitados y concurridos. Sin embargo, cuando voy a la iglesia, encuentro gente invirtiendo su dinero y su esfuerzo en estas cosas.


Por más que apuestan y gastan grandes sumas de dinero, no ganan nada. Quien confía en la suerte o en el azar, al final queda muy decepcionado.


Otras personas, luchan por resolver sus problemas a través de su propia sabiduría o experiencia, haciendo válida su intuición.


Sin embargo, todo lo anterior, frente a los problemas de la vida, viene a ser como un barquito de papel frente a una tormenta en mar abierto.


Las cosas anteriores no pueden resolver nuestros problemas ni pueden darnos soluciones para la vida.


Ni las religiones, ni la filosofía ni la psicología nos pueden ayudar. Esta es la razón por la que muchos se encuentran a la deriva en el océano de la vida, sin rumbo y si paz en el corazón, porque han puesto su confianza en cosas débiles e inciertas.


En la antigua mitología griega, había un mounstro de tres cabezas llamado “Hidra de Lerna”. Este fue uno de los peores enemigos de Hercules.


La Hidra poseía la habilidad de regenerar dos cabezas por cada una que perdía. De acuerdo con el relato mitológico, Hercules le cortó las tres cabezas pensando que de esa forma la victoria sería suya.


Sin embargo, en su lugar surgieron tres cabezas con más fuerza y furia. No solo no había derrotado a la bestia sino que esta se había vuelto más fuerte.


En la historia, Hercules repitió la misma acción durante horas hasta quedar exhausto. Se dice que la bestia llegó a tener diez mil cabezas.


En su último intento, convencido de su error en la batalla, clavó su espada en el corazón de la Hidra. En ese momento, las bestia cayó muerta y Hercules obtuvo la victoria.


Desde luego, esta es una historia no deja de ser un mito. Sin embargo, me valgo de ella para explicar que muchas personas libran sus batallas de la misma forma.


Ellos tratan de resolver sus conflictos actuando de acuerdo con el mundo, con el humanismo y con sus ambiciones egoístas. En otras palabras, enfrentan los problemas sin considerar a Dios.


Muchas personas cortan la cabeza de un problema creyendo que será el final de su angustia, solo para darse cuenta de que este se ha multiplicado y ha cobrado más fuerza.


A fin de evitar una lucha tan desgastante y tediosa, Dios provee para sus hijos una forma muy particular de resolver los problemas en la vida.


Si llegamos a conocer la forma en la que Dios nos invita a dar solución a nuestros problemas, y la ponemos en práctica, podremos ver la ayuda divina y así la paz volverá a nuestro corazón.


Cuando Dios entra en nuestra vida y nosotros le cedemos el control, un cambio se produce.


No es que los hijos de Dios no se desesperan ni se desaniman. Los cristianos también arcarán afanes y problemas cada día.


Sin embargo, la manera en la que los hijos de Dios enfrentan la vida e muy diferente.


Mientras el mundo ofrece sus ineficaces métodos y formas de resolver los problemas, los cristianos consultamos a Dios y dependemos de Él para todas las cosas.


Está escrito en la Biblia, en 2 de Crónicas 7:14:


“Si mi pueblo, que lleva mi nombre, se humilla y ora, y me busca y abandona su mala conducta, yo lo escucharé desde el cielo, perdonaré su pecado y restauraré su tierra”.


El pasaje anterior, aunque corto, nos muestra el mapa que nos guía hacia la sanidad, la felicidad y la restauración.


Todas las personas en el mundo necesitamos ser sanadas y restauradas. No solo salud física sino sanidad en todas las áreas de la vida.


Necesitamos sanidad en nuestro espíritu, sanidad en la familia, en los negocios, en la vida personal, en las relaciones, en el cuerpo y también en las emociones. Hoy más que nunca requerimos y necesitamos sanidad.


Puede que se pregunte “¿Cómo puedo recibir esta sanidad de parte de Dios? ¿Cómo puede ser sanada la tierra de mi vida y de mi corazón?”


Durante esta semana quiero pedirle que me acompañe en un estudio y reflexión sobre el pasaje de 2 Crónicas 7:14 que es el mapa a la sanidad y a la felicidad. Acompáñeme los días siguientes y descubramos la manera en la que Dios sana nuestra vida y nuestra tierra.



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