Andar en el Espíritu
- Marlon Corona
- 26 jul 2019
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 29 jul 2019
Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne (Gálatas 5:16).
La vida cristiana es una lucha constante entre la carne y el espíritu. El apóstol Pablo nos señala lo siguiente: “…” (Gálatas 5:16-17). En este pasaje, “la carne” se refiere a nuestra naturaleza pecaminosa que se evidencia y se manifiesta a través de nuestro cuerpo. Por eso, el termino “la carne” es excelente para describir cómo hay una parte en nosotros que se inclina por el pecado.
En la vida cristiana no puede estar ausente este conflicto. Todo aquel que sea un creyente genuino experimentará esta lucha interna. El apóstol Pablo, quien había recibido grandes revelaciones, que ascendió al tercer cielo (como nos lo dice 2 Corintios 12) y que escuchó palabras sublimes que los hombres no conocen, él mismo tenía una lucha interna contra el pecado: “…” (Romanos 7:21-23).
El ayuno del Señor tiene como propósito buscar la ayuda el Espíritu Santo para vencer y doblegar a la carne. Cuando ayunamos debidamente, nuestra carne empieza a ser doblegada, nuestro espíritu se humilla ante el Señor y entonces comenzamos a experimentar una vida abundante y una paz profunda. Romanos 8:6 dice: “…”.
Por lo tanto, el ayuno es importante en la vida cristiana y debe ser una práctica habitual para nosotros. De hecho, es parte fundamental del cristianismo, pues el Señor enseñó sobre el ayuno a la par de la oración y la caridad.
El apóstol Pablo nos da la clave para vencer sobre la carne: “Andad en el Espíritu”. La palabra “Andar” es sumamente importante en este pasaje. Desde luego, tiene mucho que ver con nuestro caminar diario con el Señor. Sin embargo, sus implicaciones son más profundas.
Primero, se refiere a nuestros pensamientos e ideas que dejamos que se aniden en nosotros. La Biblia enseña explícitamente que una persona vive por lo que piensa. En Proverbios 23:7 dice: “Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él”. Esto significa que así como uno piensa es exactamente como uno vive.
Andar en el Espíritu, por lo tanto, significa tener una mente centrada hacia Dios. Y esto solo es posible cuando la Biblia se instala en nuestro corazón. Solo la Palabra de Dios tiene ese poder transformador que necesitamos.
Segundo, andar en el Espíritu se refiere a vivir en la fe. Una persona de fe es diferente de la persona que no cree en las promesas de Dios. El hombre de fe vive confiado y le sonríe al porvenir, mientras que el hombre que no confía en Dios vaga solo por la vida. El Salmo 91:14-15 dice: “…”.
Andar en el Espíritu significa vivir aferrado a las promesas de Dios escritas en su Palabra. Es saber que Dios cumple lo que dice en la vida de sus amados.
Tercero, andar en el Espíritu significa hablar un nuevo lenguaje. Es imposible que una persona espiritual hable palabras sucias y corrompidas. Los hijos de Dios, para vivir una vida en el Espíritu deben confesar: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”, “A los que aman a Dios todo les ayuda para bien”, “Jehová es mi Pastor, nada me faltará”. Ese es el lenguaje que debemos hablar.
Cuando una persona no cambia sus palabras sino que sigue repitiendo que es un fracaso, un pobre, un desdichado, entonces, mañana tendrá más de lo mismo. No solo eso, cada día empeorará más y más. Santiago dijo que así como hay un timón en un gran barco que lo dirige y como un caballo tiene un freno entre los dientes, de la misma el hombre dirige su vida con su lengua.
Un día, un anciano salió a caminar llevando consigo a sus dos mascotas. En la mano izquierda llevaba con una cadena a un Pitbull grande, de color negro. En la mano derecha llevaba un Rottweiler también muy grande y fuerte, de color negro. Un joven se acercó a preguntarle: “Si ambos perros pelearan, ¿quién de los dos ganaría?” El anciano le respondió al joven: “Al que más comida le dé”.
En la vida cristiana sucede algo similar. La oposición entre nuestro espíritu, es decir lo que en nosotros está santificado, y nuestra carne, que es nuestra naturaleza pecaminosa se enfrentan de continuo. ¿Quién gana? No es cierto que gana la carne porque es más fuerte que el espíritu. No. Gana el que mejor alimentado este. A propósito, ¿a quién está alimentando este del día de hoy?
Como ya he dicho en repetidas ocasiones durante esta semana, el centro del ayuno es humillarnos delante de Dios, arrepentirnos y buscar su rostro. El profeta Joel dijo: “…” (Joel 2:12-14). Algunas personas me han preguntado qué caso tiene ayunar y dejar de comer, sea total o parcialmente, si a final de cuentas lo importante es la actitud del corazón y el espíritu quebrantado.
En el ayuno, uno deja de comer, de hacer ciertas actividades, se priva a sí mismo, con la finalidad de recordarle al cuerpo que él no tiene el control. Háganlo a menudo. De pronto dejen de comer lo habitual, dejen de hacer lo habitual. Recuérdenle al cuerpo que quien sojuzga en ustedes es el Espíritu Santo.
Haga esta oración conmigo.
Padre celestial, gracias porque esta semana nos permites llevar a cabo este ayuno. A diario luchamos contra la carne. El deseo del Espíritu se opone al deseo del a carne. Ayúdanos a tener una mente centrada en ti y que vivamos con una fe que se aferra a tus promesas. También, ayúdanos para que cambiemos nuestro lenguaje y nuestras palabras sean palabras de fe, de esperanza y de amor. En el nombre de Jesús. Amén y amén.
Si deseas recibir los audios de las Meditaciones Ascender en tu celular, envíanos un mensaje de WhatsApp con tu nombre al +5213322061834 ¡Es gratis y siempre lo será!
Gracias por esa palabra bella y de fortaleza espiritual