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Bajo la poderosa mano de Dios

Foto del escritor: Marlon CoronaMarlon Corona

Actualizado: 24 may 2019

Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo (1 Pedro 5:6).

Dejar toda situación en las manos de Dios y, como resultado, experimentar la paz celestial en lo profundo de nuestra alma, es un arte que debe ser aprendido por los hijos de Dios. Para llevar una vida feliz y plena, debemos aprender el arte olvidado de dejar todo en las manos del soberano.

A la edad de quince años, el Señor me llamó y me guió a entregarle mi vida. A partir de entonces, mi vida dio un giro de 180 godos. En ese entonces, yo sabía muy poco de la Biblia. En realidad, nunca la había leído. No conocía os mandamientos ni lo que Dios pedía de mí. Sin embargo, un día hice una oración que cambió mi vida. Me arrodillé y le dije al Señor: “No sé que es lo que vayas a pedir de mí. No conozco tu Palabra, solo sé que eres perfecto y bueno. Hoy tomo la decisión de vivir con tu Palabra y hacer todo lo que me mandes en ella. Si tú lo dice, yo lo haré”.

Ese día di un paso de fe. Decidí rendir mi vida a Dios y entregarle mi futuro. Poco a poco, mi vida se fue ajustando a la Palabra de Dios hasta que vi un cambio en mi propia persona. La depresión se fue, la amargura se fue, y Dios trajo paz a mi vida. Puedo decir que humillarme delante de Dios es la mejor decisión que una persona puede tomar.

Hoy en día, ya casi nadie usa la palabra “humillarse” de manera correcta. Muchos son los que piensan que este concepto es malo y por eso lo aborrecen. Debido a que vivimos en la era de la autoestima, en donde el hombre es como un dios y se ha vuelto prácticamente intocable, nadie piensa en someterse a alguien más, nadie quiere ceder, nadie quiere reconocer sus faltas, nadie está interesado en decir: “Estoy equivocado, tengo que cambiar”. En la cultura de “haga lo que lo hace feliz” nadie tiene tiempo para humillarse ante el Rey de reyes y Señor de señores.

Y como consecuencia, al no vivir con el concepto de ser humildes y rendirnos ante Dios, no podemos ser felices. Muchas veces no nos damos cuenta, pero somos nuestros propios enemigos. Nosotros mismos bloqueamos los rayos de luz del sol de esperanza e impedimos que las bendiciones lleguen a nuestra vida. Muchas veces somos el eclipse de la felicidad.

El concepto de humillarse delante de Dios no coincide con los estándares de vida actuales. Por eso, el concepto de rendirnos y humillarnos no puede ser digerido por los no creyentes. Yo no le sugeriría a usted que le pida a un no creyente que se humille delante de Dios. Eso sería como tratar de enterrar a alguien que no ha muerto. Tal persona hará todo, golpeará, gritará y se resistirá para no ser enterrada, porque no ha muerto.

Por eso, las palabras del apóstol Pedro están dirigidas a aquellos que ya han muerto con Cristo, aquellos que le han reconocido como Señor y han entregado el comando de su vida. Pedro habló de esto en 1 Pedro 5:6-7.

Como puede ver, existe una profunda relación entre humillarnos bajo la poderosa mano de Dios y vencer la ansiedad. El texto dice que mientras nos humillamos, consecuentemente, debemos descargar toda ansiedad en Dios. Sin embargo, ¿qué significa humillarnos delante de Dios?

Este concepto no tiene nada que ver con el desprestigio o el repudio personal. No se trata de tener una imagen pobre de nosotros mismos ni de ser pesimistas en cuanto a nuestra vida. No. En Palabras sencillas, humillarnos ante Dios significa llevar una vida de obediencia y entrega delante de Dios. Es proclamar abiertamente: “Tengo dueño. Tengo un Señor. Mi voluntad y mente están rendidas a Él”.

Es estar dispuesto a obedecer al Señor aun a pesar de lo que he aprendido, de lo que me enseñaron y de lo que he creído toda mi vida. En otras palabras, es tomar la decisión consciente y determinante, diaria y continua, de vivir y rendirlo todo bajo la autoridad de Dios. Es vivir sujetos a su Palabra y a su verdad. Eso es humillarse ante Dios.

Entregar una situación en manos de nuestro Dios no es solamente decir: “Ten, ahí están mis problemas”. No. Es decirle: “Señor, aquí está mi vida. Me entrego por completo a ti”. Pedro dijo que Dios nos exaltaría cuando fuera tiempo. ¿Qué es esa exaltación? Es la respuesta a la oración. Es la victoria sobre los enemigos. Es el milagro anhelado. Todo esto viene como resultado de la rendición a Dios.

Cuando ustedes se humillan ante Dios no lo están haciendo delante de un Dios débil, escaso o insuficiente. Se están humillando bajo una mano poderosa. No hay otro brazo más fuerte que el de Dios. No están frente a una imagen, a una estatua o un ídolo. Ustedes están ante el Omnipotente y Vencedor.

Los quiero invitar para que el día de hoy tomen la decisión de entregar sus vidas a Cristo, de examinarse a sí mismos y someter todas las áreas de su vida al Señor. Esta es la decisión que transforma la vida y que trae grandes respuestas de parte del Señor. Y lo que es mejor, Dios ama y está buscando a tales personas. Humillemonos bajo la poderosa mano de Dios.

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