"Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados."(Romanos 8:28)
Una leyenda oriental muy antigua, cuenta la historia de dos hombres que propusieron escalar el monte Fuji, el cual es el monte más alto de todo Japón. Sin embargo, al pie de la montaña, había una piedra que tenía tallada una inscripción. Decía lo siguiente: “Nadie ha podido escalar este monte”.
El primer hombre, al llegar frente a la roca y leer la inscripción, se desanimó, se dio la media vuelta y se fue diciendo: “Es obvio, nadie puede escalar este monte”. El segundo hombre, cuando llegó a donde estaba la roca, leyó la inscripción que decía: “Nadie ha podido escalar este monte”, y pensó: “Es obvio, yo puedo ser el primero en escalar este monte”. Entusiasmado, siguió su instinto y llegó a la cima.
Los orientales cuentan esta leyenda para mostrar que la manera en la que uno interpreta las señales que aparecen en su vida, esa manera de percibir las cosas, es lo que realmente moldea la vida.
Una persona puede vivir un fracaso, una derrota o ser herido, pero a final de cuentas es uno el que decido cómo ha de ver las cosas. Muchos, ante un problema, interpretan la situación diciendo como el primer hombre: “Es obvio, soy un fracaso, yo nunca podré lograr nada”.
Sin embargo, hay un segundo tipo de personas: las personas de fe. Cuando aparece un problema en su camino, ellas dicen: “Es obvio, esta es una prueba. Yo puedo resolverla y puedo aprender una gran lección”. La diferencia de mentalidad es lo que hace la diferencia en la vida.
¿Cómo está usted interpretando los problemas, heridas, fracasos, que aparecen en su camino? ¿A caso es usted como el primer hombre, que dice que todo es imposible y que no hay futuro? ¿O es usted una persona que tiene fe en el Dios bueno y dice: “Esto obra para bien”? Creo que estas son preguntas muy serias y muy importantes en nuestra vida.
La manera en la que los cristianos deben interpretar el fracaso, una situación amarga o una herida, es la siguiente: Todo obra para bien. Los cristianos no tenemos ninguna razón para pensar que el sufrimiento es un fin en sí mismo o que el fracaso es el fin de la historia. Todo lo contrario, el sufrimiento tiene un propósito más adelante. La adversidad nos forja, la adversidad nos prepara.
Romanos 8:28 dice: “…”. En el pasado, invertía mucho tiempo pensando e indagando en el origen de mis problemas. Me la pasaba preguntándome: “¿Esta situación proviene del diablo? Este problema, ¿no será el ataque de otros cristianos? ¿Es acaso una dificultad que yo mismo he provocado?” Y estaba ansioso todo el tiempo. Siempre intranquilo, siempre desesperado.
Sin embargo, entre más camino con el Señor y más crezco en la fe, más me parece entender que la fuente de los problemas no tiene ninguna importancia. Lo que menos importa es si el diablo lo provocó, o si fue causado por terceros o si incluso uno mismo es el culpable.
Yo estaba muy equivocado en cuanto a la manera en la que interpretaba lo que me sucedía. Pensaba que el origen del problema era lo que determinaba mi futuro y que eso era lo que hacía que una circunstancia fuera buena o mala. No obstante, un día leí algo que impactó mi vida.
Después de que José fuera vendido por sus hermanos, y Dios, no solo le preservara la vida sino que le diera honra y autoridad en Egipto, Dios envió un hambre a toda la tierra que obligó a sus hermanos, quienes lo habían vendido, a venir a Egipto y encontrarse con él.
Después de todo ese drama que vivió José, él dijo unas palabras que cambiaron la manera en la que interpretaba los problemas en mi vida. En Génesis 50:20 dice así: “…”. La traducción de LBLA dice de la siguiente manera: “Vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios lo tornó en bien para que sucediera como vemos hoy, y se preservara la vida de mucha gente”.
Lo importante en este pasaje no es lo que le hicieron a José, ni quien se lo hizo. La palabra que aparece a la mitad, ese “pero” anula todo lo anterior. Es como si José dijera: “Es verdad, sufrí, se pensó el mal contra mí. Pero eso no es importante. Lo que importa es que Dios se valió de eso”. Es como si le dijera a sus hermanos: “Todo fue transformado para bien por la gracia de Dios, para que pudiera suceder lo que vemos”.
Para José lo importante no es lo que hicieron contra él, sino lo que Dios hizo por él. Lo que realmente importa en la vida es que Dios se valdrá de ello de todas maneras. Dios tiene el poder de usar cualquier circunstancia y encaminarla para que todo obre para bien.
Romanos 8:28 dice: “Sabemos”. Esta palabra es “Seguridad, convicción, certeza”. No es una hipótesis ni una teoría, es una seguridad. Como cristianos, debemos tener esa seguridad.
“Los que aman a Dios” son los redimidos de Dios. Calvino solía decir que un hombre no puede amar a Dios sin que primero ese hombre haya sido amado por Dios. Después, Romanos 8:28 añade: “Todas las cosas les ayudan a bien”. Esto es “todas las cosas”. Absolutamente todas. Otra manera de decir que Dios nos ha amado es decir que hemos sido elegidos por Dios.
No somos nosotros los que escogemos a Dios. Es Él el que nos escoge. Es Dios quien nos llama y nos da un propósito. ¿Por qué no miramos a través de los ojos de la fe y creemos que en realidad Dios se encarga y Dios encamina todo para nuestro bien final?
Haga esta oración conmigo.
Soberanos Señor, del cielo y de la tierra, Tú diriges nuestras vidas aún en medio del fracaso, de la derrota, en medio del dolor y el quebranto. Tú eres el Dios que todo lo encamina a bien.
Verdaderamente, no tenemos ninguna razón para dudar de tu gracia. Sino que tenemos todas las evidencias en tu Palabra de que en verdad Tú lo encaminas todo para bien, a los que te aman. Vemos que a tu siervo José lo guiaste en medio del sufrimiento. Sin embargo, tornaste el mal en un bien para traer salvación a muchas personas.
A Job, lo guiaste en medio de la aflicción y la enfermedad, y al final te revelaste a su vida de una forma muy especial. Y tenemos la muestra más grande de que todo obra para bien al mirar la cruz del calvario. Esa muerte nos trajo vida, luz, restauración y sanidad. Tenemos esperanza en ti. Gracias te damos. En el nombre de Jesús. Amén y amén.
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