Un buen joyero tiene la habilidad de diferenciar entre un buen diamante y uno de baja calidad. Entre uno falso y uno verdadero. Como hijos de Dios debemos tener el discernimiento para distinguir entre lo que es importante en la vida y lo que requiere nuestra atención y devoción, de aquellas cosas que son de menor importancia.
De la misma forma que el joyero, los cristianos, a través de la Palabra de Dios, que es la Biblia, debemos saber reconocer lo que es verdaderamente valioso y lo que es verdaderamente importante.
Hoy en día, las personas suelen valorar el estatus social, las posesiones materiales, la fama, el poder y el dinero. Pero eso es un juicio errado. Dios le da un alto valor a las virtudes cristianas por encima de todo lo demás. Y una de las más preciosas virtudes, que brilla mucho más que un diamante, es la paciencia.
La vida cristiana es como una carrera. Todos aquellos que han creído en Cristo en este momento se encuentran corriendo la carrera de la fe. Y uno de los elementos más importantes en esta carrera, del cual no podemos prescindir, es la paciencia.
Sin embargo, ¿qué es la paciencia en la Biblia? ¿Significa solamente sentarme a esperar? En la Biblia, la paciencia comienza porque uno tiene una esperanza. Es decir que para ser paciente primero uno tiene que abrigar la esperanza de Dios en su corazón. El salmista dijo: “Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová en la tierra de los vivientes” (Salmo 27:13).
También, en la Biblia, la paciencia es sinónimo de perseverancia e insistencia. Esto significa que al tropezar o caer en la carrera de la fe, en lugar de frustrarnos y abandonar, busquemos la gracia de Dios, nos arrepintamos de nuestros pecados y nos levantemos.
Un atleta muy famoso dijo: “El fracaso en muchas ocasiones es algo autoimpuesto. Yo entrenaba 4 años para correr 9 segundos. Hay personas que por no ver resultados en dos meses se rinden y lo dejan. A veces el fracaso se lo busca uno mismo”.
Los hijos de Dios debemos correr con paciencia la carrera de la fe. Esto significa tener en claro nuestra esperanza y saber levantarnos a pesar de las caídas.
Amén Amén