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Crecer a través de la disciplina

Foto del escritor: Marlon CoronaMarlon Corona

Porque Jehová al que ama castiga, Como el padre al hijo a quién quiere. (Proverbios 3:12)


El Dios de la Biblia es un Dios que ama profundamente a su pueblo. Esto es algo de lo que nunca debemos dudar. Es tal el amor de Dios, que Él nos cuida de todo mal y peligro en esta vida. De hecho, Dios nos ama de tal forma que nos cuida del enemigo, del pecado y del mundo.

Asimismo, por el amor que nos tiene, debe cuidarnos de nosotros mismos. Cuando vamos por un mal camino o nos volvemos obstinados, cayendo en la apatía y teniendo una equivocada fe en nosotros mismos, el Dios de amor interviene, nos disciplina y nos quebranta con la finalidad de salvarnos. De modo que la disciplina, lejos de ser un acto despiadado, es un acto de amor y misericordia de Dios.


La disciplina, una muestra del amor de Dios


La Biblia dice en Proverbios 3:11 lo siguiente: “No menosprecies, hijo mío, el castigo de Jehová, Ni te fatigues de su corrección”, y añade en el versículo 12 “Porque Jehová al que ama castiga, Como el padre al hijo a quien quiere”.


El escritor del libro de Proverbios, el cual es un libro de sabiduría para la vida, nos dice que cuando la disciplina de Dios viene sobre nuestra vida, en lugar de quejarnos o murmurar, debemos aceptarla como una muestra del amor del Padre.

Este pasaje nos dice que así como los buenos padres disciplinan a sus hijos por amor, de la misma manera, Dios nos disciplina porque nos ama.


Cuando la gente lleva una vida cómoda y poco a poco cae en la frialdad espiritual, muchas veces llega a decir para sus adentros: “Seguiré mi propio corazón y llevaré a cabo mis propios planes”.

Después, la gente suele construir una torre de Babel, con el orgullo y el egoísmo. En pocas palabras, por causa de su ego y apatía deja de considerar a Dios.


Sin embargo, al igual que en el relato de Génesis 11 sobre la torre de Babel, debemos recordar que Dios destruye esta clase de construcciones egoístas.

Debemos cuidarnos de no caer en la frialdad espiritual, la obstinación, el egoísmo y la apatía. Estos son caminos por los cuales no debemos andar. Debido a que somos hijos de Dios, siempre que nos encontremos andando por cualquiera de estas sendas, el Señor nos quebrantará con amor y nos hará volver a su camino. Esto es así porque el Dios de la Biblia es un Dios que disciplina con amor.


Permítame relatarle una triste historia personal. A finales del 2016, en el mes de noviembre para ser específicos, en la iglesia estábamos experimentando un crecimiento en muchas áreas. Más personas estaban asistiendo a la iglesia y, naturalmente, mis responsabilidades como pastor comenzaron a aumentar.

Lentamente, casi sin darme cuenta, comencé a caer en una rutina muerta y sin sentido. No digo que la rutina sea mala. La rutina es algo bueno cuando uno tiene un propósito y una meta. Por ejemplo, una persona que sigue rígidamente una rutina de ejercicio, pronto comenzará a ver los resultados de esa disciplina.


Sin embargo, yo empecé a caer en una rutina sin sentido. De pronto, mis oraciones eran más cortas, mi estudio bíblico era superficial y, por la demanda de mis actividades, descuidé mi vida devocional. El trabajo ministerial comenzó a superar mi devoción y mi relación con el Señor.

Desde luego, yo pensé que eso estaba bien. Pero fue ahí cuando probé la copa amarga del quebranto y la disciplina.


Ya me estaba sintiendo muy seguro en el ministerio cuando, secretamente en mi corazón, pensamientos de orgullo, autosuficiencia y arrogancia comenzaron a brotar. No obstante, yo tengo un Padre Eterno que me ama y cuida tiernamente de mí. Esta fue la razón por la cual Él me quebrantó y me disciplinó.


El 6 de noviembre, justo cuando la iglesia se estaba expandiendo y estábamos experimentando una gracia abundante en muchos aspectos, sufrí un accidente. Un perro me mordió el rostro y me destrozó el labio superior y parte del labio inferior. Mi rostro quedó desfigurado.

De un momento para otro, mis planes se vieron interrumpidos y frustrados. Literalmente, el Señor me cerró la boca pues, durante todo un mes no pude hablar debido a la cirugía, tuve que comer a través de una pajilla, y me fue imposible continuar con mi trabajo pastoral.


Algunos podrían decir: “Pero, pastor, ¿no estaba sirviendo usted a Dios? ¿Por qué el Señor le envió algo así?” Yo les respondería: “Porque Él me ama y me estaba librando de una destrucción mayor”. Si Dios no me amara, Él me hubiera dejado seguir en la misma condición y yo me hubiera autodestruído. Sin embargo, mi Padre me ama, me disciplinó con firmeza, me humilló, pero a su vez me salvó.


Alguna vez se ha preguntado, ¿por qué mis planes fracasan y se destruyen? O ¿por qué las cosas no resultan como yo esperaba? La respuesta es que el Dios de amor destruye nuestros planes, cuando nuestros planes están por destruirnos a nosotros.


Durante ese mes, el Señor me hizo ver mi error. Yo tenía que estar en cama, reposando y sin poder siquiera decir una sola palabra. Fue ahí cuando el Señor me habló: “Hijo, no hagas del pastorado tu mayor prioridad. Conocerme, adorarme y vivir con devoción debe ser tu mayor prioridad. Sí, debes servirme, pero ministrarme a mí debe ser primero que ministrar a la iglesia”.

Honestamente, yo sentía que la iglesia colapsaría sin mí. Pensaba que nada funcionaría y que la gente dejaría de asistir porque “el gran pastor” Marlon Corona no predicaría el domingo. Pero Dios destruyó mi torre de Babel.


Para mi sorpresa, la iglesia creció aún más y el Señor me dejó ver que Él es el verdadero Pastor de la iglesia y yo apenas soy un colaborador suyo. Esa es una de las lecciones más importantes que he aprendido en toda mi vida.

¿Sabe usted por qué razón nos disciplina el Señor, haciéndonos beber la amarga copa del quebranto? Precisamente para tratar con nuestro orgullo, nuestra obstinación y nuestra autosuficiencia.


Recuerde lo que dice la Escritura: “Porque Jehová al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere” (Proverbios 3:12). Tendemos a asociar la disciplina con la falta de amor. Pero para Dios, la disciplina es una gran muestra de su amor.


En cierta ocasión, un hombre le preguntó a Martín Lutero: “¿Por qué sufrimos? ¿Por qué Dios nos lleva al quebranto, en ocasiones?” A lo que Lutero respondió: “Porque Dios nos está reformando. Es porque Dios nos está puliendo y disciplinando para nuestro bien”.


Hay personas que solo buscan al Señor cuando están en medio de una crisis y están desesperadas. Nuestro amoroso Padre, nos deja entrar en el valle del quebranto para deshacer nuestro orgullo y nuestros planes egoístas.

A través de esto, nos hace confiar solamente en su guía y en su poder no solo para que no nos destruyamos a nosotros mismos sino para que alcancemos la victoria y lleguemos triunfantes al cielo.


El Señor está enteramente comprometido con nuestro crecimiento espiritual. En ocasiones, para llevarnos a un verdadero crecimiento interno, Él rompe nuestro egoísmo y nuestro orgullo y nos libra de una destrucción mayor.


La persona que no ha sido quebrantada no es útil para los propósitos de Dios. Por lo tanto, cada siervo que el Señor levanta y usa, tiene que pasar por el valle del quebranto y por el desierto. Confiemos en el Padre amoroso y nos nos cansemos de su disciplina. Él nos está reformando,

puliendo y perfeccionando para que podamos ser siervos útiles en sus manos.



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