Crecimiento interno
- Marlon Corona
- 9 dic 2019
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 10 dic 2019
"El justo florecerá como la palmera; Crecerá como cedro en el Líbano" (Salmo 92:12)
La vida cristiana se caracteriza por ser una bella experiencia de crecimiento espiritual interno con Dios. Es decir, mientras caminamos con el Señor, vamos aprendiendo importantes lecciones de vida, crecemos y adquirimos experiencia.
Lo más natural es que, al estar cerca de Dios, florezcamos y lleguemos dar un fruto abundante y de bendición para otros. De hecho, la voluntad de Dios para nuestra vida es el crecimiento interno.
Florecer en medio de los escombros
En mis primeros días de vida cristiana, solía sentarme en la sala de mi casa para tener momentos de devoción y adoración a Dios cada mañana.
En aquellos días como nuevo creyente, desde mi asiento, podía mirar a través de la ventana, un árbol que había afuera de casa. Durante el otoño, aquel árbol se quedaba sin hojas y parecía perder su su energía. Sin embargo, después del frío invierno, recuperaba su vitalidad y su verdor y nuevamente se llenaba de hojas.
Recuerdo que una mañana de primavera después de mi tiempo habitual de oración, descubrí junto al árbol unas pequeñas flores azules que recién habían brotado. Aquellas florecitas me parecieron un bello regalo de Dios que deleitaba mis ojos y adornaban aquel lugar.
Mientras las admiraba, me puse a pensar en todas las flores que nacen y crecen en lugares donde nadie las ve ni tiene la oportunidad de apreciarlas. Flores que crecen en el campo, entre los escombros e incluso entre la basura.
Muchas de esas flores crecen y mueren pasando desapercibidas. Levantan sus pétalos hacia el cielo, alaban a Dios silenciosamente y benefician a otros seres vivos como las abejas y las mariposas.
El mundo es un lugar hermoso solo por la presencia de esas pequeñas flores, incluso si no hay personas que puedan mirarlas.
Nuestra vida cristiana puede ser como esas flores. Podemos llegar a pensar que somos diminutos y aparentemente insignificantes, sin embargo somos importantes en el gran plan de Dios.
Podemos sentir que lo que hacemos no tiene mucho valor. No obstante, una vida cristiana humilde, que busca el rostro de Dios con una fe sencilla y sincera, agrega mucha belleza en medio de este mundo sombrío.
Usted y yo podemos ser como aquella flor que crece en medio de los escombros. Podemos ser de bendición para otros cuando compartimos un consejo amable, una oración o compartimos la pesada carga que nuestro vecino lleva.
Nuestra vida cristiana puede llegar a tener un gran impacto en la vida de otros, si tan solo nos ponemos en las manos de Dios y con humildad buscamos hacer su voluntad.
Como hijos de Dios, debemos tener presente que Él desea llevarnos al crecimiento y a la madurez. La voluntad de Dios es que sus hijos crezcan y se desarrollen interna y espiritualmente. De hecho, lo más natural es que, mientras caminamos con Dios diariamente, vayamos floreciendo y desarrollándonos.
Por eso, el Salmo 92:12-13 dice lo siguiente: “12 El justo florecerá como la palmera; Crecerá como cedro en el Líbano. 13 Plantados en la casa de Jehová, En los atrios de nuestro Dios florecerán”.
Los hijos de Dios deben crecer hasta llegar a tener la resistencia de las palmeras. Cuando un huracán azota contra algún lugar, es capaz de arrastrar todo a su paso. Sin embargo, algo que el huracán no puede arrancar ni romper son las palmeras. Estas solo se inclinan y se sacuden, pero difícilmente se rompen.
Así mismo, cuando caminamos con el Señor mediante la oración y la meditación de Su Palabra, Dios nos otorga la bendición de la resistencia. De pronto, comenzamos a notar que las circunstancias, si bien son desafiantes, no nos quebrantan interiormente porque el Señor es nuestro apoyo y ayuda.
Comenzamos a ser resistentes a al afán y a la ansiedad. Resistimos ofensas, críticas y desprecios por caminar con Dios.
También, los hijos de Dios deben crecer como los cedros. En los tiempos bíblicos, uno de los materiales más codiciables era la madera de cedro. Lo que hacía especial este material era su rigidez y su firmeza. El rey Salomón, incluso mandó traer este tipo de madera para construir el templo de Dios.
Crecer como cedros en nuestra vida espiritual tiene que ver con la fortaleza y estabilidad que el Señor nos regala.
Por mucho tiempo, yo fui una persona muy depresiva, negativa y frustrada, que me sentía herido por la vida y por las circunstancias que me tocaron vivir.
No obstante, cuando conocí a Cristo de manera personal y comencé a caminar con Dios, mi depresión se disipó como la niebla, mi negativismo fue sustituido por optimismo y mi frustración fue reemplazada por esperanza.
Hoy en día soy pastor y mi meta principal es ayudar a las personas a tener un encuentro con Dios, quien puede ayudarles a superar la depresión, la ansiedad y la frustración por medio de Cristo.
El Salmo 37:39 declara lo siguiente: “La salvación de los justos es de Jehová, Y él es su fortaleza en el tiempo de la angustia”.
Cuando caminamos con el Señor, nos rendimos ante Él y le servimos con un corazón alegre, Él nos da la bendición de la firmeza y la estabilidad, tanto mental, como emocional y espiritual.
Llegamos a superar nuestros más grandes temores, somos liberados de la depresión, la prisión de la amargura se abre para dar paso a la libertad y las cadenas de la culpa y la ansiedad se rompen.
Este crecimiento espiritual interno que nos brinda resistencia y fortaleza, solo puede tener lugar si estamos plantados en la casa de Jehová, como lo dice el Salmo 92:13.
En otras palabras, la persona que anhela esta clase de bendiciones en su vida tiene que venir ante el Señor Jesús y postrarse ante Él diciendo: “Señor, no tengo a quién acudir. Hoy vengo a rendirme ante ti, con mis manos levantadas”. Eso significa estar plantado en la casa de Dios.
Cuando adoptamos esta actitud en nuestra vida cristiana, el crecimiento interno podrá tener lugar.
Hoy en día, muchas personas están deprimidas, frustradas y cansadas. Esto se debe a que están luchando en sus propias fuerzas. Tales personas son como quien es arrastrado por la marea y lucha con todas sus fuerzas por salir del agua. Sin embargo, por más que se esfuerza no logra salir. Al final, sus fuerzas se agotan.
¿Por qué no viene ante Cristo el día de hoy y se rinde ante Él? Solamente Él puede ayudarle a vencer las adversidades de la vida. Permita que Cristo le haga crecer como la palmera y le otorgue la firmeza de un cedro.
Por regla general, la vida cristiana viene acompañada de crecimiento espiritual. Aquel que camina con Dios, indudablemente crecerá y madurará en la fe. Dios le dará le bendición de resistir las más grandes presiones de la vida y le otorgará la bendición de la fortaleza. Dios nos invita a crecer en Él a partir de ahora.
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