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Cuidando el corazón con la Palabra

Foto del escritor: Marlon CoronaMarlon Corona

Salmo 119:97

¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación




El ambiente de nuestro corazón nos acompaña a todas partes. Lo que hay en nuestro interior no puede dejar de manifestarse en nuestro ambiente y entorno. Por lo tanto, si en nosotros hay conflicto, culpa, ira, insatisfacción, eso mismo brotará de nuestro interior y afectará nuestras circunstancias.


Sin embargo, si en nuestro interior reina la paz, la armonía, el gozo y el contentamiento, a dondequiera que vayamos, estas virtudes irán con nosotros y transformarán nuestro medio.


Proverbios 4:23 dice así: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida”. Este pasaje nos enseña que debemos cuidar y atender nuestro interior con sumo cuidado. El texto nos habla de manera personal, de modo que este tema es una cuestión individual. Nadie puede cuidar mi corazón por mí. Si no lo hago yo, nadie más lo hará.


“Guardar el corazón” significa “cuidar la mente, observar lo que pensamos y asegurarnos que lo que allí se encuentra es limpio y piadoso”. Debemos ser personas que cuidan su interior. Lo que pensamos, lo que sentimos y lo que nos permitimos en en el interior es trascendental.


Ahora bien, el proverbista nos dice que cuidemos nuestro corazón, que es nuestra mente, y nos advierte que “de él mana la vida” lo cual es una expresión para referirse a que de allí fluye el estilo de vida y la manera de ver las cosas.


Por ejemplo, cuando una persona tiene un problema, una situación que lo supera, si su corazón está confiado y seguro, rebosante de paz, tal persona superará aquella condición y se convertirá en un vencedor.


Por otro lado, si la persona que enfrenta la adversidad es pesimista, derrotista y quejumbrosa en su corazón, sintiendo frustración y amargura, lo que botará de ella es eso mismo. En lugar de salir adelante y tener esperanza, tal persona mirará a su alrededor y dirá que no hay una solución para su situación.


Recuerde que los problemas no nos cambian, solo nos revelan tal y como somos. Nada pone en evidencia el corazón de una persona como la aflicción y la dificultad. Es en los problemas en donde se muestra lo que hay en nuestro interior.


Algo como esto fue lo que sucedió con diez de los doce espías que reconocieron la tierra prometida. En lugar de ver las cosas con esperanza, dijeron cosas negativas, como “No podemos” o “moriremos”. Sin embargo, Josué y Caleb quienes eran creyentes y estaban seguros de la bondad de Dios, salieron de entre la multitud y dijeron al pueblo: “Dios está con nosotros, la victoria es nuestra”.


En palabras más sencillas, lo que llevamos en el interior determina la vida que vamos a vivir. Esto es algo de suma importancia.


Muchas personas piensan que no tienen opción, que están condenados a vivir desesperanzados y que están atados de manos y pies. Pero eso no es verdad. Dios nos ha concedido la capacidad de cuidar nuestro corazón. Francamente, el cuidado de nuestro interior es una decisión personal.


Aunque usted esté viviendo situaciones difíciles y problemas que parecen insuperables, todavía puede elegir cuál será su actitud y cuáles serán los pensamientos que se permitirá tener. A final de cuentas, esto terminará definiendo la clase de vida que va a vivir y dará forma a su porvenir.


Si usted quiere ser una persona que cuida su corazón y cultiva en él la paz y el gozo, primero tiene que dejar que la Palabra de Dios llene su mente y cautive sus pensamientos. Esto solo es posible a través de la meditación y la oración.


El Salmo 119:97 dice así: “¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación”. Para el salmista, la meditación de la Palabra de Dios era una prioridad y la fuerza del día a día. Por eso, desde la mañana hasta la noche, no dejaba de alimentarse de ella. Así tenía las fuerzas para vivir.


Cuando nosotros comenzamos a meditar la Palabra, ella misma nos limpia y purifica nuestros corazones. Entonces, comienzan a brotar de nuestro interior aquella paz y ese gozo que distingue a la fe de los hijos de Dios.


El día de hoy haga un esfuerzo por meditar en la Palabra. Abra su Biblia y léala con cuidado. Después, memorice un pasaje y manténgalo cerca de su corazón. También, haga oración y encomiende todo a Dios. Además, cuando se preste la oportunidad, hable de la Palabra con alguien sus familiares, amigos, vecinos y compañeros de trabajo. Comparta lo mismo que usted haya recibido.


A medida que usted permita que la Palabra lo llene y lo transforme, su vida se verá impactada por la esperanza y la fe. De este modo, usted podrá hacerle frente a lo que sea que le sobrevenga en la vida. Aunque se encuentre en la noche más oscura, la fuerza de la Palabra de Dios le hará salir adelante.



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