Descúbrase lo seco

Dijo también Dios: Júntense las aguas que están debajo de los cielos en un lugar, y descúbrase lo seco. Y fue así (Génesis 1:9).

Cuando nos sometemos a Dios y vivimos una vida centrada en Él, una clara distinción se produce en nosotros en cuanto al comportamiento, a la manera de conducirnos y también en cuanto al trato con los demás.

La creación de Dios en nosotros tiene lugar de manera progresiva, y cundo entramos en esta etapa, el Espíritu Santo obra en nuestra vida y nuestra conducta comienza a cambiar.

Así como la tierra fue separada del agua y surgieron árboles de todo tipo, todo comienza a organizarse en nuestras vidas.

El bien y el mal son discernidos con claridad, la justicia y la injusticia son diferenciadas, y nuestra mente y corazón comienzan a recibir orden. Se hace una diferencia entre los lugares a los que debemos ir y a los que no debemos ir. Entre las palabras que debemos pronunciar y las que no deben nunca estar en nuestra boca. Nuestro entorno comienza por el poder de Dios a organizarse.

A lo largo de la historia se evidencia que sí un individuo, una familia e incluso una nación viven una vida pervertida y corrupta, con el tiempo perecen. Hasta el gran imperio Romano que gobernó el mundo e impuso la PAX ROMANA se derrumbó cuando el pueblo persiguió sólo los placeres, y la moralidad se corrompió.

Así también, cuando no hay una clara distinción entre lo bueno y lo malo, entró lo Justo y lo injusto, un hombre, una mujer, o una familia o un país, se auto destruyen.

La creación de Dios en nosotros, en su tercera etapa, marca una diferencia de vida en comparación con aquellos que no creen en Dios.