Siempre me ha parecido fascinante la labor de un doctor. Cuando uno tiene algún malestar físico, una enfermedad, una fractura, los doctores escuchan atentamente los síntomas, después analizan la situación y ofrecen un medicamento para resolver el problema. Entonces, la salud mejora y la persona vuelve a estar bien. El trabajo de un médico es resolver los problemas físicos de las personas.
De una manera muy similar, he comprendido que mi misión como pastor es la de ayudar a todos lo quebrantados de corazón, a aquellos que han perdido los ánimos de vivir y se encuentran sumidos en la desesperación, a los que quieren darle una nueva dimensión a su fe. Por eso, todas mis predicaciones tienen el propósito de ayudar a sanar la vida y la mente. Mi propósito es predicar como alguien que extiende la mano a aquel que ha caído y se siente deprimido. Es predicar como aquel que ofrece un medicamento, no para el cuerpo, sino para el alma.
Permítanme ser honesto con ustedes. No estoy interesado en predicar para impresionar a las personas, no me siento contento predicando un mensaje que, por más innovador que parezca, no ayuda a la gente a superar las grandes y pequeñas desilusiones de la vida. Puedo decir que Dios me ha encargado predicar el evangelio de Jesucristo, el cual es el único mensaje en toda la historia que puede sanar al hombre, su mente y su vida.
Esta semana, le he preguntado al Señor: “Padre, ¿qué debo predicar a tu pueblo, a las personas que van a escuchar este mensaje al rededor del mundo?” Sé que la persona que vive en Suiza, la que está en Japón, aquél que está en Filipinas, la familia que está en Ecuador, el joven que está California, todos tenemos la misma necesidad. Todos necesitamos el mensaje de Jesucristo que brinda fe, esperanza y amor.
Por eso, estoy seguro que las meditaciones de esta semana van a ser de bendición para su vida. Dios ha puesto en mi corazón el compartir un tema central esta semana, titulado: “Reposo para el alma cansada”. Estoy seguro que, al meditar la Palabra de Dios durante los días siguientes, y orar, vamos a ser ampliamente bendecidos. Nuestras vidas serán fortalecidas, refrescadas y habrá crecimiento en todos los ámbitos.
Lo primero que quiero que pensemos esta semana es acerca del descanso para la mente y el corazón. ¿Sabía usted que el medicamento más vendido a nivel mundial es el que cura el problema de las migrañas y los dolores de cabeza? Además, ese producto es seguido por el medicamento que alivia las úlceras gástricas. Muchas personas dicen que están desesperadas, que se sienten perdidas, como en un callejón sin salida.
¿Sabe qué tienen todas estas cosas en común? Que se relacionan con la mente y con el corazón. Lo anterior solo nos deja ver que el hombre está necesitado de reposo y paz para el alma. Y si no puede encontrar un lugar de reposo su vida se descontrola y todo se vuelve un caos doloroso.
Cierto día, un matrimonio viajaba en bote por mar abierto. Casi sin que se dieran cuenta, las nubes ocultaron el sol y un fuerte viento comenzó a soplar. Entonces, el esposo puso el bote en dirección para llegar a tierra firme. No obstante, la tormenta ya había comenzado. Aunque la pequeña embarcación ya estaba de camino a la orilla, el viento no dejaba de sacudirlo todo.
En medio de todo esto, el hombre se puso en un rincón a leer la Biblia. La esposa, muy preocupada y ansiosa, le dijo a su marido: “¿Acaso no te preocupa que nos ahoguemos? Estás muy tranquilo como si nada pasara ¿por qué no tienes miedo?” El esposo sacó una daga y con ella apuntó a su mujer. Entonces le dijo: “¿Tienes miedo?” Y ella respondió: “No, eres mi esposo y sé que no me dañarías nunca”.
Enseguida, el hombre guardó la daga y con una sonrisa le dijo a su esposa: “Amada, tú no tienes miedo de la daga porque está en mi mano y sabes que te amo. Nunca te haría daño. Pero si la daga estuviera en manos de un asesino, tú temerías. Querida, esta tempestad y nuestras vidas, no están en manos de un asesino, sino en las manos de Dios. Él nos ama más de lo que yo te amo a ti y nunca nos daría algo que no podemos soportar. Entonces, ¿por qué iba a estar preocupado?”. Aquel día, regresaron sanos y salvos a la orilla.
El Salmo 116:7 dice: "Vuelve, oh alma mía, a tu reposo, porque Jehová te ha hecho bien".
Nosotros podemos descansar en Dios y alcanzar la felicidad si tan solo comprendemos que Dios es quien dirige la embarcación de nuestras vidas. No hay razón para temer, aún en la más densa tempestad, porque nuestras vidas son de Dios. Nuestra mente puede abundar de paz si tan solo nos acercamos al Señor dejando al pecado y al mundo. Por tanto, encomiende todas sus cargas al Señor en oración y súplica, para que la paz de Dios guarde nuestra mente. Ore para que su mente more en Dios, y Dios en su mente.
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