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Dios es fiel

Foto del escritor: Marlon CoronaMarlon Corona

“Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman”(Deuteronomio 7:9)


Nunca voy a olvidar el rostro de una joven que vino a mi oficina años atrás para contarme la desgracia que había vivido con el hombre con el que se iba a casar. Ella tenía algunos meses de haberse comprometido, pero descubrió que su prometido la había estado engañando.


Me es imposible olvidar sus palabras. Ella me dijo: “Después de lo que he vivido, jamás podré confiar en nadie. Al haberme fallado, mi novio rompió mi corazón y por eso perdí la fe en la gente”.


Quizá este no sea nuestro caso particular, pero todos hemos tenido la experiencia de que alguien nos falló, o incluso hemos sido nosotros los que le han fallado a alguien, a pesar de haber hecho una promesa o un compromiso.


¿Qué ocasiona la traición o la infidelidad? Desconfianza e inseguridad. Hay un dicho que dice que “después de una mentira, toda la verdad que se ha dicho se pone en tela de juicio”.


Debido a las malas experiencias que hemos tenido, a menudo nos cuesta creer en Dios que no cambia, un Dios absoluta y completamente fiel.

Sin embargo, es importante que renovemos nuestra mente y que pensemos profundamente en el Dios fiel. Al hacerlo, nuestro corazón se llenará de esperanza y fortaleza, y podremos continuar avanzando en la vida cristiana.

A diferencia de todos nosotros, Dios nunca ha faltado a su Palabra ni ha dejado de hacer aquello que ha prometido.


Deuteronomio 7:9 dice así: “Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones”.


Quien se propone conocer a Dios y caminar con Él, tiene que comenzar su jornada desde la metrópoli de la fidelidad de Dios. Cualquier cosa que lleguemos a conocer de Dios depende directamente de su fidelidad.

Ahora, la palabra que se usa en la Biblia para fidelidad es “Phistos” y significa “Estabilidad absoluta, confiabilidad, constancia y rigidez inalterable”.


Francamente hablando, la fidelidad de Dios es la base de la fe cristiana. ¿Cómo se podría confiar en un Dios infiel? ¿Cómo se podría tener una fe firme y una esperanza viva si Dios fallara o faltara a su Palabra?

Por lo tanto, podemos decir que la fidelidad de Dios es la columna en la cual se apoya nuestra fe y nuestra esperanza.


El Salmo 36:5 declara: “Jehová, hasta los cielos llega tu misericordia, y tu fidelidad alcanza hasta las nubes”. Este pasaje es hermoso y sumamente consolador. Trae esperanza a nuestra vida.

Desde luego, no se refiere a que la fidelidad llegue a los 20,000 metros de distancia entre la tierra y la atmósfera.


En los tiempos bíblicos, los hombres solo podían desplazarse por tierra o por mar, pero no por el aire. Se podía subir a una montaña pero no se podía alcanzar el cielo. Por eso, los escritores bíblicos usaban el cielo, las nubes y el firmamento como sinónimo de algo infinito e inalcanzable para el hombre.


Cuando el salmista dijo: “tu fidelidad alcanza hasta las nubes” se refería a la fidelidad que no tiene límites, que está sobre todo y que lo envuelve todo. Era otra manera de decir que la fidelidad de Dios no puede ser medida por el hombre.


Muchas personas tienen la idea de que Dios es cambiante, voluble, bipolar e inestable. Llegan a pensar que el Dios que un día los llamó, hace 10 o 20 años, hoy se ha fastidiado de ellos, de sus fracasos y se ha retractado de haberles escogido. Sin embargo, ¿Dios es así realmente? ¿Dios cambia de parecer?


Amados, los sentimientos de Dios no cambian y sus determinaciones no pueden ser alteradas. Dios es fiel. Así nos lo enseña la Biblia. Pero, así mismo, lo hemos comprobado en nuestra propia experiencia.

¿Cuándo nos ha dejado el Señor? ¿Cuándo se ha vuelto atrás a pesar de que le hemos fallado? ¡Nunca! Eso jamás ha sucedido.


Cuando confesamos que Dios es fiel estamos diciendo que Dios es absolutamente estable, absolutamente constante y absolutamente permanente. Dios no puede cambiar ni puede volverse atrás.


Es un alivio saber que la fidelidad de Dios no depende de mí, de mi desempeño o de mi proceder con Él. 2 Timoteo 2:13 dice al respecto de la fidelidad de Dios: “Si fuéremos infieles, Él permanece fiel; Él no puede negarse a sí mismo”.

Nosotros somos cambiantes, alterables y totalmente mutables. Pero Dios no es así. Recuerdo que cuando era niño mi pensamiento era que quería vivir comiendo dulces. No me gustaban las verduras (como hasta hoy) así que me tiraba en el césped, miraba al cielo con mis manos tras la nuca y decía: “Quiero comer dulces toda la vida”.

Cuando crecí, mi pensamiento cambió. No es que ahora me gusten los vegetales, pero ahora sé que no puedo vivir de dulces toda mi vida. Mi pensamiento cambió cuando crecí y mi vida también.

Dios no es como nosotros. Dios no cambia, Dios no aprende cosas nuevas, Dios no está viendo la historia como nosotros. Él es inmutable. Él permanece fiel. Y su fidelidad no está sujeta a nosotros, sino a Él mismo. Dios es fiel, no porque nosotros le seamos fieles a Él, sino porque ese es su carácter, esa es su personalidad. Así es Dios.

Esta pasaje nos dice que, a pesar de nuestra infidelidad, Dios permanece fiel. Este es uno de los golpes más fuertes que he recibido en mi vida. Que cuando le he sido infiel, cuando he tropezado y caído en el suelo de mi fracaso, Dios ha estado ahí, Dios no se ha apartado de mí ni se ha vuelto atrás. Puedo decir: “Él es fiel”.

Esto no es algo que solo yo haya experimentado. Esta es la constante en la historia de Dios. Mire las palabras de Josué: “reconoced, pues, con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma, que no ha faltado una palabra de todas las buenas palabras que Jehová vuestro Dios había dicho de vosotros; todas os han acontecido, no ha faltado ninguna de ellas” (Josué 23:14 y 21:45).

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