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Dios está sobre todo

Foto del escritor: Marlon CoronaMarlon Corona

Actualizado: 4 jun 2019

Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre (Mateo 6:9).

Una de las mayores bendiciones con las que cuentan los hijos de Dios es con la bendición de la oración. Saber que Dios nos oye y que podemos presentarle cualquier situación, desde la más pequeña hasta la más grande, desde la más sencilla hasta la más compleja, conocer esto, de verdad es un gran consuelo y motivo de ánimo.

A través de los años, los hijos de Dios han encontrado fortaleza, nuevas fuerzas, ánimo, también sabiduría, dirección para sus vidas y consuelo en Dios, por medio de la oración. He descubierto que, aquella persona que ora y aprende a desarrollar su comunión con Dios mediante la oración, tiende a ser una persona más fuerte mental y emocionalmente hablando, en comparación con una persona que no tiene este tipo de práctica.

Cierto día un niño le preguntó a su papá: –¿de qué tamaño es Dios? Entonces, al mirar al cielo, su padre vio un avión y le preguntó a su hijo: –¿de qué tamaño ves aquel avión? El niño respondió: –es pequeño, tanto que casi ni se alcanza a ver–. Entonces, el papá lo llevó al aeropuerto y al estar cerca de un avión, le volvió a preguntar: –y ahora ¿de qué tamaño dirías tú que es el avión? El niño respondió con asombro: –¡papá, es enorme!

El padre le dijo entonces: –Con Dios sucede algo muy similar. El tamaño de Dios en tu vida va a depender de la distancia a la que tú estés de él. Cuanto más cerca estés de él, mayor será él en tu vida. Debemos acercarnos a Dios en fe pues Él quiere obrar en nuestras vidas. Mientras más compañerismo tengamos con él, entonces más podrá obrar en nuestra vida.

Creo que todos necesitamos aprender a orar, y todos necesitamos orar más. Nunca es suficiente lo mucho que podamos orar. Y mucha oración nunca saldrá sobrando. Si tan solo aprendemos a orar, y oramos más y más, nuestra comunión con Dios se fortalecerá y experimentaremos una gracia abundante acompañada de grandes milagros de Dios

El Señor Jesús nos enseñó una oración modelo para que nuestras plegarias puedan ser contestadas. Se trata de “la oración del Señor”, registrada en Mateo 6:9-13. Esta oración también es conocida como El Padrenuestro. Verdaderamente, esa es una oración que todos amamos repetir. “La oración del Señor” está dividida en cinco partes. La esencia de cada parte nos llevará a orar con poder y abrirá la puerta del cielo, para revelarnos los milagros del Señor.

Es triste que hoy en día la tradición haya hecho de “la oración del Señor” algo rutinario y ritualista, una repetición sin sentido. El Señor Jesús nos enseñó que no debíamos caer en vanas repeticiones: “Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos” (Mateo 6:7). Esto significa que “la oración del Señor” no debe hacerse de manera repetitiva o mecánica. Por eso, los cristianos debemos meditar en esta oración y evitar caer en el error de la repetición sin sentido, mientras comprendemos su significado. Lo más importante es la esencia de esta oración, antes que repetirla innumerables veces.

Entonces, ¿qué significa esta oración? La primera parte dice lo siguiente: “Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre” (v. 9). Cuando oramos, debemos tener la vista puesta solo en Dios, quien está sobre todas las cosas. La expresión usada por el Señor: “Padre nuestro, que estás en los cielos” significa un profundo reconocimiento de que Dios es soberano, es inmenso y está sobre toda la creación, y controla el universo.

La humanidad fue creada para glorificar a Dios. El plan original era que nuestra vida fuera una alabanza a Dios y que con nuestra existencia adoráramos a Dios. No obstante, la condición del hombre hoy en día es muy diferente a esto. El hombre vive para. Sí mismo, busca lo terrenal y vive pensando en enriquecerse, con un corazón avaro.

La palabra “pecado” en griego es “hamartía”, y significa “la flecha que erró el blanco”. Es decir, la humanidad creada por Dios erró en la meta de vivir una vida centrada en Él, y por el contrario, vive una existencia centrada en el egoísmo.

Cuando el Señor nos enseñó a orar, dijo: “Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre” (Mateo 6:9), para señalarnos que debemos alejarnos del pecado de la arrogancia, de la soberbia y la adoración a uno mismo. Los pensamientos egoístas y la vida egoísta son como la torre de Babel, acompañada por un egoísmo y humanismo terribles. Para elevar una oración que pueda ser contestada, en primer lugar debemos destruir la torre de Babel de adoración a la humanidad.

Para tener comunión con Dios debemos renunciar al trono de nuestra vida y al deseo de querer gobernarnos a nosotros mismo, y debemos entregar el control a Dios. El Señor Jesús nos enseña que para tener compañerismo con el Creador debemos reconocerle por encima de todo. Debemos vivir una vida humilde y centrada en Él. Esta es la única manera de orar y experimentar la gracia de Dios.

El día de hoy, rindamos todo a Dios. Proclamemos que Él es nuestro Señor y Soberano. Entonces, una gracia asombrosa vendrá sobre nosotros.

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