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El cumplimiento de una promesa

Foto del escritor: Marlon CoronaMarlon Corona

Actualizado: 4 jul 2019

Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare (Hechos 2:39).

Antes de partir de esta tierra, el Señor Jesús hizo una poderosa y asombrosa promesa a todos aquellos que creen en su nombre (Juan 14:18). Él prometió no dejarnos desamparados, solos u olvidados. Y dijo “Vendré a vosotros”. Esto significa: Mi presencia estará con ustedes y en ustedes.

Esta grandiosa promesa se cumplió en Hechos 2 cuando los discípulos estaban reunidos en el aposento alto y después de orar durante 10 días, vino el Espíritu Santo como un viento fresco (Hechos 2:1-4). A partir de ese día, el Espíritu ha estado trabajando activamente en la vida de los creyentes, trayendo entendimiento, revelación, liberación y sanidad. Además, el Espíritu Santo es el que nos convence de pecado y nos guía a Cristo.

La promesa hecha por el Señor Jesucristo se cumplió en la venida del Espíritu Santo. Actualmente, Jesucristo está con nosotros en el poder del Espíritu Santo. Y por eso, precisamente por la presencia de Jesucristo a través del Espíritu Santo, el cristianismo no es una religión ritualista o formalista, sino una religión de comunión, compañerismo y cercanía con Dios.

En nuestra confesión de fe, mejor conocido como nuestro credo, decimos que Dios es Uno en esencia y Tres en persona. Con esto, queremos decir que hay un solo Dios y que este Dios único subsiste en tres personas distintas: El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Sabemos que el Padre tiene personalidad porque piensa, siente y tiene voluntad. Lo mismo es acerca de Jesús, Dios Hijo.

Sin embargo, cuando hablamos del Espíritu Santo, muchos entran en duda y dicen “¿realmente el Espíritu Santo es una persona?” A todo esto, ¿quién es el Espíritu Santo?

El Espíritu Santo es una persona, la tercera persona de la trinidad. Él no es una experiencia o una emoción. La religión de los Testigos de Jehová, dentro de otras herejías que practican, ellos afirman que el Espíritu Santo es solamente una energía que procede de Dios. Pero que no es un ser personal. Por otro lado, los sabelianos, que son la secta de los mormones, ellos enseñan que es una fuerza salida de Dios la cual no piensa sino solo actúa.

Debemos tener mucho cuidado de no llamar al Espíritu Santo un “algo” porque Él es un “alguien”, al igual que el Padre y que el Hijo. En la Biblia podemos ver claramente la personalidad del Espíritu Santo, es decir, el hecho de que Él es una persona.

1. Habla (Apocalipsis 2:7). 2. Nos ayuda (Romanos 8:26). 3. Nos guía (Juan 16:13). 4. Da ordenes y en ocasiones se nos opone (Hechos 16:6-7). 5. Fortalece a los creyentes (Hechos 9:31).

Como podemos ver, el Espíritu Santo es una persona, no un algo o un esto, sino un alguien. Y por la misma razón, debemos aprender a tener comunión con Él. Entonces, ¿cómo debemos vivir diariamente para tener comunión con el Espíritu Santo?

Hechos 2:38-39. Lo primero para tener comunión con el Espíritu Santo es llevar una vida de arrepentimiento. Una vida como tal consiste en tener presentes aquellas cosas que no son gratas a los ojos de Dios y evitarlas decididamente. Llevar una vida de arrepentimiento es vivir en humildad delante de Dios y cuando lo hacemos comenzamos a ser consolados por el Señor y fortalecidos por Él.

Lo segundo para tener compañerismo con el Espíritu Santo es recibir el bautismo. Cuando creemos en el Señor Jesús, el paso siguiente es que debemos recibir el bautismo. El Señor lo afirmó (Marcos 16:16). Si usted ha creído en Cristo debe ser sumergido en las aguas del bautismo y hacer pública su profesión de fe.

De esta manera, viviendo en arrepentimiento y después de recibir el bautismo, podemos disfrutar de una dulce comunión con el Señor sin impedimentos.

Con la venida del Espíritu Santo, tanto la paz como la paz y la fortaleza nos son impartidas en lo profundo de nuestra alma. Somos revestidos de una certeza y esperanza que antes no conocíamos. Y al igual que los apóstoles, podemos llevar a cabo el ministerio que Dios nos ha encomendado, podemos testificar a otros con poder y muchos, al escucharnos, se arrepentirán y volverán a Dios.

El día de hoy usted puede experimentar la promesa de Jesucristo en su vida. Porque la promesa es para los que creen, para sus hijos, para los que hasta ahora están lejos, y para todo aquel que el Señor llame.

Haga esta oración conmigo. Señor Jesús, Tú prometiste estar conmigo hasta el fin del mundo. Gracias porque no me dejaste huérfano ni olvidado ni solo. Sino que enviaste al Espíritu Santo para que fuera mi Compañero y mi Consolador. Bienvenido seas Espíritu Santo. Hoy acepto tu obra y tu ministerio en mi vida. Impárteme fortaleza, confianza, fe y esperanza. Revélame más y más a Cristo, mi Salvador y guíame a vivir una vida de obediencia al Padre. En el nombre poderoso de Jesús. Amén y amén.

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