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El Dios bueno en mí

Foto del escritor: Marlon CoronaMarlon Corona

Los hijos de Dios debemos vivir con la convicción de que el Dios en el que hemos creído es un Dios bueno y amoroso.

Ignorar esta verdad o descuidarla en nuestro corazón solo nos llevará a la confusión y a la incertidumbre.

Sin embargo, sí vivimos con la certeza de que el Dios bueno está con nosotros, podremos atravesar con gozo y esperanza cada adversidad que la vida nos presente.

Nunca debemos olvidar, entonces, que Dios es bueno, eternamente bueno y que nada que sea esencialmente malo proviene de Él.


Como pastor, a veces encuentro gente que desconfía del Dios bueno y he podido ver que es esto lo que los lleva a vivir vidas sin esperanza, en la oscuridad del dolor.


Como resultado de dicha desconfianza, a menudo escucho que algunas personas dicen:


“Dios me envió este problema familiar; Dios me envío esta adversidad” o dicen, “Dios me está mandando esta enfermedad”.

Sin embargo, debemos aclarar algo al respecto.


No debemos culpar a Dios por todos los problemas que vienen a nuestra vida, argumentando que Él nos está enviando un mal.


Debemos evitar este error con la finalidad de no contradecir lo que la Palabra de Dios nos enseña.

Muchas personas, por ejemplo, no es que Dios les esté enviando ninguna clase de mal; a veces, las personas, simplemente están cosechando el fruto de sus decisiones que no se basaron en la sabiduría de Dios.


Por ejemplo, hace tiempo hablé con un hombre que estaba envuelto en deudas y problemas económicos, y por no pagar sus cuentas, el banco había embargado su casa.


Después de contarme la situación, me dijo:

“Bueno, pastor, yo sé que Dios me ha enviado esto para probar mi fe”.


En realidad, Dios no le había enviado nada; él mismo estaba cosechando el fruto de sus malas decisiones y de su mala administración.


Es cierto, Dios puede valerse de nuestras malas decisiones para darnos las más grandes lecciones de nuestras vidas.


No obstante, no debemos hacer culpable a Dios de las cosas malas que nos suceden.


Primero, debemos reconocer nuestras faltas y aceptar que, en ocasiones, el dolor y la adversidad han venido por causa de nuestras malas decisiones.


Hace algún tiempo, también, conversé con una señorita que estaba sufriendo en su relación matrimonial porque su esposo era violento e infiel.


Pero en aquella ocasión ella estaba segura de que Dios le había enviado esa situación, aún cuando sus padres le habían advertido que no se casará con él.

Es importante, antes de que culpemos a Dios, que reconozcamos nuestra responsabilidad ante Él.

Debemos saber diferenciar entre la voluntad revelada de Dios y la voluntad permisiva de Dios.

Existe una gran diferencia en este punto.

En su Palabra, Dios nos ha revelado su voluntad para nuestra vida.


Por ejemplo, el apóstol Pablo dijo en 1 Tesalonicenses 4:3 que:

“La voluntad de Dios es nuestra santificación” y que nos apartemos de toda inmoralidad sexual.

Además, en el capítulo 5, versículo 18 añadió:


“Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús”.


No solo eso, sino que el apóstol Pedro dijo en su primera epístola (2:15):


“Porque esta es la voluntad de Dios: que haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos”.


Además, en su Palabra, Dios nos dice (3 Juan 1:2):


“Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma”.


A la luz de todo esto (y de muchos otros pasajes de la Escritura) podemos decir que esta es la voluntad de Dios, la cual, de acuerdo con Romanos 12:1 es:


“Buena, agradable y perfecta”.


Por otro lado, en la Biblia, encontramos también la voluntad permisiva de Dios. Pero, ¿qué significa?

La voluntad permisiva de Dios se refiere a cuando Dios permite que un evento histórico tenga lugar con la finalidad de usarlo para sus propósitos eternos.

Por ejemplo, Dios permitió que los hermanos de José lo vendieran a los ismaelitas para que, estando en Egipto, el propósito soberano de Dios se cumpliera.

Sin embrago, Dios no obligó a los hermanos de José para que lo vendieran; Él simplemente lo permitió.

También, Dios no hizo que el faraón fuera malo y perverso, y que impidiera en repetidas ocasiones que los israelitas salieran de Egipto para adorar a Dios.

Pero podemos ver qué Dios se valió de aquella situación para glorificarse y dar una gran lección a su pueblo.

Asimismo, Dios no hizo que Judas Iscariote amara las riquezas y que vendiera al Señor Jesus por treinta piezas de plata.


Aquella maldad ya estaba en el corazón de Judas y su amor al dinero y su avaricia precipitaron que Satanás entrara en su corazón.

Sin embargo, Dios permitió todo esto para que su propósito de redención se llevara a cabo por medio de la muerte de su Hijo.


Como creyentes, debemos concluir que Dios es absolutamente bueno y misericordioso, y esto es algo de lo que nunca debemos dudar.

Hace tiempo, después de hablar al respecto, una persona me dijo:


“Pastor, estoy de acuerdo con lo que usted dice. Pero, ¿por qué si Dios es bueno y Todopoderoso, sencillamente no termina con la maldad e impide nuestro sufrimiento?”

Creo que esta es una pregunta muy válida que debe ser respondida.


Ciertamente, Dios es absolutamente bueno y Todopoderoso, pero ¿se ha preguntado por qué razón Dios no impide nuestro sufrimiento?

Permítame ponerle un ejemplo.


Si le pidiéramos a Dios que acabara con toda la maldad de este mundo y la arrojara al abismo el día de hoy a las 12 del mediodía, y Él lo hiciera, podemos estar seguros de que a las 12 del mediodía con un minuto, nadie de nosotros estaría más en esta tierra.

Si Dios acabara con la maldad de una sola vez, eso significaría que Él tendría que acabar con nosotros también.

A menudo olvidamos que somos parte del problema pues nuestro corazón no es perfecto ni puro, sino que es engañoso.

De hecho, la razón por la que Él no ha terminado con la maldad de este mundo es porque Él es paciente y está esperando que nos arrepintamos y nos volvamos a Él.


Ahora, ¿por qué razón no evita Dios el sufrimiento?


Debemos comprender que el sufrimiento es una consecuencia de nuestra propia libertad.


Dios hizo al hombre como un ser autónomo e independiente, con capacidad de elegir su propio camino.


Dicha libertad implicaba el hecho de que el hombre podría en algún momento entrar en un camino equivocado que lo llevara al sufrimiento.


Si Dios quitara tal libertad de elección, entonces tampoco podríamos amar, sentir alegría y tener empatía hacia otros.


Mis amados, mirando todo lo anterior, debemos concluir que Dios es bueno, absolutamente bueno y compasivo.


El salmista, seguro de esta verdad, dijo en el Salmo 34:8 lo siguiente:

“Gustad, y ved que es bueno Jehová; dichoso el hombre que confía en Él”.

La palabra “gustad” en este pasaje, tiene que ver con una experiencia interna.


Se refiere a que el hombre puede conocer y contemplar la bondad de Dios en su interior.


Esto ocurre precisamente cuando tenemos un encuentro con su misericordia y su gracia.


Pablo escribió en Romanos 2:4:


“¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?”


Cuando descubrimos que somos pecadores y movidos por el Espíritu Santo, somos guiados al arrepentimiento y a una conversión genuina, allí estamos “gustando” la bondad del Señor.

Además, el salmista dijo “ves que es bueno Jehova”.


Mientras el gustar es una experiencia interna, el ver se relaciona con una experiencia externa.


Esto significa que podemos esperar el bien de Dios en nuestro diario vivir.


Ustedes pueden esperar el favor, la ayuda, el socorro y las respuestas de Dios en sus vidas personales.


David dijo en el Salmo 27:13:


“Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová en la tierra de los vivientes”.


En esta tierra, en este mundo, en la vida cotidiana, podemos ver la bondad del Señor, quien nos ayuda y nos alienta, y además provee para cada necesidad que tenemos.


Cuando enfrentamos una desgracia, solemos pensar que no hay solución.


Sin embargo, tenemos que creer que Dios, quien es bueno y fiel, nos tiene preparado algo bueno detrás de la aflicción.


Hay cristianos que no confían en el Dios bueno.


Ellos intentan resolver el problema pero no pueden solucionarlo de raíz.


Pero si pensamos en el Dios bueno, nuestra mentalidad se transforma.


Crea que el Dios bueno que sobrepasa todas las cosas le ayudará hasta resolver sus problemas.

Dios sabe de antemano todas las situaciones que enfrentamos día con día.


Por eso ha permitido todas las cosas que llegan a sucedernos.


Por más que una situación nos parezca adversa y destructiva, Dios siempre tiene escondido algo bueno detrás de ella.

Jehová Jireh, que significa Dios proveerá, nos guiará hacia lo mejor, aunque al principio no parezca agradable frente a nuestros ojos.


Dios es un Dios bueno, de manera que ha previsto para nosotros lo mejor.

Si aun los padres del mundo saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más nuestro Padre que está en el cielo dará cosas buenas a los que le pidan! (Mateo 7:11).

Por lo tanto, aférrese al pensamiento que dice que el Dios bueno está en usted.

“El Dios bueno está en mí, así como yo estoy en él”.

El Dios bueno abrirá su mentalidad y lo guiará por un buen camino.

Ese camino es la felicidad.





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1 comentário


gudino2697
06 de ago. de 2020

Amén, Amén 🙏🏻 Dios es bueno y a sido bueno conmigo a lo largo de mi vida y con mi familia Gracias Padre por tanto Amor ❤️

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