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El Espíritu que proviene de Dios

Foto del escritor: Marlon CoronaMarlon Corona

Actualizado: 2 jul 2019

Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido (1 Corintios 2:12).

Durante la segunda guerra mundial, uno de los países que se mantuvo de pie fue el Reino Unido. Ellos fueron liderados por Winston Churchill, que a través de sus discursos motivaba al ejercito y al pueblo a permanecer de pie. Sin embargo, él mismo sostenía que la única manera de ganar aquella guerra atroz era por la intervención de una potencia mundial como Estados Unidos.

En su famosos discurso “Sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor” él dijo: “Quiera Dios despertar Norteamérica. Solo aquel gigante dormido hará retroceder a nuestros enemigos”. Después del ataque a Pearl Harbour, el 7 de diciembre de 1941, Estados Unidos tomó parte en la guerra. Y su participación fue decisiva para poner punto final al conflicto mundial.

Al enterarse del ataque a Pearl Harbour, Churchill dijo: “La guerra ya terminó”. Esto, haciendo referencia a la intervención de Estados Unidos. A partir de entonces, el presidente Roosevelt prometió ayudar y proteger a Reino Unido. Este fue un motivo de celebración y victoria para la nación de Churchill.

En nuestra vida, también necesitamos un Aliado. Alguien que pelee por nosotros aquellas batallas que no podemos librar, alguien que nos dirija y nos dé sabiduría en medio de la noche más oscura, alguien que nos fortalezca y nos impulse cuando nuestras fuerzas se agoten. Pero, ¿quién puede brindarnos tal ayuda?

Existe una verdad central acerca de la vida cristiana que debemos comprender, si queremos llevar una vida verdaderamente victoriosa y bendecida. Esta verdad consiste en descubrir y conocer a la persona del Espíritu Santo. Cuando comenzamos a hacerlo, se abre delante de nosotros una puerta a un mundo de posibilidades ilimitadas. Esto es así, porque el Espíritu Santo es ilimitado.

Las fuerzas y los recursos del hombre son limitados. Pero para Dios no existe ningún límite. El Señor Jesús afirmó en Lucas 18:27 un poderosa verdad. Además, el profeta Zacarías confirmó lo dicho por el Señor (Zac. 4:6).

Esta es la razón por la cual una familia que está destruida, frente a los ojos del hombre no tiene ninguna solución. Sin embargo, Dios puede darle vida nueva a tal familia y transformarla en una llena de bendición y amor. Así mismo, una condición catastrófica como lo es una enfermedad, ante los ojos del hombre puede parecer irremediable. Mas, ante los ojos de Dios, Él puede realizar un milagro de sanidad.

Del mismo modo, una vida que se encuentra destruida por las malas decisiones, los vicios y los complejos, para el hombre no tiene ningún remedio. Pero cuando Dios interviene, tal persona puede ser transformada: de un vagabundo a un rey, de un pobre a un rico, de un desdichado a un ser bienaventurado.

Por medio del poder del Espíritu Santo podemos revertir cualquier circunstancia en la vida y lograr la felicidad. Por eso, en la vida cristiana es importante mantener una intima comunión con el Espíritu Santo. Esto se debe a que Él nos ayuda a obtener la victoria por medio de la Palabra de Dios, en un mundo donde las cosas se tornan cada vez más y más difíciles.

No obstante, en la actualidad, muchos creyentes se sienten perdidos, abandonados y abatidos. Esos sentimientos no agradan a Dios, porque provienen del diablo. En realidad, son el resultado de no llevar una correcta relación personal con Dios e ignorar la identidad y persona del Espíritu Santo.

Ludwig, un filósofo alemán dijo: “La vida es incomprensible. El destino del hombre es un laberinto”. La verdad, es que muchas personas se sienten así. No saben qué rumbo tomar, qué decisión tomar, qué camino elegir. Se sienten como la persona que saca de la caja un rompecabezas de 1500 piezas. Dicen: “¿Por dónde comenzar? ¿Qué haré?” Y por eso su confesión final es: “Estoy perdido. Estoy en un callejón sin salida”.

Sin embargo, aquel que aprende a llevar diariamente una comunión intima con el Espíritu Santo y en humildad le conoce más y más, se vuelve muy confiado en la vida. A esta persona le nace el sol de bendición y un nuevo amanecer de esperanza le sale al encuentro.

Sé que muchos necesitan conocer personalmente al Espíritu Santo, llegar a tener una comunión cercana con Él y recibir su sabiduría y dirección. Por eso, esta semana quiero compartir la serie: “Un poderoso Aliado”. Extraje este título del Salmo 144:1-2 leído en la NTV: “Alaben al Señor, mi roca. Él entrena mis manos para la guerra y da destreza a mis dedos para la batalla. Él es mi Aliado amoroso y mi fortaleza, mi torre de seguridad y quien me rescata. Es mi escudo, y en Él me refugio. Hace que las naciones se sometan a mí”.

Los hijos de Dios debemos llevar vidas guiadas por el Espíritu Santo. Solo de esta manera podemos triunfar en todos los ámbitos de la vida. Otra manera de decirlo es que, los que son movidos por el Espíritu Santo son prosperados en todas las cosas y tienen salud, así como prospera su alma. 1 Corintios 2:12.

Haga esta oración conmigo. Amoroso Dios, Tú nos has dado tu Espíritu Santo como Compañero y Consolador. Él está con nosotros el día de hoy. Precioso Espíritu de Dios, Tú eres nuestro Aliado poderoso. Ayúdanos en nuestro diario vivir. Danos sabiduría, entendimiento y guía. Pero sobre todo, danos amor, paciencia, gozo y humildad para vivir.

Dependemos de ti y esperamos en ti. Gracias por venir a nuestras vidas. En el nombre de Jesús. Amén y amén.

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