Prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús (Filipenses 3:14).
El hombre que descubre su propósito y la razón de su existencia es el hombre que ha alcanzado la verdadera felicidad. Una vida que carece de propósito no puede ser feliz. Mark Twain dijo: los dos días más importantes en tu vida son el día en que naces y el día en que descubres por qué.
El cristianismo se caracteriza por el optimismo y el gozo. Es decir que los creyentes son personas optimistas, personas positivas y personas alegres. Sin embargo, esa felicidad y alegría no son infundadas. Provienen de un lugar. Tienen una base. Y el fundamento de nuestra felicidad y nuestro gozo es el haber encontrado una razón definitiva para vivir.
El cristianismo original enseña que Jesucristo regresará por segunda vez a esta tierra. Cada creyente debe vivir con esta convicción. Debido a que el Señor vendrá nuevamente a la tierra, debemos prepararnos para esa venida.
Jesucristo es la razón definitiva y el propósito de nuestra vida. Él vino al mundo y murió en una cruz para perdón de nuestros pecados. Su obediencia fue perfecta y por medio de Él, nosotros podemos venir ante el Padre celestial.
Jesús no solo murió sino que también resucitó. Él se levantó de la tumba al tercer día y vive para siempre. Por eso, aquellos que creen en Jesucristo y le reciben como Señor y Salvador personal tienen una esperanza viva y eterna.
La persona que pone a Jesucristo como la razón de su existencia y su meta principal en la vida es glorificarlo, vivirá una vida de gozo y plenitud. Además, vivirá sin remordimientos pues sabe que todo tiene un propósito.
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