"El Señor es mi pastor, nada me falta." (Salmos 23:1)
A lo largo de estos años que tengo conociendo al Señor y que he caminado con Él, uno de los pasajes de la Escritura que más aliento me ha dado y más me ha fortalecido en los momentos más oscuros de mi vida ha sido, sin lugar a dudas, el Salmo 23.
Comprender este pasaje de la Palabra de Dios ha significado para mí una fuente de esperanza y aliento.
Muchas veces me sentí solo, desanimado, frustrado y debilitado.
Sin embargo, fue en este Salmo en el que encontré consuelo y fuerzas nuevas.
Confiando en estas palabras, escritas por David hace más de dos milenios, no solo yo, sino muchos creyentes al rededor del mundo, han podido hacerle frente a la vida y salir victoriosos.
Si tan solo llegamos a comprender el asombroso significado de este Salmo, nuestras vidas experimentarán un tremendo cambio y una tremenda renovación.
Es tan importante, no solo que leamos este pasaje y que aprendamos su significado, sino también que memoricemos sus palabras y las repitamos a nuestra vida diariamente en nuestras oraciones.
Repetir la Palabra de Dios suele ser clave para una vida de éxito y una vida feliz.De hecho, este es el mandato que ha dado el Señor. Recuerde la indicación que nos da el Señor en Deuteronomio 6:6 en adelante:
“6 Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. 7 Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes”.
Qué bendición tendremos cuando la Palabra salte del Libro a nuestro corazón, y de nuestro corazón a nuestra boca. Es muy importante que ella esté en nuestra vida y que seamos llenos con su poder transformador.
Lo cierto es que, la Palabra de Dios, no se debilita, ni se desgasta ni pierde relevancia con el paso del tiempo. Por el contrario, quienes más la meditan, la practican y la hablan, se fortalecen y crecen espiritualmente.
Supe del caso de un soldado en la guerra de Irak, en el año 2003, que encontró entre los escombros el diario que perteneció a un refugiado, en el cual estaba escrito el Salmo 23.
Al leer con detenimiento las palabras ahí contenidas, y al despertarse su curiosidad, comenzó a indagar sobre quién había escrito tan asombrosas palabras y había plasmado tan profundos pensamientos.
Preguntando a los compañeros de su pelotón, le informaron que se trataba de un Salmo escrito hacía cientos de años.
A lo que él dijo: “Pero estas palabras son tan profundas y tan ciertas, que parece que pudo haberlas escrito un poeta de nuestros días”.
La Palabra de Dios es así. Es sumamente actual y relevante para nuestras vidas el día de hoy, a pesar de haberse escrito hace cientos de años. Se dice que la Biblia es más actual que el periódico del día de hoy.
Su mensaje es tan importante que debe ser conocido y escudriñado por nosotros. Debemos meditan en ello.
Además, la Biblia es el único libro que cuando lo leemos, tenemos al mismo Autor con nosotros.
Ahora, permítanme leer, para todos ustedes, el precioso Salmo 23. Síganme por favor con mucho cuidado. Dice de la siguiente manera:
“1 El Señor es mi Pastor, nada me falta;
2 en verdes pastos me hace descansar.
Junto a tranquilas aguas me conduce;
3 me infunde nuevas fuerzas.
Me guía por sendas de justicia
por amor a su nombre.
4 Aun si voy por valles tenebrosos,
no temo peligro alguno
porque tú estás a mi lado;
tu vara de pastor me reconforta.
5 Dispones ante mí un banquete
en presencia de mis enemigos.
Has ungido con perfume mi cabeza;
has llenado mi copa a rebosar.
6 La bondad y el amor me seguirán
todos los días de mi vida;
y en la casa del Señor
habitaré para siempre”.
¡Qué asombrosa bendición encontramos en estas palabras para nosotros el día de hoy! ¡Qué gran tesoro son estas palabras!
Durante esta semana, quiero compartir el secreto espiritual del Salmo 23 y que juntos encontremos en él tanto la fuerza como el consuelo para salir adelante.
Ciertamente, toda persona que llega a comprender su significado, que lo abraza en su corazón y pone en practica estas promesas, llega a ser poseedora de grandes bendiciones y milagros en su vida.
Acompáñeme, entonces a descubrir su significado.
El Salmo 23 comienza con las siguientes palabras: “El Señor es mi Pastor, nada me falta”.
En primer lugar, el rey David, quien escribe este Salmo, dice: “El Señor”.
Esta es una expresión que significa la fe en un Único y Soberano Señor.
Lo que David quiere comunicar a través de esta sencilla expresión es que para él no hay varios dioses ni varios señores, sino Uno solo.
Es la declaración de un hombre que tiene una fe exclusiva, no compartida, en Un solo Dios.
Hoy en día, en el amplio mundo de las religiones y las creencias, existen diversos dioses y señores que la gente adora.
Hay una declaración que ha dado la vuelta al mundo y hace que una cantidad incontable de hombres y mujeres se sientan cómodos con ella.
Es la declaración que dice: “Esta bien lo que tú creas, siempre que te haga sentir bien”.
Esta declaración se apoya en el argumento de que “Todos los caminos llevan al cielo, todas las creencias están bien y todas las ideologías son correctas, mientras le hagan sentir cómodo”.
Es por esta razón que el cristianismo y la fe en la Palabra de Dios son objeto de odio en todo el mundo.
¿Por qué? Porque el cristianismo declara abiertamente “Hay un solo camino, una sola verdad y una sola vida”.
Mire las palabras de Pedro, el apóstol, que sin temor le dijo a la multitud:
“De hecho, en ningún otro hay salvación, porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres mediante el cual podamos ser salvos”.
“En ningún otro”. Significa, “Amigos, no hay otros caminos, no hay varias creencias, no hay varias verdades. Se trata de Un solo Dios”.
Más tarde, con la finalidad de resaltar este mismo punto, el apóstol Pablo le diría a la multitud de Éfeso:
“Que no son dioses los que se hacen con las manos” (Hechos 19:26).
Este mismo pensamiento es el que ha sobrevivido a lo largo de los años y fue comunicado por el salmista: “El Señor”.
Mis amados, la fe cristiana es una fe monoteísta. Nosotros no somos politeístas.
“Poli” significa “variedad o multitud”, la palabra “theos” significa “Dios”. De modo que los politeístas son aquellos que declaran que hay muchos dioses, muchos caminos al cielo, muchas creencias e ideologías que encaminan a la vida eterna.
La fe cristiana siempre ha sido monoteísta. “Mono” viene de la palabra “Un o uno”. Es decir, creemos en Un solo Dios.
Nosotros debemos aceptar que solo hay un Único Dios verdadero.
El Señor Jesús dijo en Juan 17:3:
“Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado”.
No es una fe compartida, no es una fe que acepta intrusos. Es la fe en un Unico Dios verdadero. Un Único Dios cierto y veraz.
Cuando firmamos que Dios es Único, que Dios es Uno, estamos confesando que Él nuestro Creador.
Estamos confesando que Él es el origen de nuestra vida. Él nos hizo, nos creó, le pertenecemos. Somos su propiedad.
Muchas personas se engañan a sí mismas creyendo en teorías y falacias. Muchos afirman “Venimos de la nada. La nada nos creó”.
Otros dicen: “Somos el resultado de la evolución. Provenimos de una ameba que se formó en el agua con el paso de millones de años”.
¡Qué destructivos son estos pensamientos! ¡Qué terrible es tener estas ideologías arraigadas en el corazón!
Si pensamos que venimos de la nada, que solo un accidente biológico, entonces, ¿Qué significado tiene la vida? ¿Para qué vivir?
Si somos el resultado de la nada, pues, ¿para qué seguir en este mundo? Estamos completamente solos y olvidados, desamparados en el vasto cosmos y en la historia. Nada tiene sentido y vivir no significa nada.
Nosotros debemos poner nuestra fe en Dios, quien nos creó, nos dio vida, es nuestro origen y, así mismo, es nuestro Sustentador.
Dios no solo nos creó para luego abandonarnos. Dios, quien nos hizo con sus manos, es el mismo que sustenta nuestro aliento y nuestro vivir.
Aunque hoy vivimos en esta tierra, nunca debemos olvidar que nuestro orden está en los cielos. Nosotros provenimos de Dios.
Está escrito en la Biblia, en el Salmo 100:3:
“Reconozcan que el Señor es Dios; Él nos hizo, y somos suyos. Somos su pueblo, ovejas de su prado”.
Amados, debemos darnos cuenta profundamente de que Dios creó todas las cosas, y que cuando oramos, las respuestas a nuestras oraciones vienen de Él.
Él es el origen de nuestra vida. El punto de partida de nuestra existencia.
Confirmar este hecho es el primer paso para experimentar los milagros y conocer la abundante gracia de Dios.
David, quien recibió bendiciones especiales de Dios y vio grandes milagros, reconocía esta verdad.
Por eso, confesaba y decía sin ningún temor: “El Señor es mi Pastor, nada me falta”.
Él no tenía sus ojos puestos en los dioses falsos, o en las riquezas o en la posición.
Aunque era un rey sumamente prospero y acaudalado, no decía:
“Puesto que vivo por el ingreso de mi negocio, mi negocio es mi pastor” o “Debido a que soy fuerte y famoso, mi fuerza y mi fama son mi sustento”. No.
Como sabía que Dios era el origen de toda la creación y que las respuestas a sus oraciones venían solo del Señor, confiadamente confesaba que Dios era su Pastor.
Sobre la base de esta confesión de fe, Dios, el origen de toda la creación, se convirtió en el Pastor de David, y por ende, experimento muchos milagros en su vida.
Actualmente, muy rara vez vemos a los cristianos hablando con una confesión de fe como la de David.
Muchos esperan que los sueldos, los trabajos, las herencias o que la asistencia del gobierno puedan sostener sus vidas.
Ellos ríen o lloran según su situación económica. Pero esta clase de pensamiento no puede atraer ningún milagro ni nos guía a la felicidad.
Aunque no haya ninguna evidencia que ver, ninguna cosa que tocar, ningún sonido que escuchar, y aunque todo parezca totalmente oscuro, la gente que cree y confía en Dios, y lo reconoce como el origen de todas las cosas, puede experimentar milagros en su vida.
Lo único que tenemos que hacer es confiarle todo a Dios, puesto que es Él quien suple todas nuestras necesidades.
Es el Creador de todas las cosas y el origen de todas la creación. Y a su vez, es nuestro Sustentador.
Debemos afirmarnos en esta verdad. Debemos construir nuestras vidas a partir de esta base sólida.
Luego los asombrosos milagros de Dios fluirán en nuestra vida.
Digamos hoy con toda certeza: “El Señor es mi Pastor, tengo todo lo que necesito. Nada me hará falta”.
Cuando ore, recuerde que Dios es el origen de todas las cosas. Confíe plenamente en Él y recuerde que Él es el Soberano que dirige nuestra vida.
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