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El tiempo, un regalo de Dios

Foto del escritor: Marlon CoronaMarlon Corona

Actualizado: 30 may 2019

Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría (Salmo 90:12).

Hace tres años me invitaron a predicar a una iglesia en la ciudad de México. Después de la reunión, un anciano se acercó a mí con lágrimas en los ojos y me preguntó cuántos años tenía. En aquel entonces tenía 27. Y después de decirle mi edad, él inclinó su rostro para llorar aun más.

Mientras lloraba, me contó una historia que marcó mi vida de una manera trascendental. Me dijo que Dios le había llamado a la edad de 20 años pero que él pensaba que era muy joven para entregarse a Jesús. Así que dejó pasar la oportunidad.

Más tarde, a la edad de 42 años, Dios volvió a llamar a la puerta de su corazón a través de la enfermedad de uno de sus hijos. Sin embargo, el pretexto en esa ocasión era que tenía mucho trabajo y una empresa que atender, y por eso no podía entregarle su vida a Jesús.

Después, a la edad de 60 años, sufrió un accidente y Dios nuevamente llamó a su vida. Pero él no respondió porque, ahora que se encontraba en su retiro, quería disfrutar de la vida y viajar por el mundo. Finalmente, a la edad de 70 años, Dios volvió a llamarle. Y en esta ocasión rindió su vida a Cristo y le recibió como Señor.

Después de decirme estas cosas, me miró y me dijo: “Ahora, a la edad de 73 años, me doy cuenta de que fui un tonto toda mi vida”. Se secaba las lágrimas y yo también empecé a llorar. “Si le hubiera rendido mi vida a Cristo desde el principio, mi historia hubiera sido muy diferente. Le entregué mi vida a cosas vanas y vacías, y hoy me arrepiento”.

Me dijo: “Pastor, hoy, al verlo predicar, me doy cuenta de que pude ser yo ese predicador. Pero no valoré el tiempo que Dios me dio y ahora es muy tarde para mí”. Ambos hicimos silencio, y después de despedirse se alejó. Francamente, aun hoy, las palabras de ese anciano resuenan en mi corazón y me doy cuenta de que la vida es muy corta y que cada día cuenta delante de Dios.

Una de las equivocaciones que más cometemos, y de la cual no nos percatamos, es la de pensar que el tiempo es un recurso ilimitado. Llegamos a pensar que la vida durará para siempre y que podemos posponer a Dios y su reino. No nos comprometemos con Él, no damos pasos de fe y obediencia, no vivimos para Él, porque pensamos erróneamente que el tiempo siempre estará a nuestra disposición. Sin embargo, esto no es así.

Pensar que el tiempo es inagotable o vivir como si el tiempo no se fuera a terminar, es la razón por la que muchas personas hacen las cosas al azar y malgastan su vida. Y también es la razón por la cual muchas personas no hacen un compromiso real con Dios y no le rinden sus vidas. Dicen: “Mañana lo haré” “Luego iré a la iglesia” “Después dejaré esto o aquello, y seguiré a Jesús”. Cuánto quisiera que vieran el rostro y las lágrimas de aquel hombre.

Si nos rehusamos a cambiar nuestra mentalidad en cuanto al tiempo y seguimos llevando una vida en la que posponemos lo más importante, al final, nuestro rostro estará lleno de lágrimas y nos daremos cuenta de la vana manera de vivir que hemos llevado. Por eso, el salmista oró a Dios y le dijo: "Enséñanos de tal modo a contar nuestros días que traigamos al corazón sabiduría” (Salmo 90:12). En otras palabras, no dejes que nuestra vida se pase sin haberla entregado a lo más importante.

Si uno falla en la administración del tiempo, se convertirá en un esclavo del fracaso. Solo aquel que se comprometa a entregar sus días a Dios y se vuelva un experto en el manejo del tiempo será aquel que también llegue al éxito, a la cima de la bendición.

La verdad es que la inversión de nuestro tiempo determina nuestro futuro. Todos tenemos 24 horas a nuestra disposición. El presidente de una nación, el CEO de una empresa, un empleado común y también para alguien que no tiene empleo, las horas del día no cambian. No obstante, de acuerdo a cómo las use cada persona, el resultado será totalmente diferente.

Está comprobado que la gente de éxito usa su tiempo en cuestiones que son importantes a largo plazo. Por ejemplo: leer libros, estudiar otro idioma, hacer ejercicio físico, ocuparse en sus relaciones personales, recrearse, etc.

Como hijos de Dios debemos aprovechar sabiamente el tiempo, pues este es un recurso que no vuelve. Debemos luchar con todas nuestras fuerzas por el autodesarrollo y siempre vivir con un sentido de superación. La persona de éxito sabe diferenciar lo importante de aquello que es trivial.

Le quiero invitar a que no posponga más su entrega a Cristo, sino que hoy sea ese día en que se rinde a Dios y le entrega su vida. Mañana puede ser muy tarde. Por eso, el día de hoy, haga un compromiso con Dios. Conviértase en un hombre o en una mujer de decisión.

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