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Encomienda todo a Dios

Foto del escritor: Marlon CoronaMarlon Corona

Actualizado: 27 may 2019

Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza (Romanos 12:20).

Cuando queremos experimentar la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento, esa paz que guarda el corazón y la mente en Cristo Jesús, primero tenemos que llevar toda necesidad a Dios en oración. Lo segundo que tenemos que hacer es adoptar una actitud humilde y obediente delante del Señor.

Sin embargo, existe un tercer elemento que debemos descubrir para poner en manos de Dios toda situación. Este tercer paso que debemos aprender a dar consiste en encomendar todas las cosas a Dios. ¿Qué quiero decir con esto? Parece que estoy siendo redundante ¿no?, cuando digo “dejarlo en las manos de Dios es encomendarlo en las manos de Dios”. Sin embargo, existe una diferencia.

Hay algo muy importante que me gustaría decir el día de hoy. Es fundamental para nuestra fe que lleguemos a comprenderlo. La mayor parte del tiempo, aunque oramos para vencer el afán y la ansiedad, y le pedimos a Dios que nos ayude a tener la certeza de que Él está en control, eventualmente, volvemos a tomar en nuestras manos la situación y a llenarnos de afán. Entonces, toda clase de conflictos tienen lugar en nuestra vida.

Aunque por una parte oramos y confiamos, por otra parte todavía queremos tener el control de la situación y queremos hacer las cosas a nuestro modo. De una manera inconsciente, llegamos a creer que se puede confiar en Dios mientras nosotros dirigimos la situación y hacemos nuestra caprichosa voluntad. Sin embargo, tal situación es imposible. Le decimos al Señor: “Confío en ti” pero cuando se presenta la oportunidad, peleamos y luchamos en nuestras propias fuerzas, haciéndolo todo a nuestra manera.

Si una persona verdaderamente ha confiado en Dios no luchará más en sus fuerzas ni se obsesionará con tener el control de todo. Y, de la misma manera, si una persona quiere hacer su voluntad y quiere tener el control de la situación, es una persona que no ha confiado en Dios. Estos dos elementos no pueden coexistir en el corazón: La confianza en Dios y el control por parte de nosotros. O tenemos el control o confiamos en Dios.

A veces, en las consejerías, llego a escuchar a las personas decir: “Pastor, yo he orado muchas veces por que mi esposo cambie. He orado para que mis hijos cambien, pero ellos no lo quieren hacer”. Otros dicen: “He orado para que Dios bendiga mi negocio, para que Dios me sane, para que Dios me prospere”. Y no está mal, de ninguna manera, pedir estas cosas o buscar estas cosas.

Pero cuando hablamos sobre el trato que le están dando a la situación y la manera en la que la están manejando, descubrimos que no, en efecto, esa situación no ha sido encomendada a Dios. Se ha orado por el asunto, se ha llorado, pero la situación sigue en manos del hombre. Le pido que no olvide esto, la persona que ha encomendado algo a Dios no tomará la situación en sus propias manos. Y la persona que toma la situación en sus propias manos, es la persona que no ha confiado en Dios.

Otra manera de decirlo es que, cuando una persona no ha encomendado en manos de Dios esta o aquella situación, todavía peleará con su prójimo, discutirá y arderá de celos, o no soportará el no tener la última palabra, deseará exaltarse a sí misma, querrá salirse con la suya. Esta es la persona que tiene reservas delante de Dios.

Amados, tenemos que comprender que, orar y confiar en Dios, es lo mismo que decir no estoy tomando el asunto en mis manos. Confianza en Dios es igual a dependencia de Dios. Puedo preguntarle el día de hoy, ¿ha orado para dejar la situación en manos de Dios? Y usted puede responderme: “Sí, he orado muchas veces por esto”. Y aún así, la situación puede que no esté encomendada al Señor.

¿Cómo puedo saber, entonces, que he dejado la situación en manos de Dios? ¿Cómo puedo saber que le he encomendado todo? Gracias a Dios, en la Biblia encontramos una manera muy práctica y objetiva de saber si hemos confiado en Dios. En Romanos 12:28-20, Pablo dijo dio una asombrosa enseñanza.

V. 18, significa que, yo no sé lo que piense mi vecino, no sé lo que mi esposa piense, pero por mi parte, no soy enemigo de nadie, no puedo vivir con rencor hacia nadie. El rencor es otra manera de tener el control. La ira, el orgullo, la desobediencia, son tan solo otras formas de tener el control. Pero, en lo que depende de mí, estoy en paz, he perdonado, he cedido el control a Dios.

V. 19, sabemos que una persona ha encomendado la situación en manos de Dios, porque ha rendido su sed de venganza a Dios. Ha decidido no responder en sus fuerzas ni por sus medios, sino que deja que Dios se encargue.

V. 20, La manera más practica de saber si he confiado en Dios es mirando la manera en la que trato a mi ofensor, a la persona que se me opone o al que me ha herido. Al darle de comer, darle de beber, de muestro que ya he confiado en Dios. Amar, servir y bendecir, son evidencias de la confianza en Dios.

A partir de hoy, encomendemos todo en manos de Dios. No solo oremos y dejemos por un momento la situación en sus manos, sino que, de manera permanente y con un broche de oro, sirvamos, amemos y bendigamos.

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