Cierto día, el Señor Jesús caminaba junto a sus discípulos en dirección a Jerusalén.
Aquella tarde, mientras iban de camino, se le acercaron Jacobo y Juan, quienes eran hermanos, para hacerle una petición muy osada.
En Marcos 10:37 está escrito lo siguiente:
“Ellos le dijeron: Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda”.
Jacobo y Juan pensaban que lo más importante y valioso en la vida era el reconocimiento y la gloria de los hombres.
Por esta razón, hicieron una petición tan osada al Señor, quien les respondió:
“No sabéis lo que pedís” (v. 38).
Ciertamente, ellos no sabían ni entendían lo que pedían.
El mundo en el que vivimos gira en torno al éxito personal, a la fama y a la belleza exterior.
Muchas personas, en la actualidad, prestan mucha atención a la posición, el estatus y las riquezas, creyendo que esto es el verdadero significado de la vida.
Sin embargo, ¿qué es lo que en verdad importa en esta tierra? ¿De verdad son las riquezas, la fama y el poder lo que más valor tiene?
Aunque el mundo le ha dado un valor muy elevado a estas cosas, el pensamiento del Señor es diferente.
Él no considera a una persona por lo que posee ni por lo que aparenta, más bien, Él mira el corazón y la actitud de cada uno de nosotros.
Para el Señor, lo más valioso es la humildad y el servicio.
Tales actitudes son como piedras preciosas, de gran valor, delante de Él.
Después de aquella escena donde Jacobo y Juan pidieron sentarse a la izquierda y a la derecha del Señor, lo cual indicaba un lugar de autoridad y reconocimiento, la osada petición llegó a oídos de los otros diez discípulos del Señor.
Esto fue un motivo de enojo y disgusto por parte del resto de los seguidores de Cristo.
Los diez no se molestaron porque Jacobo y Juan no hayan entendido su petición, ni porque consideraban que ninguno de ellos fuera digno de sentarse a la izquierda o a la derecha del Señor.
La razón de su molestia fue porque ellos también codiciaban mezquinamente esos lugares y anhelaban el reconocimiento y la gloria que esto suponía.
No obstante, el Señor Jesús, quien conoce el corazón de todos los hombres, hizo un alto en su camino para explicarles una de las verdades más asombrosas jamás reveladas.
En Marcos 10:42 en adelante podemos leer lo siguiente:
“42 Mas Jesús, llamándolos, les dijo: Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad.
43 Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor,
44 y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos”.
En su enseñanza, el Señor Jesús les explicó que en este mundo la autoridad y el gobierno han sido malinterpretados.
Muchos piensan que lo más importante es la autoridad, el poder y la influencia.
Pero el Señor no piensa de este modo.
Él les dijo:
“Aunque en el sistema de creencias de este mundo, las cosas funcionen así, no sucederá de este modo con ustedes”.
En otras palabras, “ustedes tienen que ser diferentes”.
La gente suele pensar que tener autoridad y poder equivale a enseñorearse y mandar a otros.
Pero para el Señor, la autoridad y el poder son medios para servir y ser de bendición para otros.
Por eso, Él declaró:
“43 El que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor,
44 y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos”.
¡Qué diferente es la manera de pensar del Señor, y qué equivocados vivimos cuando creemos que la gloria de los hombres y el poder es lo más valioso!
El Señor Jesús nos llama a vivir vidas de servicio porque Él mismo es el Siervo por excelencia.
Mis amados, cuando vivimos con egoísmo, con orgullo, con aires de grandeza, considerando a otros con una actitud de menosprecio, en realidad estamos yendo en contra del reino de Dios.
Cuando nos rehusamos a servir y buscamos que otros nos sirvan primero, ¡qué gran error cometemos!
Dios no quiere que vivamos de ese modo.
Al Señor no le agradan tales actitudes.
Que importante, entonces, es que nos despojemos de todo egoísmo, orgullo, arrogancia y complejo de superioridad.
Ahora, ¿con qué argumento el Señor enseñó a los discípulos que se debe servir antes de ser servidos y se debe ser el menor para poder ser el mayor?
La respuesta se encuentra en Marcos 10:45, donde dice:
“Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”.
El Señor Jesús partió de este punto:
“El Hijo del hombre no vino para ser servido”.
Antes de que comprendamos por completo el significado de estas palabras, primero debemos comprender a qué se refiere el Señor cuando dice: “El Hijo del hombre”.
Este fue el título más usado por el Señor en los cuatro evangelios para referirse a sí mismo.
Para muchos, esta expresión puede significar que Jesús se daba un lugar de hombre o se igualaba con la humanidad.
A simple vista, parece que el Señor se está humillando a sí mismo con esta expresión.
Sin embargo, el significado de este título no tiene ninguna relación con lo anterior.
Más bien, cada vez que el Señor se atribuía este titulo, se estaba refiriendo a una profecía pronunciada por Daniel en el Antiguo Testamento, más específicamente en el capítulo 7.
En aquella ocasión, el profeta Daniel se encontraba acostado en su cama, orando a Dios con fervor, cuando tuvo una visión asombrosa.
En ella, pudo ver la gloria de Jesucristo de una manera profética, a quien se le entregó toda autoridad en los cielos y en la tierra.
En Daniel 7:13-14 encontramos lo siguiente:
“13 Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él.
14 Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido”.
Naturalmente, la expresión “Hijo de hombre” se refiere a que el Mesías se manifestaría conforme al género humano.
Este Mesías-Hombre, vino hasta el Anciano de días, quien representa a Dios.
Allí, en ese acercamiento, hubo una entrega de poderes y una comisión de autoridad y gobierno.
El Padre, estaba entregándole al Hijo todas las cosas y la autoridad sobre el cielo y la tierra.
Se le entregaron todas las naciones para que le sirvieran y le adoraran.
Se le otorgó un reino eterno, uno que jamás sería destruído.
De modo que, cada vez que el Señor usaba esta expresión, hacía referencia a esa gloria, a ese poder y autoridad que Él había recibido del Padre.
Por esta razón, los fariseos y maestros de la ley, quienes conocían la profecía de Daniel, ardían en ira y deseaban continuamente matarlo.
Ahora, volviendo a Marcos 10:45, cuando el Señor dice:
“Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”, ¿alcanzamos a dimensionar sus palabras?
Es decir, Aquel que tiene todo poder y autoridad, quien es Soberano sobre cielo y tierra, y a quien pertenecen todas las cosas, vino al mundo en forma de hombre, pero no para ser servido, sino para servir.
¡Qué gloriosas son las palabras del Señor Jesús!
Él, siendo Dios y dueño del universo, no vino a esta tierra esperando que lo sirvieran, sino buscando servir a otros y entregar su vida por su rescate.
Mis amados, en esto consiste el reino de Dios, en servicio, amor, entrega, sacrificio y humildad.
Si no ejercitamos estas virtudes y las hacemos parte de nuestro diario vivir, sino que vamos por la vida llenos de egoísmo, arrogancia y soberbia, estamos muy equivocados.
En realidad, somos enemigos del reino de Dios y del Hijo del hombre.
En un mundo en donde todos buscan su propio beneficio y viven para sí mismos, los cristianos debemos distinguirnos.
Debemos ser siervos y vivir con humildad de corazón.
Nuestro Maestro y Señor nos mostró que, aunque Él es el dueño de todo y es Rey por la eternidad, lo más importante es el servicio.
La sociedad actual está inmersa en sí misma y cada persona vive centrada solo en su bienestar sin pensar en los demás.
Hoy ya nadie se molesta en ver si su prójimo atraviesa dificultades o problemas para tenderle una mano.
En relación a sus hijos, Dios no está conforme con esta clase de actitud.
Él dijo claramente que debíamos seguir su ejemplo y que, así como Él vino a servir, nosotros también debíamos servir a otros.
Nunca debemos olvidar esta valiosa lección.
La Biblia nos enseña que Dios no está satisfecho si vivimos solamente viendo por nosotros mismos y pensando en nuestro propio beneficio.
Hace tiempo, leí una historia apasionante.
En los Estados Unidos, había una anciana que estaba parada afuera de una mueblería, mientras esperaba su transporte.
Aquella, era una tarde lluviosa y tormentosa, en la que el viento frío no dejaba de soplar.
Los empleados de la tienda de muebles estaban sentados junto al dueño del establecimiento, charlando, ya que no había ningún cliente al que atender.
Sin embargo, el dueño de la mueblería salió de la tienda llevando un paraguas, e invitó a la anciana a entrar.
Al principio, ella no quería entrar en la mueblería, ya que no tenía en mente comprar ningún mueble.
No obstante, el dueño del lugar insistió para que entrara de todas formas y se sentara a descansar un poco.
Le ofreció una silla muy cómoda y luego, con suma amabilidad, le explicó muchas cosas sobre muebles.
La anciana estaba refugiándose de la lluvia, mientras esperaba un vehículo que vendría a buscarla.
Al escuchar esto, el dueño de la empresa le preguntó cuál era nombre de matrícula y salió afuera a esperarlo.
Cuando el automóvil finalmente llegó, muy educadamente él la llevó hasta el vehículo y luego olvidó todo lo que había pasado.
Tiempo después, una asombrosa carta fue entregada en aquella mueblería.
La anciana de aquel día lluvioso resultó ser la madre de un gran empresario, quien había hecho una fortuna en el negocio del acero.
Este hombre, después de escuchar la maravillosa historia contada por su madre, decidió comprar todos los muebles de esa tienda para la mansión que estaba construyendo en Escocia.
Además, adquirió todos los muebles de oficina para toda la cadena de edificios de su compañía.
Aquel hombre que salió con un paraguas una tarde lluviosa a invitar a una anciana a sentarse en una silla, hizo una gran fortuna que jamás soñó.
Todo esto sucedió por su actitud y estilo de vida de no pensar en sí mismo, sino que se interesó por el bienestar de otros.
La enseñanza de esta historia no es que todos nos haremos ricos en cuestiones terrenales por servir a nuestro prójimo.
Se trata de que todos acumularemos grandes riquezas espirituales y seremos acaudalados en paz y gozo, cuando vivamos sirviendo a nuestro prójimo.
Mis amados, esta es la esencia del cristianismo: el servicio y el amor al prójimo.
Dios no quiere que vivamos con egoísmo, pensando solo en nosotros mismos.
El Señor quiere que el esposo sirva a la esposa y que busque siempre su bienestar; Él quiere que la esposa se olvide de sí misma y busque bendecir a su esposo.
Muchas veces, cuando trato algún problema matrimonial, escucho que el esposo o la esposa se quejan diciendo:
“Es que mi marido no me atiende; es que mi esposa no hace lo que yo quiero”.
Esa actitud es una actitud errónea frente a la vida.
Nunca seremos felices si solo pensamos en que otros deben satisfacernos y hacernos felices.
La verdadera felicidad está en servir y entregar la vida por el otro.
Quitemos el egoísmo de nuestro corazón.
El día de hoy, salgamos a la calle, seamos amables y cordiales en el amor de Jesucristo, y sirvamos a nuestro prójimo.
¿Por qué no hace algo desinteresado el día de hoy por alguien? ¿Por qué no pensamos en el bienestar de nuestro prójimo en este día?
Jesucristo es el Hijo del Hombre, el dueño del universo.
Sin embargo, Él nos enseñó que lo más importante es el servicio; y que no debemos buscar la gloria y el aplauso de los hombres.
Quienes vivan con una actitud de servicio y se despojen de sí mismos para servir a otros con humildad, no solo acumularán enormes riquezas espirituales, sino que alcanzarán la verdadera felicidad, y la paz y el gozo nunca se apartarán de sus vidas.
Dios hará milagros y dará amor a muchas personas, cuando tengamos tal actitud en la vida: La actitud de Jesucristo, el Siervo que vino al mundo a dar su vida por otros.

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