Mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás (Génesis 2:17).
Para caminar con Dios, primero debemos comprender que Él es un Dios de misericordia que nos trata a nosotros, que somos su pueblo, con amor y gracia. También, debemos aferrarnos a la perspectiva de Dios. En eso consiste el cristianismo. Un cristiano es aquel que vive obedeciendo el punto de vista celestial.
Por otro lado, para que podamos caminar debidamente con Dios, siendo prosperados en todo, con salud, así como prospera nuestra alma, debemos comprender la autoridad de Dios.
Mateo 8 nos narra cómo Jesús sana al siervo de un centurión. Cuando Jesús iba a entrar en Capernaum, un centurión fue a Jesús y le pidió que sanar a su siervo que estaba paralítico. El Señor le preguntó dónde vivía para ir a su cada y sanar a su siervo. De inmediato, el centurión dijo: algo muy interesante (Mateo 8:8). Al oír las palabras de este hombre, el Señor se maravilló (V. 10).
Cristo dijo esto porque el centurión reconoció la autoridad de Dios. El centurión tenía la fe de que bastaba con que Jesús hablara para que su siervo sanara. Al igual que este hombre, nosotros debemos reconocer y rendirnos ante la autoridad de Dios, la cual es la autoridad que creó el universo y todo lo que en él hay. Esa es la fe que Dios bendice y la fe que trae milagros.
Génesis 1:1 y el Salmo 8:3 hablan sobre Dios creando el mundo. Ya que Dios es el Creador de todas las cosas y el Autor de la vida, solamente Él tiene la autoridad sobre todas las cosas. Dios no solo creó el cosmos sino que también creó la vida del hombre. Dios creó a Adán y a Eva y les situó en el huerto del Edén donde no existían el sufrimiento ni el dolor. Sin embargo, le dio una advertencia (Génesis 2:16-17).
El fruto del árbol del bien y del mal representaba la autoridad de Dios. El juicio del bien y del mal puede hacerlo solo Dios, el creador de este mundo. Sin embargo, el hombre cayó en la tentación del diablo que le sugirió que el hombre puede ser como Dios si comía del árbol prohibido. Tentado de esta forma, el hombre comió el fruto prohibido y cometió el grave pecado de desafiar la autoridad de Dios.
Por ese pecado, el hombre fue expulsado del Edén. Después de esta transgresión, el hombre desafió de nuevo a Dios al construir la torre de Babel. Esta vez también fracasó porque Dios puso confusión en el hombre diversificando las lenguas, lo que provocó la dispersión del hombre sobre la faz de la tierra.
No solo esto, sino que en la época de Cristo, muchos fariseos, doctores de la ley, saduceos y fariseos, desafiaron sin cesar al Señor Jesús. No creían que fuera el Hijo de Dios y por eso lo desafiaban. Al final, gritaron injustamente pidiendo su crucifixión. Todo esto, simplemente era un desafío y desconsideración a la voluntad y autoridad de Dios.
A través de la historia, Dios nos muestra que todo aquel que desafía su autoridad recibe un juicio terrible. Todo aquel que cree en Jesucristo llega a recibir salvación. Pero los que se oponen a Él reciben un castigo severo. Por lo tanto, debemos aceptar a Jesús como nuestro Salvador y debemos reconocerlo como nuestro Señor.
Romanos 13:2 habla sobre la autoridad. Si bien, Dios es un Dios de amor, de misericordia y de gracia, Él mismo es un Dios de autoridad, un Dios justo y recto.
Hoy en día, la persona que quiera caminar con Dios no puede hacerlo bajo sus propios terminos humanistas y egoístas, sino que debe aceptar la autoridad de Dios y debe obedecerla y seguirla. La autoridad de Dios reside primeramente en su Palabra. La Biblia no es un tema de discusión entre si queremos obedecerla o no. La Biblia es la Palabra de Dios que no puede ser alterada.
La historia del hombre está muy matizada con desafíos y rebeliones contra la autoridad de Dios. Y siempre, después del desafío de esta autoridad, ha venido el juicio divino. Hoy muchas personas están enfermas, arruinadas, destruidas y perdidas, porque han hecho de la autoridad de Dios algo aborrecible, han negado su poder y han optado por vivir a su propio modo.
Pero debido a que Dios está lleno de justicia y amor, envió a su Hijo Cristo a la tierra para que todo el que cree en Él y le reciba pueda recibir el perdón de sus pecados de rebeldía ante su autoridad, y de ese modo alcance salvación (Juan 3:16).
Dios es la autoridad absoluta en el universo, y quienes desafían sus mandatos reciben el juicio. No obstante, quienes le obedecen y le aman vivirán y triunfarán en la vida.
Haga esta oración conmigo.
Señor y Dios, Tú eres la autoridad absoluta, el Creador del universo y el Autor de la vida. Te damos gracias por tu Palabra que es la guía para nuestra vida. También te damos gracias porque bajo tu autoridad tenemos total seguridad y esperanza. Bajo tu abrigo estamos resguardados y protegidos. Ayúdanos a obedecerla en todo tiempo. Te lo pedimos en el nombre de Jesús, tu Hijo. Amén y amén.
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