"Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas, En cuyo corazón están tus caminos." (Salmo 84:5)
Una de las razones por las que el Señor nos invita a tener una comunión diaria con Él es para que aprendamos a confiar y descansar en sus promesas. Cuando lo hacemos, nuestra mente está tranquila y nuestro corazón se aclara. Por esta razón, tener comunión con Dios es sinónimo de descansar en Él.
Aquella persona que quiera vencer el afán y la ansiedad, y quiera disfrutar de la abundante paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento, primero tiene que aprender el arte de la comunión con Dios. En realidad, esta es la clave de la vida.
La comunión con Dios nos lleva muy alto
Jim Whitaker, fue el primer estadounidense que conquistó la cima del Everest. La historia de este hombre es muy particular. El cuenta que, cuando el grupo de escaladores estadounidenses con los que iba para subir al Everest se reunieron en Nepal, los guías Nepalíes les dijeron: “Si quieren subir hasta la cima, deben confiar en nosotros y seguirnos. Por la mañana, partiremos rumbo a la cima”.
Instantáneamente, los escaladores se rieron de los guías, y dijeron: “¿Acaso no saben de dónde venimos? Somos profesionales del alpinismo, venimos de un país de primer mundo, ¿de verdad pretenden que confiemos y los sigamos? ¡Qué absurdo”. Y decidieron no seguirlos.
Esa noche, Jim Whitaker la pasó orando, pidiéndole a Dios sabiduría: “Señor, ¿qué debo hacer? Sigo a mi grupo os sigo a los Nepalíes?” El Señor le respondió: “Tienes que seguir a los guías de este país. Los Nepalíes conocen el camino”.
A la mañana siguiente, Jim se acercó a ellos y les dijo: “Quiero subir a la cima. Voy a seguirlos a ustedes”. Sorprendentemente, él fue el único que logró subir a la cima del Everest, mientras que todos sus colegas se vieron obligados a regresar a la mitad del camino.
Según la historia, Whitaker fue el primer norteamericano que conquistó el Everest, como consecuencia de su obediencia y humildad. El desistir a sus propios pensamientos y depender de la ayuda de quienes conocían el camino, hicieron que este hombre se sentara en la cima del éxito.
Su humildad lo impulsó a creer en los guías y a seguirlos. Por otro lado, los soberbios quedaron a mitad del camino, porque confiaron en sí mismos, en su experiencia y entendimiento, y no en los guías.
Al igual que el relato anterior, tener comunión con Dios implica tener un corazón humilde que busca la sabiduría de lo Alto. Aquel que tiene un espíritu soberbio, no está dispuesto a depender de Dios. Pero el humilde y el sabio no confían en sus pensamientos y sus propios juicios, sino en el Señor y sigue hasta el final.
Si para conquistar el Everest es necesario seguir al guía humildemente, cuanto más es necesario tener comunión con Dios y depender de Él, para subir a la cima del Everest de la vida.
El día de hoy, Dios nos dice: “Puedes vivir la vida siguiendo mi consejo. Pero si vives con tus propias fuerzas, tú mismo tendrás que llevar las cargas. Si sientes fatiga y cansancio es porque tú mismo estás llevando el peso. Pero si obedeces mi consejo y confías en mí, yo llevaré tus cargas, yo haré el trabajo pesado”.
Otra manera de decirlo es que, cuando nos acercamos a Dios diariamente y tenemos esos preciosos tiempos de comunión con Él, nuestras cargas son aliviadas y nuestra alma fatigada, descansa.
El Salmo 84:5 dice así: “Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas,
En cuyo corazón están tus caminos”. ¡Qué preciosa Palabra es esta! Entonces, ¿qué significado tiene para nosotros el día de hoy?
La persona más feliz es aquella que, no se apoya en sí misma ni depende de sus propios pensamientos y razonamientos, sino aquella que hace de Dios su fortaleza y su esperanza.
En esta vida, tenemos que elegir entre seguir nuestros propios pensamientos e ideas o aferrarnos a Dios y seguirlo a Él. Si elegimos vivir de acuerdo con nuestras propias ideas, siempre llevaremos una pesada carga de ansiedad y preocupación, y nuestra vida caerá en el desánimo.
Sin embargo, si nos apoyamos en el Señor, Él mismo resolverá nuestros problemas, nos dará fuerzas y nos ayudará a salir adelante. Al respecto, el Salmo 20:7-8 dice lo siguiente: “7 Estos confían en carros, y aquéllos en caballos; Mas nosotros del nombre de Jehová nuestro Dios tendremos memoria. 8 Ellos flaquean y caen, mas nosotros nos levantamos, y estamos en pie”.
La palabra “flaquear” se relaciona con la falta de alimentación que lleva a la debilidad, para después llevar a la caída. Esto indica que la persona que confía en sí misma no podrá estar de pie para siempre. Sus fuerzas se agotarán y finalmente tropezará.
Sin embargo, la persona que confía en Dios tiene el espíritu alimentado y por eso es capaz de sobreponerse a las presiones más profundas de la vida. Además, estará de pie para ver el favor de Dios y su vida estará rodeada por la bendición.
A propósito, ¿en quién se está apoyando usted el día de hoy? ¿Acaso está haciendo las cosas en sus propias fuerzas y por eso se siente tan cansado y abrumado? Deje hoy aquella situación en manos de Dios y confíe sus cargas a Dios. El Buen Pastor le ayudará y aliviará su carga.
El Salmo 84:5 nos enseña que la persona más dichosa y feliz es la que se apoya en Dios y tiene sus fuerzas puestas en Él. Además dice: “En cuyo corazón están tus caminos”.
El teólogo Jonathan Edwards dijo: “No tiene el hombre mayor bendición que caminar con su Señor. Y no tendrá el hombre mayor deleite que andar en los caminos de su Dios”.
Cuando la Biblia habla de “Los caminos de Dios” esto se refiere a su carácter, deseos, pensamientos y planes. Otra manera de decirlo es que “Los caminos de Dios” son la “Voluntad de Dios” en la que cual Él quiere que vivamos y andemos.
En síntesis, tener los caminos de Dios en nuestro corazón es tener los pensamientos de Dios en nosotros. ¿Cómo es esto posible? Por medio de la meditación y la reflexión de la Palabra de Dios.
A medida que leemos la Palabra, obedecemos los mandamientos de Dios y nos sentamos a sus pies en oración, Él nos enseña su camino y nos ayuda a caminar con Él. Entonces, la dicha y la felicidad vienen a nuestra vida.
En conclusión, para tener éxito en la vida, para ser realmente felices y encontrar la plenitud, tenemos que entrar en comunión con Dios. Esto es posible cuando nos despojamos del pensamiento centrado en el hombre y fijamos nuestros pensamientos en Dios y a la vez nos apoyamos por completo en Él.
Recuerde, el día de hoy, que a través de la comunión con Dios hallamos fortaleza y ánimo para el diario vivir.
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