Desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios (Salmo 90:2).
Imagine por un momento algo que es inmutable, es decir, no presenta ninguna clase de cambios. Es imperecedero, no se desgasta ni se agota, ni disminuye. Y algo que es intransigente, es decir, algo que no se doblega, no puede experimentar mejorías ni puede empeorar. Y tratar de pensar en esto, en realidad, es tratar de pensar en la eternidad.
Tratemos por un momento de pensar en algo como tal. De inmediato, nuestra mente se ve limitada y bloqueada. ¿Cómo puede ser que algo nunca se desgaste? O ¿cómo puede ser que algo no presente alteraciones? Nuestra mente, solo está capacitada para pensar en términos de lo que conoce.
El mundo en el que vivimos se deteriora rápidamente. Las cosas a nuestro al rededor, como dice Colosenses 2:22, se “desgastan con el uso”. Incluso nosotros mismos, envejecemos, la juventud se va como un suspiro y pronto la flor de la vida se apaga lentamente. Por lo tanto, nos resulta imposible concebir algo que pueda eludir estas leyes naturales.
Por eso, la mejor forma de explicar algo que está más allá de nuestra razón es, no hablando de lo que son las cosas, sino de lo que NO son las cosas. ¿Qué quiero decir? Que siempre que nuestra mente llega a un límite y lo que hay más allá es imposible de ser explicado, usamos palabras en sentido negativo.
Por ejemplo, si vamos a hablar de algo que es cambiante podemos usar palabras como alterable, mudable, variable. Pero si vamos a hablar de algo que no puede cambiar, son muy pocas las palabras que pueden describirlo. Por eso usamos palabras como INfinito, INmutable, INvariable, INalterable, INtransigente.
Hay cosas que se encuentran más allá de nuestro entendimiento. Cosas que superan nuestra comprensión. Cosas que sencillamente no podemos poner en palabras. Nuestra mente suele llegar a un punto en el que se encuentra limitada y es incapaz de ir más allá.
Una de estas cosas, que supera nuestra comprensión y nuestro entendimiento, es la eternidad. Leemos en la Biblia versículos que hablan sobre la eternidad. Pero no siempre alcanzamos a entenderla.
Por ejemplo, el Salmo 90:12, dice: “…”. “Dese la eternidad y hasta la eternidad” ¿Qué significa esta expresión? También, en 1 Crónicas 16:35 leemos: “…”. ¿Qué quiere decir la Biblia con esto?
Sin lugar a dudas, uno de los temas que más superan nuestra comprensión es la eternidad. Sin embargo, llegar a comprender aunque sea un poco de ella tiene el poder de transformarnos y renovarnos. De hecho, la eternidad es uno de los temas que más fortalecen la fe del cristiano.
Cuando hablamos de la eternidad, de inmediato pensamos en una gran cantidad de tiempo y tratamos de decir: Miles de miles de años. Siglos, milenios. La mayor parte de la gente relaciona la eternidad con el tiempo. Sin embargo, en la Biblia, la eternidad no se refiere a una medida temporal sino a sus cualidades.
¿Qué es la eternidad, entonces? La eternidad es el estado imperecedero, inmutable e intransigente de las cosas. La eternidad es el lugar en donde las cosas no se desgastan, ni se arruinan ni pierden su brillo. Es el estado de perfección absoluta. Desde luego, un estado como tal es fácilmente relacionado con una cantidad interminable de tiempo, porque si no se puede desgastar entonces no puede tener final.
Y lo que es más asombroso, la eternidad es un atributo privado e irrepetible de Dios. Es decir, solo hay un ser Eterno, y ese ser es Dios. En realidad, cuando estamos tratando de comprender la eternidad estamos tratando de comprender a Dios. Esto es como querer poner toda el agua del mar en una cubeta. Tal cosa no solo es imposible, sino que es absurda.
La Biblia dice acerca de Dios: “…” (Deuteronomio 33:27) y añade: “…” (Salmo 48:14). No solo eso, en 1 Timoteo 1:17 se da una descripción asombrosa de Dios: “…”. En hebreo, uno de los nombres de Dios es El-Olam que significa “El Eterno”. Esta palabra se refiere al Dios inmutable, al Dios que no cambia, no se altera, no puede mejorar, no puede empeorar, no puede aprender nada nuevo y no puede dejar de ser, porque sencillamente es eterno.
Puede que usted se pregunte: “Y ¿cuál es la relación que guarda todo esto con mi vida?” Que la eternidad es el lugar al que nos dirigimos los cristianos. El Señor Jesús dijo: “…” (Juan 10:28). El apóstol Pedro dijo: “…” (1 Pedro 5:10). Dios nos llamó a estar con Él su gloria eterna.
Además, la eternidad es el lugar de pleno gozo y eterna felicidad. Isaías 57:15 dice: “…”. Dios habitará con los humildes de corazón, los que se hayan rendido a Cristo y le hayan buscado de todo su ser en esta tierra. Esa es la promesa de la eternidad que hemos recibido y la cual aguardamos.
Haga esta oración conmigo.
Dios, Tú eres el Eterno, el Inmutable, el Inmortal. Y nos has llamado por medio de la fe en Cristo a habitar contigo en esa gloria eterna tuya. Por eso, nuestras vidas no pueden permanecer enfocadas en lo terrenal sino que debemos vivir para esa eternidad que nos aguarda.
Que el día de hoy abandonemos el pensamiento secular, el humanismo, la tradición para buscarte con corazones sinceros, con corazones humildes. Aspiramos a esa gloria eterna en donde Tú, el Altísimo, harás tu morada con los hombres. Oh, Señor, queremos pedirte que cambies nuestra visión y nuestro entendimiento de la vida. Que miremos más allá, que vivamos con esperanza, que nos apartemos del pecado. En el nombre de Jesús. Amén y amén.
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