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La expectativa de Dios

Foto del escritor: Marlon CoronaMarlon Corona

Actualizado: 21 jun 2019

Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional (Romanos 12:1).

Caminar con Dios es una experiencia que renueva el alma y brinda un toque único de frescura y paz para la vida. Cuando hablo de caminar con Dios no me refiero a un suceso esporádico o a una actividad intermitente, sino a algo continuo, progresivo, constante. Es decir, se trata de dar pasos diariamente y de avanzar. Por eso, la persona que camina con Dios es aquella que a diario tiene un encuentro con Él y de ese modo crece y madura en la fe.

Cuando, en un hogar, los padres llegan a tener hijos, ellos esperan que los niños crezcan sana y debidamente. Por eso, les dan amor, cuidado y se esfuerzan al máximo por darles una buena educación. Mientras los hijos crecen, los padres tienen grandes expectativas para ellos. Algunos padres sueñan con que sus hijos sigan sus pasos y hereden las empresas que con tanto trabajo construyeron.

Otros padres, sueñan con que sus hijos sean personas respetables, amables y apreciables. Los buenos padres quieren ver a sus hijos triunfar. Y por consiguiente, todo padre tiene una expectativa puesta en su hijo. Todo padre tiene depositado un sueño en la vida de su hijo. Y de la misma manera, el Padre celestial, quien nos amó y nos dio salvación por medio de Cristo, tiene una gran expectativa con nosotros.

Cuando los hijos, después de haber recibido amor, cuidado y una buena educación en el hogar, optan por un camino destructivo y que trae deshonra a la familia, entonces los padres se entristecen. Al igual el Padre celestial. Cuando sus hijos van por el camino de pecado y desobediencia, eso entristece a Dios. El Señor Jesús se lamentó por el pueblo de Israel en Mateo 23:37.

Por lo tanto, una de las cosas más importantes que debemos tener en cuenta para caminar con el Señor es la clase de vida que Él quiere llevemos. Esto es a lo que llamo “La expectativa de Dios”. Debemos meditar profundamente en la pregunta “¿Cómo espera Dios que yo viva? ¿Qué clase de vida quiere el Señor que yo lleve a cabo?” Y debemos esforzarnos al máximo por llevar vidas que agraden y honren su Nombre.

Debemos preguntarnos: “Dios, ¿cómo quieres que viva?” La respuesta a esta pregunta la encontramos en Romanos 12:1. En los días del Antiguo Testamento, los israelitas ofrecían animales mediante el derramamiento de sangre, al poner partes del animal sobre el altar y quemarlas en sacrificio. En la actualidad, el Señor nos dice, ya no que sacrifiquemos animales, sino que nosotros mismos seamos el sacrificio.

Esto no quiere decir que nos hagamos daño en nuestro cuerpo o que derramemos nuestra sangre, sino más bien significa ofrecernos en completa obediencia y fe a Dios. Ahora, es nuestra vida la que debe ofrendarse al Señor. Y como sacrificios, a donde quiera que vayamos, debemos llevar vidas de adoración a Dios.

Pablo fue el primero en introducir el concepto de un “sacrificio vivo”. Las personas de la época sabían lo que era un sacrificio, pues ellos mismos los ofrecían. Aquellas personas sabían que la única manera de que se tratara de un sacrificio era cuando el animal moría derramando su sangre.

Sin embargo, el apóstol Pablo dice: “Ahora, ustedes son el sacrificio de Dios. Y ya no es un sacrificio en un altar, sino es el sacrificio de cada día, en su vida cotidiana. Es la obediencia a Dios, la entrega y la fe en Él”. Por lo tanto, nosotros que queremos caminar con Dios debemos ofrecer nuestras vidas como sacrificios vivos.

Además, Pablo dijo: “sacrificio santo”. Esto se refiere a una vida apartada del pecado en la cual vivimos con devoción en nuestro corazón. La razón por la que muchas personas colapsan y terminan siendo un mal testimonio, es porque no han cuidado su devoción a Dios. Por una parte pueden parecer religiosos y santos, pero en lo privado no cuidan su comunión con el Señor.

Para caminar con el Señor debemos apartarnos del pecado tanto en publico como en lo privado. Debemos vivir delante de Dios cada día de nuestra vida. Muchas personas viven como si Dios no estuviera mirando y por eso pecan en privado. Eso solo lleva a la destrucción y al quebranto. Debemos ser íntegros.

Además, debemos ser un sacrificio que agrade a Dios. Todo lo que hagamos, debemos hacerlo para agradar a nuestro Dios. Debemos pensar, no en lo difícil que es esta o aquella tarea. Debemos pensar, no en lo difícil que es perdonar y servir al prójimo. No. Sino que debemos pensar que cada vez que obedecemos a Dios, que cumplimos la misión que Él nos ha dado o que servimos a nuestro prójimo, eso alegra a Dios y le agrada.

Cuando tenemos esto presente, ser sacrificios vivos, santos y agradables a Dios, entonces nuestro caminar con Él será un manantial para nosotros. La fe tendrá lugar en nuestra vida en donde antes había temor e inseguridad. Seremos prosperados en todo, gozaremos de buena salud así como prospera nuestra alma.

Haga esta oración conmigo. Gracias Señor por haberme amado desde antes de la fundación del mundo y por haberme hecho tu hijo. Verdaderamente, quiero vivir una vida que te agrade. El día de hoy, concédeme por tu gracia, la fortaleza para vivir como un sacrificio vivo, santo y agradable.

Disfrutamos la bendición de caminar contigo. Que tu Espíritu Santo nos guía a vivir de acuerdo con tu voluntad. En el nombre de Jesús. Amén y amén.

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