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La humildad

Foto del escritor: Marlon CoronaMarlon Corona

El salmista tenía un deseo ardiente de ser enseñado por Dios y aprender a caminar junto a Él.


Por esta razón, no dejaba de clamar (Salmo 25:5):


“Encamíname en tu verdad, y enséñame, porque tú eres el Dios de mi salvación; en ti he esperado todo el día”.


Fue este deseo de ser enseñado por Dios lo que lo distinguió y lo llevó tantas veces a la victoria tanto en el ámbito imperial como en su vida personal.


Los hijos de Dios, si anhelamos una victoria similar, también debemos tener un deseo similar.


Debemos tener un anhelo creciente por ser enseñados y moldeados por Dios.


Al igual que el salmista, nosotros debemos orar y decirle al Señor:


“Encamíname y enséñame. Señor, anhelo hacer tu voluntad y vivir a tu manera.


Le quiero recordar que ahora que hemos creído en Cristo, hemos entrado en la escuela de Dios y Él mismo nos está enseñando el estilo de vida superior.

De la misma forma como los estudiantes asisten a la universidad y les son impartidas asignaturas, Dios trabaja en nosotros desarrollando ciertas disciplinas que deben ser aprendidas y practicadas.

Entre ellas, una de las lecciones más valiosas que el Señor nos enseña es: La humildad.


Si tan solo aprendemos las lecciones que nos son impartidas en la escuela de Dios y las ponemos por obra, nuestra vida experimentará un cambio asombroso.


No solo eso, sino que la felicidad y la paz, ambas, serán una realidad en nuestro diario vivir.


Precisamente, el pasaje en el que quiero que meditemos el día de hoy se encuentra en el Evangelio de Mateo, en el capítulo 23.

En este pasaje dela Escritura, el Señor Jesús señaló el terrible error de los fariseos de querer vivir una vida de arrogancia y soberbia.

Ellos solo querían vivir en una apariencia, mostrando una cara frente a los demás, pero no estaban dispuestos a cuidar su corazón ni a poner por obra la Palabra de Dios.


Por ende, se convirtieron en enciclopedias que contenían toda la información acerca de la ley de Moisés.

No obstante, no manifestaban el carácter de Dios ni andaban como es digno de Él, sino todo lo contrario.

Quizá uno de los métodos que Dios emplea para enseñarnos sea el del “ejemplo negativo”.


Es decir, al estar en la escuela de Dios, antes de mostrarnos cómo quiere que vivamos, primero nos enseña lo que debemos evitar.

Este, sin duda, es uno de los métodos más efectivos de enseñanza, pues pone nuestra vida en perspectiva.

En la Biblia, encontramos incontables ejemplos de lo que NO se debe hacer.

En Mateo 23, a partir del versículo 1, leemos lo siguiente:


1 Entonces habló Jesús a la gente y a sus discípulos, diciendo:


2 En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos.


3 Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen.

4 Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas.


5 Antes, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. Pues ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos;


6 y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas,

7 y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí”.


Muchas personas, después de leer este relato, se cruzan de brazos y dicen: “¿Ya ves? El conocimiento no sirve, ¡mira lo que le hizo a los fariseos!”


Y muchos justifican su falta de compromiso con la verdades escondiéndose detrás de este argumento.


No obstante, como podemos ver, el Señor no señala que el conocimiento sea malo y no está diciendo que no debemos mantener un interés por el conocimiento y por la verdad.


Más bien, Él está indicado que el mero conocimiento no es lo que agrada a Dios.

La información por sí sola no es suficiente en la vida cristiana, sino que el ejercicio de ella es lo que realmente cuenta.


Dios quiere que nosotros como sus hijos practiquemos la misericordia, la verdad y la humildad.

El Señor ha reiterado una y otra vez cómo espera que vivamos y andemos delante de Él.


En Miqueas 6:8 está escrito lo siguiente:


“Oh hombre, Él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios”.

Mis amados, la vida que el Señor quiere enseñarnos a vivir es una vida humilde, sencilla, sin mala intención y que busca siempre su voluntad.


Los fariseos habían fallado en llevar el conocimiento a la práctica.


En lugar de humillarse y buscar con sinceridad al Señor, se dejaron llevar por la gloria de los hombres y buscaron agradarse a sí mismos.

En su extravío, comenzaron a imponer pesadas cargas sobre la gente que los seguía.

Además, amaban la alabanza y la gloria de este mundo, pues solo buscaban el reconocimiento al querer que los llamaran “maestro, maestro”.


Una vez que el Señor le mostró a los discípulos lo que NO se debe hacer, prosiguió a dar una tremenda enseñanza acerca de la vida que Dios quiere que llevemos.


En Mateo 23:8 en adelante, leemos lo siguiente:


8 Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos.

9 Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos.


10 Ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo.

11 El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo.


12 Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”.


El Señor Jesús, con suma ternura y compasión, enseñó a los discípulos que lo más importante en la vida no son los títulos que uno puede recibir.


Él no se refiere estrictamente a que no digamos que alguien es nuestro maestro.


Él se está refiriendo a que no pongamos ciegamente nuestra esperanza en los hombres y que, aunque tengamos buenos maestros, nos acerquemos siempre a Él para aprender y ser corregidos.

Finalmente, el Señor Jesucristo da su máxima sobre la humildad, cuando dice:


11 El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo.


12 Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”.

Y este es el punto medular de su enseñanza, y es lo que debemos aprender el día de hoy cada uno de nosotros:

Que la humildad es la verdadera grandeza en la vida.

Y que la humildad precede al ser enaltecidos.


Aiden Wilson Tozer, mejor conocido como A. W. Tozer, dijo una frase sumamente reveladora. Él dijo:


“Fue el orgullo lo que convirtió a los ángeles en demonios; pero es la humildad la que hace que los hombres sean como ángeles”.


Quizá, uno de los principios bíblicos que más se contraponen y chocan con la cultura del mundo actual, sea el que dice que:

“El que se humilla será enaltecido”.


Esto es así, porque se suele pensar que la persona que se humilla, la que esta quebrantada, es la persona más débil e insignificante de todas.


Sin embargo, ante los ojos de Dios las cosas son muy diferentes.

Desde la perspectiva de Dios, la persona que se humilla, la que se rinde ante Él y que está quebrantada, es la persona más fuerte y la cual Él puede usar para sus propósitos.


El pastor Thomas Watson, solía contar una vivencia que tuvo junto a su padre cuando él era pequeño.

Cierto día cuando caminaba de la mano de su padre, ambos se detuvieron en en una esquina y después de un silencio, su padre le preguntó:

“Además del cantar de los pájaros, ¿escuchas algún otro sonido?”


Thomas Watson trató de poner atención y de pronto, muy a lo lejos, comenzó a escuchar un ruido.


Entonces, le dijo a su padre:

“Escucho el ruido de una carreta que viene por el camino”.


Entonces su padre le dijo:

“Así es. Se trata de una carreta vacía”.

El niño le respondió:


“¿Cómo puedes saber se trata de una carreta vacía si aún no la hemos visto?”


Entonces, su padre le respondió:


“Es muy fácil saber cuando una carreta está vacía, por el ruido que provoca. Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace”.

Esa experiencia se quedó grabada en la mente de Thomas Watson.

Tanto fue así que, al convertirse en adulto, usaba esa ilustración en sus predicaciones. Él decía:

“Cuando veo a una persona hablando demasiado, interrumpiendo la conversación de todos, siendo inoportuna, violenta, altanera, presumiendo lo que no tiene, tengo la impresión de oír la voz de mi padre diciendo: ‘Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace’”

Los hijos de Dios, que han nacido de nuevo al creer en Cristo como Señor y Salvador, deben tener en cuenta que Dios les irá transformando día con día, experiencia tras experiencia, para pasar del orgullo a la humildad, de la obstinación a la sencillez de espíritu.

Dios no dejara a nadie que sea verdaderamente su hijo en una condición perpetua de arrogancia y orgullo.


Mis amados, antes de ser orgullosos y arrogantes, debemos optar por una vida humilde, que se rinde delante de Dios.

Esto es lo que el Señor está buscando realmente.

En el Salmo 51:16-17 encontramos lo siguiente:


16 Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría; no quieres holocausto.

17 Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios”.

Dios nos e deja impresionar por la apariencia o la grandeza externa de alguien.


Lo que el Señor busca y aprecia es un corazón humilde y sencillo.

Ahora, ¿qué significa vivir con un corazón humilde delante de Dios?


Primero, la persona que tiene un corazón humilde es aquella que depende de Dios para todas las cosas.


Su confianza no está puesta en cosas tan banales y superficiales como el dinero, la cuenta de banco, las posesiones o el reconocimiento.


La persona humilde es la que siempre depende de Dios y le encomienda toda situación.

Por ende, quien se humilla ante Dios, también suele ser una persona que no pelea en sus propias fuerzas ni se apresura al tiempo de Dios.

Antes, es una persona se apoya en Dios y espera a que Él obre en su tiempo indicado.

Mis amados, en la escuela de Dios, una de las materias más importantes que debemos cruzar es la de la humildad.


Reflexionemos sobre nuestro camino.


Pensemos seriamente si estamos permitiendo el orgullo o la arrogancia en nuestro corazones.

Estos males se manifiestan a través de una equivocada confianza en las riquezas o en nuestras propias fuerzas.

El orgullo se pone en evidencia cuando una persona no depende de Dios ni espera su tiempo perfecto.

Que el día de hoy vivamos con humildad delante del Señor y que le agrademos, mientras le buscamos con sinceridad.

Que este sea nuestro clamor.




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2 Comments


Karen Gonzalez
Karen Gonzalez
Jun 16, 2020

Amen❗️hermosa la enseñanza de hoy😭🙏🏻🙌🏻♥️👏🏻

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gudino2697
Jun 16, 2020

Amén 🙏🏻 Señor ayúdame a caminar en tu verdad

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