El pastor Jonathan Edwards dijo una pequeña frase que, aunque corta, está cargada de significado. Él dijo:
“El camino más necesario es el menos transitado”.
¿Qué significan estas palabras?
Se refieren a que el camino de Dios, es decir, el andar diario y continuo con el Señor, es esencial para la vida y para nuestra propia sanidad.
Este es el camino más necesario, pero a menudo el menos transitado.
En ocasiones, es lo que menos consideramos.
En Lucas 17 encontramos un relato interesante al respecto de lo que estamos diciendo.
Se trata de la historia de diez leprosos que, parándose a distancia, levantaron su voz y le pidieron al Señor Jesús que tuviera misericordia de ellos.
Enseguida, el Señor le dijo que fueran al templo, a mostrarse ante los sacerdotes.
En otras palabras, el Señor les estaba planteando que si querían ser sanados, debían avanzar y caminar hasta el templo por fe.
Cuando alguien era sanado de la lepra, la ley decía que tal persona debía presentarse ante el sacerdote del templo y ofrecer una ofrenda de acción de gracias.
Estos diez leprosos debían ir hasta el templo por fe creyendo que serían sanados y restaurados.
Más específicamente, la Biblia nos lo relata en Lucas 17:11-14:
“11 Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea.
12 Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos
13 y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!
14 Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados”.
Lo asombroso de la historia, y lo que quiero señalar, es la última frase:
“Mientras iban, fueron limpiados”.
Este asombroso milagro de sanidad tuvo lugar, no como en otras ocasiones en las que ocurrió de una manera abrupta e instantáneamente.
En esta ocasión, el milagro fue progresivo, paulatino, eventual.
En mi experiencia personal, el milagro de la sanidad interior, en el cual Dios restaura nuestra mente y nuestras emociones, no ocurre de la noche a la mañana.
Más bien he notado que viene progresivamente, mientras una persona camina con el Señor, le conoce y le sirve con sinceridad.
Mis amados, es importante que descubramos que la sanidad interior que tanto necesitamos y que le estamos pidiendo al Señor, no viene de manera abrupta.
No se trata de un destino al que llegamos, sino más bien, es un camino en el cual avanzamos diariamente con el Señor.
Es un “paso a paso” un “día a día” con Dios.
Y tanto la transformación de nuestro carácter, así como la sanidad interior, tienen lugar en el encuentro diario con Dios.
Solo aquella persona que proponga en su corazón caminar diariamente con el Señor y vaya por el camino de Dios, podrá experimentar el milagro de la sanidad interna.
El igual que en el caso de los leprosos, esta sanidad del alma ocurre “mientras vamos”.
Es decir, mientras caminamos con el Señor.
Si usted quiere experimentar este asombroso milagro, éste no caerá del cielo como una bomba a su corazón.
Más bien, tendrá lugar como la semilla que se siembra y poco a poco crece y progresivamente manifiesta su fruto.
Dios nos invita a caminar con Él.
Esta es la clave de la sanidad en la vida personal.
No hay atajos, no hay caminos cortos, no hay fórmulas mágicas.
La sanidad tendrá lugar mientras caminemos con Dios en una relación personal y estrecha con Él.
Para ello, hay que tomar diariamente nuestra Biblia, leerla detenidamente, reflexionar sobre su mensaje, orar al Espíritu Santo para que nos dé entendimiento y comprensión de ella.
Después, debemos orar con devoción y sinceridad delante de Dios.
Debemos pedirle que nos transforme y nos cambie, y que nos ayude a vivir como a Él le agrada.
Y esta dinámica debe repetirse cada día de manera natural.
Cuando así lo hacemos, presenciaremos un gran milagro en nosotros.
Hay algo muy importante en relación a lo anterior.
En el libro del Éxodo, el Señor le ordenó a los israelitas que ofrecieran dos sacrificios continuamente.
Uno debía ser ofrecido por la mañana y otro por la tarde.
Además, el pueblo debía venir al lugar de reunión con un poco de harina, aceite y vino.
El relato lo encontramos en Éxodo 29:38-46. Dice así:
“38 Esto es lo que ofrecerás sobre el altar: dos corderos de un año cada día, continuamente.
39 Ofrecerás uno de los corderos por la mañana, y el otro cordero ofrecerás a la caída de la tarde.
40 Además, con cada cordero una décima parte de un efa de flor de harina amasada con la cuarta parte de un hin de aceite de olivas machacadas; y para la libación, la cuarta parte de un hin de vino.
41 Y ofrecerás el otro cordero a la caída de la tarde, haciendo conforme a la ofrenda de la mañana, y conforme a su libación, en olor grato; ofrenda encendida a Jehová.
42 Esto será el holocausto continuo por vuestras generaciones, a la puerta del tabernáculo de reunión, delante de Jehová, en el cual me reuniré con vosotros, para hablaros allí.
43 Allí me reuniré con los hijos de Israel; y el lugar será santificado con mi gloria.
44 Y santificaré el tabernáculo de reunión y el altar; santificaré asimismo a Aarón y a sus hijos, para que sean mis sacerdotes.
45 Y habitaré entre los hijos de Israel, y seré su Dios.
46 Y conocerán que yo soy Jehová su Dios, que los saqué de la tierra de Egipto, para habitar en medio de ellos. Yo Jehová su Dios”.
Esta porción de la Escritura, en realidad apunta a nuestros tiempos.
Es una clara representación de cómo debemos relacionarnos con Dios.
La instrucción consistía en ofrecer dos corderos de un año cada día.
El cordero sacrificado, en el Antiguo Testamento, representaba la expiación por los pecados del pueblo.
En nuestro días, ya no presentamos delante de Dios un sacrificio, de acuerdo con lo que nos fue enseñado en la carta a los Hebreos.
En el capítulo 10:1 dice así:
“Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan”.
Y en el versículo 10 añade lo siguiente:
“En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.
An la actualidad, para presentarnos delante de Dios diariamente, debemos hacerlo por medio del sacrificio ofrecido por Cristo en la cruz.
Él es nuestro Cordero, el único que puede quitar nuestros pecados y declararnos justos delante de Dios.
Por esta razón, cuando Juan el Bautista vio al Señor, levantó su voz y dijo:
“He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).
Estas palabras dichas por Juan el Bautista, representan que solo Jesucristo es el sacrifico perfecto, completo y suficiente para perdonar los pecados de los hombres.
Al presentarnos por la mañana o por la tarde, debemos hacerlo por medio de Cristo, quien es el Cordero de Dios.
En la instrucción dada por Dios en Éxodo 29, se debía incluir un puñado de harina amasada con un poco de aceite de oliva.
En otras palabras, los israelitas debían venir con un pan amasado.
Por otro lado, debían traer un poco de vino.
¿Qué significan todos estos elementos?
El pan y el vino representan la carne y la sangre del Señor Jesús.
Esto es una representación de la obra de Cristo en la cruz mediante la cual podemos venir ante Dios diariamente.
Solo la obra redentora de Cristo puede reconciliarnos con Dios.
En la última cena que compartió con sus discípulos, el Señor Jesús les dijo al go de suma importancia.
En Lucas 22:17-19 está escrito lo siguiente:
“17 Y habiendo tomado la copa, dio gracias, y dijo: Tomad esto, y repartidlo entre vosotros;
18 porque os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta que el reino de Dios venga.
19 Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí.
El pan y el vino del Antiguo Testamento apuntan al sacrificio del Señor Jesús.
Al presentarnos ante Dios diariamente, debemos recordar a Cristo quien dio su vida por nosotros.
Debemos meditar en su cuerpo partido y en su sangre derramada, y debemos dar gracias con corazones sinceros.
Nuestras vidas no deben fundamentarse en la fuerza o sabiduría de los hombres, sino en la obra culminada de Cristo.
Solo Él puede obrar poderosos milagros en nuestra vida cuando le reconocemos y vivimos vidas Cristo-céntricas.
Lo asombroso es que tanto la sanidad como la restauración de nuestra alma se llevan a cabo, no en un evento ni en un momento, sino en el compañerismo, la cercanía y la comunión con Dios diaria.
Al ser sus hijos, debemos venir diariamente delante de Él.
Por esta razón, aparte un momento en la mañana, (mi consejo es antes de que salga el sol) y medite en los caminos de Dios.
Recuerde la obra de Cristo, contémplela y dé gracias.
Por la tarde, nuevamente, tome unos minutos para presentarse ante el Señor en oración, alabarlo y bendecirlo porque Él le dado salvación y vida eterna.
Mis amados, la clave está en el encuentro diario.
Este es el secreto de la sanidad interior.
No consiste en un evento, en un día en particular, en una “experiencia”.
Consiste en un andar diario, continuo, personal, natural, con el Señor.
Si siempre venimos ante Dios basándonos en la obra de la cruz, seremos fortalecidos y revestidos de un poder espiritual asombroso.
De pronto, mientras caminamos con Dios, miraremos a nuestro interior y, de una manera asombrosa, nuestras heridas, traumas, complejos, no estarán por ningún lugar.
La clave es el encuentro diario con Dios.
Él nos dice claramente en su Palabra que Él mismo nos ha librado de la esclavitud del pecado y nos ha llamado para sí, con la finalidad de vivir juntos a nosotros en una estrecha relación diaria.
Por ende, aquella persona que desea experimentar sanidad y liberación, primero debe caminar con Dios.

No es fácil pero tampoco imposible el nos guía el camino a seguir
Para restaurar nuestras vidas y nuestras heridas interiores y también a aquellos que alguna ves herimos es importante caminar constantemente cerca de el Señor con mucha fe y en su presencia en nuestro diario vivir
Sin duda pastor la meditación es así basando el requisito que el Señor nos da en la palabra de Dios
Amen ❗️Bendiciones
Amén, gracias bendiciones