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La vara de Dios


"Porque Jehová al que ama castiga,

como el padre al hijo a quién quiere."

(Proverbios 3:12)


Cuando un pastor guía a sus ovejas, parte de su trabajo consiste en que sean alimentadas, y por eso las lleva a los pastos verdes y a los arroyos tranquilos. Sin embargo, su responsabilidad no termina ahí. El pastor debe tener sumo cuidado de que ninguna de sus ovejas se aleje del rebaño ni se extravíe.

Esta es la razón por la cual, en repetidas ocasiones, el pastor vigila que ninguna de ellas se aparte o se separe de la manada. Cuando algo así sucede, el pastor va tras ella para traerla de nuevo al rebaño. Pero, ¿qué sucede cuando una oveja insiste en salirse del redil?

Es importante recordar que el Señor es el Pastor amoroso de nuestras almas que, con paciencia y compasión, nos alimenta y nos sacia con pastos verdes al pie de la cruz.

Sin embargo, al igual que un pastor de ovejas, si nosotros nos desviamos del camino o si caemos en la obstinación y en la apatía espiritual, el Señor interviene con su disciplina para salvarnos de una segura destrucción.

Cuando una oveja es necia e insiste en separarse del rebaño, el pastor le da un golpe firme con su vara sobre la espalda. A veces, incluso, es necesario que el pastor hiera a la oveja con la finalidad de que ella no se aparte ni se pierda.

El pastor hace esto con el fin no de destruirla, sino de controlarla y cuidarla, para que no termine extraviada. Si el pastor dejara a la oveja vagar por donde ella quisiera, pronto sería atrapada por las fieras y los animales salvajes del campo, y su final sería muy trágico.

¿Sabía usted que Dios hace algo similar en nuestras vidas? Cuando la gente lleva una vida cómoda y poco a poco cae en la frialdad espiritual, muchas veces llega a decir para sus adentros: “Seguiré mi propio corazón y llevaré a cabo mis propios planes”.

Después, la gente suele construir una torre de Babel, con el orgullo y el ego. En pocas palabras, por causa de su egoísmo y apatía deja de considerar a Dios. Sin embargo, al igual que en el relato de Génesis 11 sobre la torre de Babel, debemos recordar que Dios destruye esta clase de construcciones egoístas.

Debemos cuidarnos de no caer en la frialdad espiritual, la obstinación, el egoísmo y la apatía. Estos son caminos por los cuales no debemos andar. Debido a que somos las ovejas del Señor, siempre que nos encontremos andando por cualquiera de estas sendas, el Señor nos quebrantará y nos hará volver al rebaño.

A finales del 2016, en el mes de noviembre para ser específicos, en la iglesia estábamos experimentando un crecimiento en muchas áreas. Más personas estaban asistiendo a la iglesia y, naturalmente, mis responsabilidades como pastor comenzaron a aumentar.

Lentamente, casi sin darme cuenta, comencé a caer en una rutina muerta y sin sentido. No digo que la rutina sea mala. La rutina es algo bueno cuando uno tiene un propósito y una meta. Por ejemplo, una persona que sigue rígidamente una rutina de ejercicio, comenzará a ver los resultados de esa disciplina.

Sin embargo, yo empecé a caer en una rutina sin sentido. De pronto, mis oraciones eran más cortas, mi estudio bíblico era superficial y, por la demanda de mis actividades, descuidé mi vida devocional. El trabajo ministerial comenzó a superar mi devoción y mi relación con el Señor. Desde luego, yo pensé que eso estaba bien. Pero fue ahí cuando probé la copa amarga del quebranto.

Ya me estaba sintiendo muy seguro en el ministerio y, secretamente en mi corazón, pensamientos de orgullo, autosuficiencia y arrogancia comenzaron a brotar. No obstante, yo tengo un Pastor que cuida amorosamente de mí. Esta fue la razón por la cual Él me quebrantó.

El 6 de noviembre, justo cuando la iglesia se estaba expandiendo y estábamos experimentando una gracia abundante en muchos aspectos, sufrí un accidente. Un perro me mordió el rostro y me destrozó el labio superior y parte del labio inferior. Mi rostro quedó desfigurado.

De un momento para otro, mis planes se vieron interrumpidos y frustrados. Literalmente, el Señor me cerró la boca pues, durante todo un mes no pude hablar debido a la cirugía, tuve que comer a través de un popote, y me fue imposible continuar con mi trabajo pastoral.

Algunos podrían decir: “Pero, pastor, ¿no estaba sirviendo usted a Dios? ¿Por qué el Señor le envió algo así?” Yo les respondería: “Porque Él me ama y me estaba librando de una destrucción mayor”. Si Dios no me amara, Él me hubiera dejado seguir en la misma condición y yo me hubiera autodestruído. Sin embargo, mi Pastor me ama, me golpeo con firmeza, me humilló, pero a su vez me salvó.

Durante ese mes, el Señor me hizo ver mi error. Tenía que estar en cama, reposando y sin poder siquiera decir una sola palabra. Fue ahí cuando el Señor me habló: “Hijo, no hagas del pastoreado tu mayor prioridad. Conocerme, adorarme y vivir con devoción debe ser tu mayor prioridad. Sí, debes servirme, pero ministrarme a mí debe estar primero que ministrar a la iglesia”.

Honestamente, yo sentía que la iglesia colapsaría sin mí. Pensaba que nada funcionaría y que la gente dejaría de asistir porque “el gran pastor” Marlon Corona no predicaría el domingo. Pero Dios destruyó mi torre de Babel. Para mi sorpresa, la iglesia creció aún más y el Señor me dejó ver que Él es el verdadero Pastor de la iglesia y yo apenas soy un colaborador suyo. Esa es una de las lecciones más importantes que he aprendido en toda mi vida.

¿Sabe usted porque el salmista dijo en el Salmo 23 que Dios le permite entrar en el valle de la sombra de muerte? Precisamente para tratar con su orgullo, su obstinación y su autosuficiencia. Y para que el hombre de Dios se vuelva totalmente dependiente del Buen Pastor.

Recuerde lo que dice la Escritura: “Porque Jehová al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere” (Proverbios 3:12). Tendemos a asociar la disciplina con la falta de amor. Pero para Dios, la disciplina es una gran muestra de su amor.

En cierta ocasión, un hombre le preguntó a Martín Lutero: “¿Por qué sufrimos? ¿Por qué Dios nos lleva al quebranto, en ocasiones?” A lo que Lutero respondió: “Porque Dios nos está reformando. Es porque Dios nos está puliendo y disciplinando para nuestro bien”.

Hay personas que solo buscan al Señor cuando están en medio de una crisis y están desesperadas. Nuestro Buen Pastor nos deja pasar por el valle de sombra de muerte y deshace nuestro orgullo y nuestros planes egoístas. Es decir, Él nos quebranta y nos hiere.

A través de esto, nos hace confiar solamente en su guía y en su poder no solo para que no nos destruyamos a nosotros mismos sino para que alcancemos la victoria y lleguemos triunfantes al cielo.

El Señor está comprometido a alimentarnos bien y hacernos beber agua pura. Al mismo tiempo, también nos cuida para que no nos extraviemos, aunque a veces tenga que romper nuestro ego y nuestro orgullo para nuestro propio bien. La persona que no es quebrantada no es útil para los propósitos de Dios.

Por lo tanto, cada siervo que el Señor levanta y usa, tiene que pasar por el valle de sombra de muerte y por el desierto. Confiemos en el Buen Pastor, amoroso y compasivo, que nos guía con su vara y su cayado por los caminos de esta vida.

www.ascenderiglesia.com

Si deseas recibir los audios de las Meditaciones Ascender en tu celular, envíanos un mensaje de WhatsApp con tu nombre al +5213322061834 ¡Es gratis y siempre lo será!La vara de Dios

"Porque Jehová al que ama castiga,

como el padre al hijo a quién quiere."

(Proverbios 3:12)

Cuando un pastor guía a sus ovejas, parte de su trabajo consiste en que sean alimentadas, y por eso las lleva a los pastos verdes y a los arroyos tranquilos. Sin embargo, su responsabilidad no termina ahí. El pastor debe tener sumo cuidado de que ninguna de sus ovejas se aleje del rebaño ni se extravíe.

Esta es la razón por la cual, en repetidas ocasiones, el pastor vigila que ninguna de ellas se aparte o se separe de la manada. Cuando algo así sucede, el pastor va tras ella para traerla de nuevo al rebaño. Pero, ¿qué sucede cuando una oveja insiste en salirse del redil?

Es importante recordar que el Señor es el Pastor amoroso de nuestras almas que, con paciencia y compasión, nos alimenta y nos sacia con pastos verdes al pie de la cruz.

Sin embargo, al igual que un pastor de ovejas, si nosotros nos desviamos del camino o si caemos en la obstinación y en la apatía espiritual, el Señor interviene con su disciplina para salvarnos de una segura destrucción.

Cuando una oveja es necia e insiste en separarse del rebaño, el pastor le da un golpe firme con su vara sobre la espalda. A veces, incluso, es necesario que el pastor hiera a la oveja con la finalidad de que ella no se aparte ni se pierda.

El pastor hace esto con el fin no de destruirla, sino de controlarla y cuidarla, para que no termine extraviada. Si el pastor dejara a la oveja vagar por donde ella quisiera, pronto sería atrapada por las fieras y los animales salvajes del campo, y su final sería muy trágico.

¿Sabía usted que Dios hace algo similar en nuestras vidas? Cuando la gente lleva una vida cómoda y poco a poco cae en la frialdad espiritual, muchas veces llega a decir para sus adentros: “Seguiré mi propio corazón y llevaré a cabo mis propios planes”.

Después, la gente suele construir una torre de Babel, con el orgullo y el ego. En pocas palabras, por causa de su egoísmo y apatía deja de considerar a Dios. Sin embargo, al igual que en el relato de Génesis 11 sobre la torre de Babel, debemos recordar que Dios destruye esta clase de construcciones egoístas.

Debemos cuidarnos de no caer en la frialdad espiritual, la obstinación, el egoísmo y la apatía. Estos son caminos por los cuales no debemos andar. Debido a que somos las ovejas del Señor, siempre que nos encontremos andando por cualquiera de estas sendas, el Señor nos quebrantará y nos hará volver al rebaño.

A finales del 2016, en el mes de noviembre para ser específicos, en la iglesia estábamos experimentando un crecimiento en muchas áreas. Más personas estaban asistiendo a la iglesia y, naturalmente, mis responsabilidades como pastor comenzaron a aumentar.

Lentamente, casi sin darme cuenta, comencé a caer en una rutina muerta y sin sentido. No digo que la rutina sea mala. La rutina es algo bueno cuando uno tiene un propósito y una meta. Por ejemplo, una persona que sigue rígidamente una rutina de ejercicio, comenzará a ver los resultados de esa disciplina.

Sin embargo, yo empecé a caer en una rutina sin sentido. De pronto, mis oraciones eran más cortas, mi estudio bíblico era superficial y, por la demanda de mis actividades, descuidé mi vida devocional. El trabajo ministerial comenzó a superar mi devoción y mi relación con el Señor. Desde luego, yo pensé que eso estaba bien. Pero fue ahí cuando probé la copa amarga del quebranto.

Ya me estaba sintiendo muy seguro en el ministerio y, secretamente en mi corazón, pensamientos de orgullo, autosuficiencia y arrogancia comenzaron a brotar. No obstante, yo tengo un Pastor que cuida amorosamente de mí. Esta fue la razón por la cual Él me quebrantó.

El 6 de noviembre, justo cuando la iglesia se estaba expandiendo y estábamos experimentando una gracia abundante en muchos aspectos, sufrí un accidente. Un perro me mordió el rostro y me destrozó el labio superior y parte del labio inferior. Mi rostro quedó desfigurado.

De un momento para otro, mis planes se vieron interrumpidos y frustrados. Literalmente, el Señor me cerró la boca pues, durante todo un mes no pude hablar debido a la cirugía, tuve que comer a través de un popote, y me fue imposible continuar con mi trabajo pastoral.

Algunos podrían decir: “Pero, pastor, ¿no estaba sirviendo usted a Dios? ¿Por qué el Señor le envió algo así?” Yo les respondería: “Porque Él me ama y me estaba librando de una destrucción mayor”. Si Dios no me amara, Él me hubiera dejado seguir en la misma condición y yo me hubiera autodestruído. Sin embargo, mi Pastor me ama, me golpeo con firmeza, me humilló, pero a su vez me salvó.

Durante ese mes, el Señor me hizo ver mi error. Tenía que estar en cama, reposando y sin poder siquiera decir una sola palabra. Fue ahí cuando el Señor me habló: “Hijo, no hagas del pastoreado tu mayor prioridad. Conocerme, adorarme y vivir con devoción debe ser tu mayor prioridad. Sí, debes servirme, pero ministrarme a mí debe estar primero que ministrar a la iglesia”.

Honestamente, yo sentía que la iglesia colapsaría sin mí. Pensaba que nada funcionaría y que la gente dejaría de asistir porque “el gran pastor” Marlon Corona no predicaría el domingo. Pero Dios destruyó mi torre de Babel. Para mi sorpresa, la iglesia creció aún más y el Señor me dejó ver que Él es el verdadero Pastor de la iglesia y yo apenas soy un colaborador suyo. Esa es una de las lecciones más importantes que he aprendido en toda mi vida.

¿Sabe usted porque el salmista dijo en el Salmo 23 que Dios le permite entrar en el valle de la sombra de muerte? Precisamente para tratar con su orgullo, su obstinación y su autosuficiencia. Y para que el hombre de Dios se vuelva totalmente dependiente del Buen Pastor.

Recuerde lo que dice la Escritura: “Porque Jehová al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere” (Proverbios 3:12). Tendemos a asociar la disciplina con la falta de amor. Pero para Dios, la disciplina es una gran muestra de su amor.

En cierta ocasión, un hombre le preguntó a Martín Lutero: “¿Por qué sufrimos? ¿Por qué Dios nos lleva al quebranto, en ocasiones?” A lo que Lutero respondió: “Porque Dios nos está reformando. Es porque Dios nos está puliendo y disciplinando para nuestro bien”.

Hay personas que solo buscan al Señor cuando están en medio de una crisis y están desesperadas. Nuestro Buen Pastor nos deja pasar por el valle de sombra de muerte y deshace nuestro orgullo y nuestros planes egoístas. Es decir, Él nos quebranta y nos hiere.

A través de esto, nos hace confiar solamente en su guía y en su poder no solo para que no nos destruyamos a nosotros mismos sino para que alcancemos la victoria y lleguemos triunfantes al cielo.

El Señor está comprometido a alimentarnos bien y hacernos beber agua pura. Al mismo tiempo, también nos cuida para que no nos extraviemos, aunque a veces tenga que romper nuestro ego y nuestro orgullo para nuestro propio bien. La persona que no es quebrantada no es útil para los propósitos de Dios.

Por lo tanto, cada siervo que el Señor levanta y usa, tiene que pasar por el valle de sombra de muerte y por el desierto. Confiemos en el Buen Pastor, amoroso y compasivo, que nos guía con su vara y su cayado por los caminos de esta vida.

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