Como pastor consejero, a menudo escucho todo tipo de historias y vivencias que la gente ha tenido.
Algunas de estas son alegres testimonios de la obra que Dios ha hecho, pero otras son historias tristes y muy dolorosas.
Lo cierto es que todas las personas llegan a vivir grandes y pequeñas desilusiones a lo largo de sus vidas.
Como pastor, a veces escucho historias tan complejas que hasta yo mismo me pregunto cómo una persona ha podido soportar sufrimientos tan terribles.
Mi oficina, en pocas palabras, se ha vuelto un hospital de almas.
Las personas vienen, toman asiento y hablan de su situación esperando una respuesta para su problema.
La realidad es que, si una persona no resuelve sus problemas espirituales y emocionales, no podrá prosperar en otros ámbitos de su vida personal.
Por eso, hoy en día hay una urgente necesidad de aprender a tratar debidamente los problemas del alma.
Si estos no son tratados y resueltos, la personalidad de un individuo se desmorona y su vida cae en una crisis terrible.
Hace tiempo leí un artículo publicado por una revista famosa, titulado: “El horror detrás del holocausto”.
Se trataba de una investigación hecha por un grupo de psiquiatras, sobre las motivaciones que tuvo Hitler para llevar a cabo el holocausto nazi.
Una de las cosas que más llamó mi atención fue que Hitler sufrió el abandono de su padre, fue humillado, sufrió el abuso en su infancia y fue discriminado al punto de que nunca pudo recuperarse de esos traumas.
Todas estas cosas, acompañadas del racismo y un complejo de inferioridad, lo llevaron a desarrollar su ideología nazi.
Se puede decir que, en última instancia, las heridas del alma fueron las responsables de los terribles actos que desencadenaron la Segunda Guerra Mundial.
Un corazón quebrantado y una mente fracturada pueden desencadenar mucho sufrimiento.
Si miramos detenidamente a las personas de este mundo, rápidamente descubriremos que hay mucho dolor y heridas en el corazón.
Es casi un requisito, abusando de la semántica, que uno tenga que sufrir para estar en esta tierra.
Por consiguiente, no es algo descabellado afirmar que todas las personas hemos sido heridas.
Desde el hombre que ha fracasado y se siente derrotado, la mujer que fue traicionada por su esposo, el joven que ha sido humillado, hasta la señorita que ha sufrido el abuso, todos han enfrentado algún tipo de herida.
Aunque la ciencia médica se ha desarrollado de una manera asombrosa para tratar todos los problemas del cuerpo, poco se ha hecho en relación a los problemas del alma.
Como consecuencia, muchas personas no han tratado las heridas del corazón debido a que no saben cuál es el tratamiento o los pasos a seguir para la sanidad interior.
Es un hecho que todos hemos sufrido y que todos hemos sido heridos.
La mayor parte del tiempo esas heridas se quedan grabadas en el corazón incluso por años.
El doctor Tim Lahaye dijo que “el dolor se escribe con cincel de hierro en las tablas del corazón”.
Esto quiere decir que el dolor se queda grabado tanto en la mente como en el corazón y no es nada sencillo removerlo o superarlo.
Lo que no muchas personas conocen es el camino de sanidad para la vida que Dios ha dispuesto.
Hay crisis, hay dolor, hay sufrimiento, pero es aún más terrible no conocer la sanidad provista por Dios.
Por esta razón, durante esta semana quiero invitarlos a un viaje de sanidad interior.
El Dios de la Biblia está interesado en este tema más de lo que nos imaginamos.
Tanto es así que el mismo Señor Jesús, quien es el Dios hombre, al estar en la tierra, declaró:
“El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos” (Lucas 4:18).
Además, el profeta Jeremías (33:6) declaró de parte de Dios lo siguiente:
“He aquí que yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad”.
Además, en Isaías 57:18 está escrito lo siguiente:
“He visto sus caminos; pero le sanaré, y le pastorearé, y le daré consuelo a él y a sus enlutados”.
El Dios de la Biblia, quien conoce la arquitectura del hombre, está muy interesado en la sanidad interior.
Dios sabe que cuando el corazón y la mente están quebrantados, el hombre no puede funcionar debidamente aunque otras áreas de su vida parezcan estar en orden.
Antes de que podamos descubrir la sanidad de Dios para nuestra vida, primero debemos conocer las áreas se encuentran afectadas.
Al igual que en área de la medicina, si una enfermedad no se detecta entonces no se puede tratar.
Lo mismo sucede en el ámbito espiritual.
Si no reconocemos nuestras heridas nos será imposible tratarlas.
Entonces ¿cómo podemos dar este primer paso?
Así como hay síntomas físicos que revelan la presencia de una enfermedad en el cuerpo, también hay síntomas que nos revelan la presencia de enfermedades del alma.
Entonces, ¿cuáles son algunos de los síntomas que revelan la presencia de heridas en el alma?
Uno de los síntomas puede ser la falta de ánimo para vivir.
Cuando una persona ha sido herida y guarda dolor en su corazón, este puede llevarle a perder los deseos de vivir.
La vida pierde significado y por eso se vuelve imposible mirar hacia un futuro mejor.
Otro de los síntomas que revelan heridas en el alma es la depresión.
Cuando una persona vive con una mente oprimida y es presa de una tristeza profunda que le impide avanzar, esto puede indicar que su corazón está herido.
Otro síntoma es la preocupación continua.
Muchas personas han adoptado la ansiedad y la preocupación como su estilo de vida.
Su mente está obstruida por el estrés al punto de que no tienen paz ni tranquilidad en su interior.
Otro de los síntomas más evidentes de una herida en el alma es el rencor y el odio.
Con toda seguridad, quien tiene resentimiento y odio en su corazón se debe a que ha sido herido y lastimado interiormente.
Además, podemos incluir la culpa a los síntomas de un alma herida.
La culpa es un terrible mal que ahoga la mente.
Cuando una persona se siente culpable, no puede pensar con claridad y a dondequiera que él o ella vayan, se sentirán agobiados y señalados.
Así mismo, un complejo de inferioridad es un claro indicador de que el alma se encuentra herida y lastimada.
Aunque el complejo de inferioridad puede esconderse detrás del orgullo y la soberbia, no deja de ser inseguridad y auto-menosprecio.
Todos estos síntomas mencionados: La falta de ánimo para vivir, la depresión, la preocupación continua, el rencor, la culpa, el complejo de inferioridad, entre otros, constituyen un grupo de síntomas que nos revelan la presencia de heridas en el corazón.
Naturalmente, no buscamos a un médico a menos de que sepamos que necesitamos ser tratados.
Lo mismo sucede con el corazón.
Para que podamos ser sanados, primero debemos reconocer la presencia de heridas y dolores en nuestro corazón.
Por eso, si usted manifiesta alguno de estos síntomas pero no le es posible ver sus heridas, pídale al Señor que le muestre con claridad en dónde se encuentran estas fracturas emocionales.
El principio del camino de sanidad con Dios es, por supuesto, reconocer que solamente en Dios está la sanidad y la esperanza para nosotros.
Es decir, si una persona quiere recibir sanidad interior, primero debe poner sus ojos en el Señor y confesar que su sanidad solo viene de Él.
En el Salmo 147:3 podemos leer lo siguiente:
"Él sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas”.
Lo interesante de este versículo es el lugar en donde se encuentra ubicado.
Se encuentra entre el versículo 2, que dice:
“Jehová edifica a Jerusalén; a los desterrados de Israel recogerá” y el versículo 4 que dice:
“El cuenta el número de las estrellas; a todas ellas llama por sus nombres”.
Si uno lee de corrido estos versículos parecerá que el escritor está divagando sobre una idea y otra.
Sin embargo, hay una gran enseñanza espiritual para nosotros en estos pasajes.
Leamos juntos esta porción:
“2 Jehová edifica a Jerusalén; a los desterrados de Israel recogerá.
3 El sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas.
4 El cuenta el número de las estrellas; a todas ellas llama por sus nombres”.
¿Qué quiere decir, entonces, que el versículo que habla sobre la sanidad se encuentre entre estas otras dos ideas?
Por una parte, el salmista señala la restauración de la ciudad de Jerusalén y el traer a todos los que fueron desterrados por la guerra.
Por otra, menciona que Dios conoce a todas las constelaciones del universo por su nombre, debido a que Él es el Creador de todas ellas.
Pero en medio, dice que Dios sana el quebranto del corazón y venda las heridas del hombre.
Esto significa que la sanidad del corazón es un milagro tan asombroso como la restauración de toda una nación o como la creación del universo.
Dios desea llevar a cabo este milagro asombroso en la vida de cada uno de nosotros.
Cuando experimentamos la sanidad interior y superamos el dolor, nuestra vida adquiere un brillo especial.
La felicidad y la paz se instalan en nuestro corazón, y como consecuencia natural sentimos un gran entusiasmo por vivir.
Mis amados, Dios quiere bendecirlos con la sanidad interior.
Sin embargo, aquella persona que quiera ser sanada, en primer lugar debe reconocer que la sanidad solo proviene de Dios y que fuera de Él no existe en verdad paz.
Acompáñeme en este viaje para descubrir la sanidad de Dios.
El camino apenas comienza.

Amén , Señor ayúdame a saber que heridas hay mi corazón qué no han sanado en mi alma en el nombre de Jesús, Gracias pastor Marlon por la palabra de hoy .