El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz; y a los asentados en región de sombra de muerte, luz les resplandeció (Mateo 4:16).
Una mañana, después de compartir la meditación, una hermana se acercó a mí. Ese día, había hablado sobre Lamentaciones 3:22-23 que dice: “Las misericordias de Dios son nuevas cada mañana” Mientras estrechaba mi mano, esta hermana me dijo: “Que bueno me es saber que la misericordia de Dios es nueva para mí el día de hoy, porque ya había agotado todas las reservas del día de ayer”.
El Dios de la Biblia es el Dios de la misericordia y la gracia. Es el Dios de la segunda oportunidad. Y qué consolación encontramos en pensar acerca de esta divina gracia. Se puede decir que la persona que tiene un encuentro con la gracia de Dios, en realidad se ha acogido al árbol más frondoso, al abrigo más suave, al techo más firme.
El primer acto de la gracia y la misericordia de Dios para el hombre, después de la aparición del pecado, es el de venir en busca del hombre. La primero ocasión en la que vemos la gracia de la salvación registrada en la Biblia es cuando el Señor busca a Adán y le dice: “¿En dónde estás tú?” (Génesis 3:9). El punto medular del evangelio que tanto amamos y que ha transformado nuestras vidas es el siguiente: Dios-nos-busca.
Muchas personas dicen que el corazón de la Biblia es Juan 3:16, pero el pastor David Cho dice que el mensaje más lleno de misericordia y de gracia se encuentra en las primeras páginas de la Biblia, en el momento en que, después de la caída, Dios se acerca a Adán.
¿Tenía Dios que buscar al hombre después de su pecado? ¿Estaba Dios obligado a hacer algo por el hombre? En ambos casos la respuesta es: NO. Sin embargo, aquí vemos la misericordia de Dios: Él viene a nosotros, Él nos busca, Él nos llama, Él se acerca.
Así como Dios buscó a Adán en el principio, el Señor Jesucristo vino al mundo hace dos mil años en busca de pecadores y criminales, para ofrecerles su gracia y su misericordia. Jesucristo no vino al mundo para establecer una nueva religión de teorías ni una filosofía. Él vino para compartir el Reino de Dios. Él vino trayendo una brillante luz celestial.
Mateo 4:16 dice: “El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz; y a los asentados en región de sombra de muerte, luz les resplandeció”. Él vino al mundo de los pecadores, de los perdidos y los perversos. Esas personas somos nosotros. Estas tinieblas son tinieblas de desesperación, de pecado, de maldición y muerte, pero una gran luz ha llegado. Es la luz del reino de Dios. EN la actualidad, las personas que reciben a Jesús en realidad están recibiendo la luz que echa fuera las tinieblas.
El día de hoy, dígale al Señor: “Jesucristo, mi vida y mi corazón están abiertos para recibirte. Eres bienvenido. Anhelo que, como caminaste en antaño, camines al rededor de mi vida. Que tu luz resplandezca en mí”.
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