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Mi alma bendice a Dios

Foto del escritor: Marlon CoronaMarlon Corona

Hace tiempo tuve una experiencia muy grata cuando estaba comiendo en un restaurante con un hermano de la iglesia el cual es un gran amigo mío.

Él y yo habíamos salido a comer para conversar sobre una situación que Él estaba viviendo en su vida y quería mi consejo.


Aquella tarde, llegamos al restaurante, el hermano se identificó y una joven nos guió hasta la mesa que él había reservado.

Después de ordenar, el hermano y yo comenzamos a platicar al respecto de la situación que estaba viviendo y en determinado momento yo tomé la palabra.


Comencé a hablarle del Dios bueno, que siempre nos guía por el camino correcto cuando se lo pedimos y lo animé a confiar en Él.


Mientras la joven nos servía nuestros platillos, de pronto nos interrumpió y me dijo:


“Disculpe, ¿usted es el pastor Marlon Corona?”

Yo la miré extrañado, tratando de reconocerla, porque no me parecía haberla visto antes. Entonces, le respondí:

“Así es, soy Marlon Corona y soy pastor de una iglesia, pero ¿de dónde nos conocemos?”


Y ella me dijo:


“No, disculpe, no tenemos el gusto de conocernos en persona, pero todos los días una compañera del trabajo me comparte sus Meditaciones”.


Yo me asombré y solo atiné a sonreír, y ella continuó diciendo:


“Lo reconocí en primer lugar porque me llamó mucho la atención el tema de conversación que estaban teniendo, pero después identifiqué su voz y no me quedó ninguna duda”.


Después de platicar y presentarle el Evangelio, ella continuó haciendo su trabajo y yo me quedé pensando:


“La gente puede distinguirnos por la manera en la que nosotros hablamos. Puede saber quiénes somos por nuestro tema de conversación, por lo que hablamos”.


Aquella fue una experiencia muy grata para mí, primero por el enorme privilegio de poder bendecir a aquella joven mesera con la Palabra de Dios.

Pero también fue una experiencia hermosa porque descubrí que las palabras, la manera en la que hablamos y nos expresamos dice mucho de la clase de personas que nosotros somos.


Es esto de lo que quiero conversar con ustedes el día de hoy.


Las palabras que decimos con nuestra boca, siempre juegan un papel importantísimo en nuestra vida.

La Biblia nos enseña que las palabras pueden ser una vara que nos azota o un escudo protector.

Por ejemplo, Proverbios 14:3 dice así:


“En la boca del necio está la vara de la soberbia; mas los labios de los sabios los guardarán”.

Es decir que hay quienes hablan y sus palabras los perjudican, ya sea porque maldicen a otros, a sus circunstancias o a sí mismos.

Sin embargo, los sabios cuidan lo que hablan, piensan muy bien en lo que dirán, porque han descubierto el asombroso poder que tienen su palabras.

Además, la Biblia señala que nuestras palabras pueden producir paz y bienestar, o pueden convertirse en quebranto y dolor.

Proverbios 15:4 dice lo siguiente:

“La lengua apacible es árbol de vida; mas la perversidad de ella es quebrantamiento de espíritu”.

Aquí, la “lengua apacible” se refiere a la persona que habla con bondad y suavidad, y es capaz de dominar su propio temperamento, evitando caer en la ira en la ofensa hacia otros.


Tal persona, en realidad, está cultivando el árbol de vida, lo que indica, una vida abundante y dulce.

Por el contrario, la “perversidad de la lengua” se refiere a una persona que habla con la intención e dañar y herir a su prójimo.

Esta persona sufrirá y será quebrantada interiormente, llevando dolor y amargura a los que le rodean.


En pocas palabras, lo que decimos con nuestros labios jamás puede dejar de influir en nuestra vida, en nuestras relaciones personales y en nuestro destino.

Como hijos de Dios, Él también espera que nosotros nos distingamos por nuestra manera de hablar.

Si a mí me identificaron por mi manera de hablar, ¿a cuántos de nosotros nos conocerán también por como hablamos y como nos dirigimos a otros?


Si bien debemos ser personas que bendecimos a nuestro prójimo, que hablamos bien de nuestro entorno y que nos distinguimos por la esperanza, hay una labor suprema que debemos cumplir con nuestro lenguaje.


Se trata de bendecir y alabar a Dios con nuestros labios.


El salmista David comprendía muy bien esta verdad, pues en los Salmos Él no deja de bendecir y alabar al Señor con todo su ser.

Para Él esto era algo de suma importancia.


Él nos enseñó que debemos bendecir a Dios con toda nuestra alma y que nunca debemos descuidar este aspecto en nuestra vida.

En la Biblia, podemos ver que la persona que bendice a Dios siempre está experimentando mayores bendiciones de parte de Él y siempre se encuentra recibiendo una mayor gracia en su vida.


Si dejamos de bendecir a Dios, de contemplarlo y de alabarlo con todo nuestro ser, eventualmente vendremos a ser como ramas que se secan y se marchitan.


Pero aún, si nos dedicamos a hablar mal de nuestra vida, a decir que Dios nos ha dejado y si siempre estamos recalcando nuestros problemas, no podremos escapar de la infelicidad.


Por eso, en su Palabra, Dios nos invita continuamente a bendecirle y a alabarle.


Mire la cantidad tan abrumadora de pasajes al respecto, por ejemplo el Salmo 63:4 dice así:


3 Porque mejor es tu misericordia que la vida; mis labios te alabarán.


4 Así te bendeciré en mi vida; en tu nombre alzaré mis manos”.


Él dice: “Te bendeciré en mi vida, a lo largo de mi historia, Señor, te bendeciré”.

El Salmo 16:7 declara:


“Bendeciré a Jehová que me aconseja; aun en las noches me enseña mi conciencia”.


Él dice: “Dios es mi consejero, lo bendigo por siempre aconsejarme y guiarme en la vida”.

El Salmo 66:8 nos dice:


“Bendecid, pueblos, a nuestro Dios, y haced oír la voz de su alabanza”.

En otras palabras: “Naciones todas, bendigan al Señor, alábenlo siempre”.

Además, el Salmo 100:4 dice:


“Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con alabanza; alabadle, bendecid su nombre”.

Es decir, “vivan con una actitud de agradecimiento ante Él, cuando vengan a adorarle, bendigan su Nombre”.


Sin embargo, el pasaje que quiero que meditemos durante esta semana es el Salmo 34.

Todo este Salmo contiene grandes enseñanzas espirituales para nuestra vida de fe.


Acompáñenle durante esta semana para que descubramos el asombroso significado de este Salmo.


En el versículo 1 encontramos lo siguiente:


“Bendeciré a Jehová en todo tiempo; su alabanza estará de continuo en mi boca”.


Esta es una asombrosa lección que debemos aprender el día de hoy y comenzar a aplicar en nuestro diario vivir.


Bendecir a Dios significa darle gracias y hacer sus virtudes evidentes con nuestras palabras.


Cada uno de nosotros, debemos abrir nuestros labios y decir:


“Amado Padre celestial, te bendigo porque Tú eres mi Creador, mi Formado y mi Sustentador. Mi vida depende de ti”.


“Amado Cristo, mi Señor y Salvador, de alabo por la obra redentora que completaste en la cruz a mi favor”.

“Dulce Espíritu Santo, te bendigo porque eres mi Consolador, mi Maestro y mi Guía en la vida. Yo Noe estoy solo porque Tú estás a mí lado”.


Si bendecimos al Señor de este modo, nuestra vida será levantada y podremos vencer la tristeza y la depresión.

Para David, el salmista, el hecho de bendecir a Dios no era algo que estaba sujeto a las circunstancias del día a día, si le iba bien o mal.


Él decía:


“Bendeciré a mi Señor en todo tiempo”.


Esto significa que Él estaba dispuesto a bendecir al Señor en los buenos y en los malos tiempos, en los tiempos de abundancia y también en los tiempos de escasez, en la salud o en la enfermedad, ya fuera que él triunfara o fracasara.

Solo la persona que está dispuesta a bendecir al Señor en todo tiempo, podrá contemplar las ricas y abundantes bendiciones de Dios en su ser y en su entorno.


La frase: “De continuo en mi boca”, se refiere a una disciplina que Él ejercitaba a lo largo del día.

Muy probablemente, esto era algo que él hacía al amanecer, al mediodía y por la noche.


Quizá en las mañanas él se levantaba y decía: “¡Oh, Dios! Bendito eres”.


Por la tarde, él alzaba sus manos al cielo y repetía: “Mi Dios y mi Rey, cuán bendito eres”.

Y antes de irse a dormir, él volvía a decir: “¡Cuánto te amo, Señor, por tu bien y tu misericordia en mi vida”.

Digo esto por lo que él menciona en el Salmo 55:17, donde dice:

“Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, y él oirá mi voz”.


Una de las lecciones más importantes que nos enseña el Salmo 34 es acerca de bendecir a Dios.


Los cristianos debemos ser conocidos por nuestro lenguaje, por bendecir a nuestro prójimo, nuestro entorno y nuestras circunstancias, pero también por bendecir al Señor, quien nos ama y nos concede su favor.

Si usted toma la decisión de bendecir al Señor con todo su ser, y practica este principio de vida, no podrá escapar del gozo y de la paz que Dios ofrece.


Aunque viva situaciones amargas, Dios las cambiará en manantiales de bendición y usted será transformado en medio de ellas.

Bendiga al Señor, entonces, con toda su alma.





 
 
 

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2件のコメント


Veronica C Baena
Veronica C Baena
2020年8月04日

Gracias pastor por estas enseñanzas son de mucha bendición para mi vida

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gudino2697
2020年8月04日

Amén 🙏🏻 bendice alma mía a Jehová y bendiga mi ser su santo nombre 🙌🏻

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