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Mi paz os doy

El salmista le dijo al Señor, en el Salmo 119:114:


“Tú eres mi refugio y mi escudo; tu palabra es la fuente de mi esperanza” (NTV).


Esto significa que la esperanza que tanto necesitamos para vivir proviene de la Palabra de Dios, la cual nos da aliento y fuerzas nuevas.


Una persona que no tiene esperanza en su corazón, pensará pesimista acerca de cualquier circunstancia, se quejará y murmurará.


Finalmente, el camino de la desesperanza le guiará a la ruina y a la destrucción.


Sin embargo, la persona que tiene esperanza mirará hacia el porvenir a través de los ojos de la fe, con la certeza de que su destino será mejor que su presente, aunque al momento todo parezca estar en contra.

Las personas que usamos lentes, a menudo batallamos con una situación.


Los lentes se empañan, se ensucian o se opacan debido al uso.


Por esta razón, en ocasiones nos encontramos mirando la realidad a través de un lente distorsionado y sucio.

Si no hacemos un alto, nos quitamos los lentes y los limpiamos, veremos con dificultad cómo es el mundo en realidad.


Y así mismo sucede en la vida.


Mire, todas las circunstancias que se acercan a nosotros no son ni buenas ni malas en un principio.


En realidad, dependen de los lentes que usamos para mirarlas.


Para algunos, un problema puede ser la peor de las condiciones y puede representar la causa de su amargura.


Sin embargo, para otros, el mismo problema puede ser una oportunidad para crecer, un escalón para ascender o una lección valiosa qué aprender.


Y todo depende de la manera en la que vemos e interpretamos la vida.

Si usted usa los lentes empañados de la desesperanza y del desanimo para ver la vida, entonces solo verá una catástrofe y una situación demoledora.


Sin embargo, si usted limpia su visión diariamente con la Palabra de Dios y por medio de ella usa los lentes de la esperanza, entonces contemplará las grandes bendiciones de Dios y su vida será transformada.


La diferencia de lentes con los que miramos la vida es lo que hace la diferencia en nuestro destino.


Esa es la diferencia que hace la esperanza.


Si usted desea ser una persona de esperanza, puede serlo si tan solo se aferra de todo su ser a las promesas de Dios.

Son ellas las que nos guían a edificar una vida optimista y llena de esperanza.


Una de las promesas más tiernas que encontramos en la Biblia es la que se encuentra en Juan 14:27, y dice de la siguiente manera:


"La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo".


Esta es una promesa de cuidado y de consuelo para nuestras vidas.


La paz es el tesoro perdido de la humanidad.


Por más que la busca, el ser humano no puede encontrarla por ninguno de los medios terrenales.

El hombre trata de fabricar la paz a través del estatus, los bienes materiales, el éxito personal y las riquezas.


Pero al final, esa paz que parece firme y estable se derrite como la cera delante del fuego.


No obstante, Cristo prometió dar su paz a su pueblo.


Podemos decir que el Señor Jesús nos dejó su paz como herencia en esta tierra a todos los que somos hijos de Dios.

De manera que aquellos que reciben al Señor Jesús y creen en su nombre se vuelven herederos de esta preciosa paz.


Si usted lo analiza, el hombre fue creado para vivir en tranquilidad, en reposo y en paz.


La intranquilidad, la ansiedad y el temor son estados antinaturales del hombre.


En un principio, Adán y Eva, quienes fueron creados por Dios, vivían en un huerto de felicidad y de paz.


Ellos caminaban con Dios y tenían una profunda comunión con Él.


Al disfrutar de dicha relación, ellos vivían en paz y tranquilos.


Pero cuando el pecado apareció, debido a la desobediencia de Adán, aquella paz fue quebrantada y la intranquilidad se apoderó del corazón del hombre.


Usted puede leer en Génesis 3:9-10 que la primera reacción del hombre después de pecar fue la intranquilidad y el temor.


El pasaje dice así:


9 Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú?


10 Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí”.


Este miedo aquí descrito se refiere a la ansiedad y la intranquilidad de una mente acusada y gobernada por el pecado.

Tales sentimientos no existían para el hombre antes de la caída.


A partir de entonces, el hombre ha tratado de recuperar esa paz y esa tranquilidad en su vida, pero todo ha sido una terrible decepción.

No obstante, cuando Jesucristo vino al mundo, Él declaró que tenía una paz renovada.


Él dijo en Juan 14:27:


“La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.


Él comienza diciendo: “La paz os dejo, aquella paz que tanto han buscado, yo vine a compartirla”.

Pero después afirma: “Mi paz os doy”.


Está paz que Él vino a compartir es su propia paz.


Pero, se ha preguntado alguna vez, ¿por qué el Señor Jesucristo disfrutaba de una paz abundante e inquebrantable?

Porque Él vivía en una perfecta comunión con Dios.


Ya que en Jesucristo no hay desobediencia ni pecado como en el caso de Adán, sino que Él fue obediente al Padre en todo, el Señor Jesús tenía una comunión perfecta con el Padre celestial de donde provenía esa paz inquebrantable.


Por esta razón, en Mateo 3:17, la voz que resonó desde los cielos, la cual era la voz del Padre, decía:


“Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”.


Dios se complace y se deleita absolutamente en Cristo, y por eso, Él tenía una paz abundante e interminable.


A diferencia de Adán, Cristo fue obediente hasta la muerte.


En Filipenses 2:5 al 8, el apóstol Pablo declaró esto:

5 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús,


6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,


7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres;


8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”.


Al ser obediente hasta la muerte, Cristo conquistó la paz y el reposo.

Por esta razón, Él puede decir: “Mi paz os doy”.


Es decir, “la paz abundante que yo disfruto por mi obediencia perfecta al Padre, es la misma que les entrego hoy”.

Mis amados, esta es una paz que no está manchada por el pecado o por la desobediencia, sino que tiene lugar como resultado de la obediencia y perfección de Jesús.


Ahora, ¿cómo podemos recibir esta paz en nuestra vida?


Si usted no tiene paz en su corazón, no importa cuántas riquezas, éxito, logros y fama pueda tener, todo será en vano.


Un hogar que no tiene paz sino que vive en un continuo conflicto, se destruirá a sí mismo y todos los integrantes de aquella familia saldrán heridos.

Una sociedad que vive en guerra, en donde no hay perdón ni tolerancia, se aniquilará a sí misma y no podrá prosperar.

Por eso, necesitamos aquella paz que sobrepasa todo entendimiento y que nos da la victoria en medio de las circunstancias adversas de esta vida.


Entonces, ¿cómo podemos heredar la paz del Señor?


Permítame explicarle.


Jesucristo tenía una profunda paz porque Él vivía en una justicia perfecta.


Él fue el Justo que nunca pecó ni halló engaño en su boca.


El apóstol Pedro dijo (1 Pedro 2:22):


“El cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca”.


Por eso, debido a su justicia y obediencia perfecta, el Señor Jesús disfrutaba de una paz abundante.


Nosotros, si somos sinceros, reconoceremos que no somos justos sino que pecamos muchas veces y ofendemos a Dios.

Y uno de los juicios sobre el pecado es la ausencia de la paz, como lo describe Isaías 48:22, que dice:

“No hay paz para los malos, dijo Jehová”, e Isaías 57:20-21 añade:


20 pero los malvados son como el mar agitado, que no puede calmarse, cuyas olas arrojan fango y lodo.


21 No hay paz para los malvados —dice mi Dios—“.


Por eso, el pecador, aquel que desobedece a Dios, no puede tener paz.


Es como un mar tempestuoso que arroja el lodo de la amargura y de la frustración


De modo que, para tener paz, usted primero tiene que ser justo delante de Dios.


Pero esto no es posible porque todos somos pecadores.

Sin embargo, hay una esperanza para nosotros: Recibir la justicia de Cristo.


La única esperanza que tenemos es que Cristo nos haga partícipes de su justicia perfecta.


Isaías 32:17 dice:


“Y el efecto de la justicia será paz; y la labor de la justicia, reposo y seguridad para siempre”.


Así es, solo la justicia, que equivale a una vida de obediencia, puede conceder paz, reposo y seguridad para siempre.

Esta es la buena noticia, que cuando creemos en Cristo como Salvador personal y reconocemos que solamente Él puede reconciliarnos con Dios, entonces recibimos su justicia, y con ella la paz tan anhelada.

2 Corintios 5:21 declara lo siguiente:


“Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”.

El que no conoció pecado es Cristo.


Sin embargo, Él tomó nuestro lugar y murió como si fuese un pecador.


Ahora, todos los que creen en Él son declarados justos ante los ojos de Dios, sus pecados son cubiertos por la poderosa gracia de Dios, pues la sangre de Cristo lo limpia.


A partir de ese momento, quienes reciben a Cristo, pueden vivir con paz en sus corazones, siendo guiados por Dios.


Cuando el Señor dijo “La paz os dejo, mi paz os doy”, él estaba diciendo:


“Debido a mi obediencia y justicia, les entrego mi paz”.


Por esta razón, crea en Jesucristo, recíbalo en su vida y reconozco como el Señor de todo su ser.


Entonces, la paz celestial descenderá a su corazón.


Mis amados, a través de esta promesa, el Señor Jesús nos consuela y nos anima.


Cuando se avecinan las tempestades de la vida y nos persigue la aflicción, podemos recordar esta promesa y mantener la esperanza cerca de nuestro corazón.

Mi oración es que usted pueda vivir por el poder de las promesas de Dios y que permita que ellas ardan en su ser como antorchas encendidas que le guíen en el camino de la vida.

Dios le bendiga.




 
 
 

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2 Comments


Veronica C Baena
Veronica C Baena
Jun 30, 2020

Bendiciones hermano Dios lo colme te tanta sabiduría y salud Verónica y familia desde el estado de Washington USA

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gudino2697
Jun 30, 2020

Amén 🙏🏻 a él sea la Gloria

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