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Promesas para la vida

La esperanza es la vida del hombre.


Alguien dijo que una persona puede vivir 40 días sin alimento, 3 días sin agua, 5 minutos sin aire, pero ni un solo segundo sin esperanza.

Es decir que el hombre vive, subsiste y puede seguir avanzando si hay esperanza en su corazón.


Sin embargo, cuando el hombre carece de esperanza, entonces la vida pierde el sentido y todo se vuelve amargo y desalentador.


Es la esperanza lo que le brinda ese toque de frescura a la vida.


Cuando una persona despierta por la mañana, levanta su vista al cielo, da gracias a Dios con un corazón sincero, y dice:

“Señor, sé que me tienes cosas buenas reservadas en el porvenir. Estoy seguro de que la historia de mi vida no ha dejado de escribirse, sino que bendiciones y milagros aún están por salirme al encuentro”.


Entonces, podemos decir que esta persona tiene esperanza en su corazón.


No obstante, aquella persona que despierta por la mañana, se siente decaída, frustrada, y con el corazón oprimido dice:


“Todo está perdido, ya nada se puede hacer. Creo que este es mi final”.


Entonces, tal persona está viviendo en medio de la desesperanza.


Permítame preguntarle, ¿qué clase de vida está llevando usted el día de hoy? ¿A cuál se parece su vida? ¿A la de aquel que cree que un milagro sucederá o a la que dice que todo está perdido?


En otras palabras, la pregunta que quiero hacerle es, ¿tiene usted esperanza en su corazón? ¿Cree que Dios hará una obra en usted?


Mi definición personal de esperanza es la siguiente:


“Esperanza es estar vivo, y vivir”.


Quiero decir: Estar vivo es una cosa, pero vivir es otra muy diferente.


Por eso, la persona que tiene esperanza está viva y está viviendo.


Hoy en día, encontramos por todas partes a personas que solo están vivas, despertando cada mañana, caminando, yendo al trabajo, haciendo quehaceres, pero no están viviendo en lo absoluto.


Dios nos invita a vivir una vida diferente.


La vida que Él ofrece es una llena de fe, esperanza y amor.


La gente suele pensar que aquello que podrá llenar sus vidas se encuentra en el dinero, en la posición, en la fama o en el estatus.


Pero estás cosas no pueden llenar al hombre.


Estas cosas no son la fuente de la esperanza en la vida.


¿A dónde podemos acudir para encontrar tal esperanza?


Hace siete años, cuando recién comenzaba mi pastorado en la iglesia Ascender, todavía tenía mucho que aprender acerca de mi caminar con Dios.


Por eso, me acerqué a un pastor más grande que yo. Era un pastor anciano.

Tuva varias pláticas con él sobre cómo ser pastor, cómo predicar y cómo guiar a la congregación.


Uno de los consejos más poderosos y sabios que me dio este pastor anciano fue:


“Marlon, para cumplir el llamado que Dios te dio y para ser un pastor fuerte, primero tienes que conocer un principio de vida”.


Yo le pregunté: “¿Cuál es ese principio? Pastor, de verdad estoy muy interesado en conocerlo”.


Y él me dio: “La clave son las promesas de Dios. Aliméntate diariamente de las promesas de Dios y siempre tendrás la fuerza para salir adelante”.


Nunca se me va a olvidar el pasaje que me leyó aquella tarde.


Él abrió su Biblia y me recitó el Salmo 119:114, donde el salmista le dice a Dios:


“Mi escondedero y mi escudo eres Tú; en tu Palabra he esperado”.


Aquel pastor me explicó que la frase “en tu Palabra he esperado” significaba “Dios, en tu Palabra tengo esperanza”.

Fue entonces que comprendí que lo más importante en la vida es tener esperanza.


Pero esa esperanza no está allá afuera, no está en las cosas de este mundo ni la pueden dar los hombres.

La esperanza que tanto necesitamos en la vida se encuentra en la Palabra de Dios, en sus promesas para nosotros.


Cualquier persona, sea un empresario, un estudiante, un ama de casa o un pastor, si recibe las promesas de Dios y las cree en su corazón tendrá la fuerza necesaria para vivir y para enfrentar lo que venga en la vida.

He comprendido que son las promesas de Dios lo que hace que el sol de esperanza brille en los días más oscuros.


Lo cierto es que todos vivimos días difíciles y momentos de incertidumbre.


Sin embargo, si las promesas de Dios están sembradas en nuestro corazón, el fruto del gozo y de la paz se manifestarán y podremos vencer.

Podremos decir como el salmista:


“Señor, mi escondedero y mi escudo eres Tú; en ti me refugio y encuentro fortaleza. Tu Palabra, tus promesas, me dan esperanza”.


Al igual que aquel pastor anciano que me aconsejó y que me instruyó en el principio de mi ministerio, los les digo a todos ustedes:


“Aliméntense con la Palabra y con las promesas de Dios. Esta es la clave de la vida”.


En la Biblia, llegamos a encontrar miles de promesas de parte de Dios para cada uno de nosotros que somos sus hijos.


Entre ellas, se encuentran las promesas de cuidado, promesas de compañía y cercanía, promesas de provisión y protección, promesas de libertad.


Por ejemplo, una promesa de cuidado es 1 Pedro 5:7 que dice:


“Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque Él tiene cuidado de vosotros”.


El apóstol Pedro, quien fue uno de los que caminaron con el Señor Jesucristo, uno de los que conoció el timbre de su voz y color de sus ojos, nos dice:

“Ustedes pueden poner en sus manos toda preocupación, toda carga y ansiedad. Háganlo, porque Él está cuidando de ustedes”.


Una de las promesas de cercanía y compañía ¡, bien puede ser Isaías 41:10, donde el Señor mismo dijo en labios del profeta:


“No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia”.


Debemos siempre recordar que no estamos solos enfrentando las dificultades y contrariedades de la vida.


El Señor está a nuestro lado.


Él prometió estar con nosotros hasta el fin del mundo.


Una de las promesas de provisión que encontramos en la Palabra es Filipenses 4:19, que dice:


“Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”.

El apóstol Pablo, dirigiéndole a los filipenses palabras de aliento, les recordó que, ya que ellos estaban sirviendo a Dios y participaban con él en la obra del ministerio, Dios se encargaría de todas sus necesidades.

Debemos acordarnos que el Señor está a cargo de nuestras vidas.


Si le servimos, si nos encargamos de sus asuntos, Él se encargará de los nuestros.


El hermano Ricardo, uno de mis discípulos y un gram amigo, siempre repite esta verdad:

“Por cuanto yo me estoy encargando de los asuntos de Dios, Él se encargará de los míos”.


Junto con su esposa, ellos han podido ver un milagro suceder en sus vidas.

Cuando comenzó la cuarentena y la pandemia hizo que negocios y empresas cerrarán sus puertas, según los expertos no era un buen momento para la economía ni para los negocios.


Se pronosticaba que muchos cerrarían e irían a la quiebra.

Sin embargo, esta familia, que a diario se levanta conmigo para orar y para adorar al Señor, pudo experimentar un milagro de provisión.

En medio de la cuarentena, cuando todos decían que era imposible, ellos vieron nacer un negocio.


La esposa del hermano Ricardo, la hermana Karla, es repostera, y juntos comenzaron a cocinar postres y panes deliciosos.

En su primera semana, Dios los bendijo y su negocio experimentó una explosión de crecimiento, al punto de que cocinaron 600 postres.


Hoy, ellos se encuentran en una etapa de expansión.


No obstante, ellos siempre dicen: “Por cuanto nos estamos ocupando de los asuntos de Dios, Él se encargará de los nuestros”.


Mis amados, la Biblia dice que Dios suplirá todo lo que falta conforme a sus riquezas en gloria.


Dios no es pobre, ni escaso, ni se encuentra mendigando.


Él es rico y abundante. El oro y la plata le pertenecen.


Y si nosotros nos encargamos de sus asuntos, nunca tendremos que preocuparnos por el alimento, ni por el vestido ni por las cosas necesarias para esta vida.


Además, en la Palabra encontramos promesas de protección.

El Salmo 121:7-8 dice de esta forma:

7 Jehová te guardará de todo mal; Él guardará tu alma.


8 Jehová guardará tu salida y tu entrada desde ahora y para siempre”.


Esto significa que Dios es quien cuida nuestras vidas.


No estamos en las manos del destino, de la suerte o dela casualidad.


Nosotros estamos en las manos de Dios y Él está cuidando nuestro camino.


Y cuando algo aparentemente malo nos sale al encuentro, podemos decir:


“Él me guardará de todo mal”.


Ahora, puede que usted pregunte: “¿Y qué garantía tengo yo de que Dios cumplirá sus promesas? ¿Cómo sé que Él no fallará a su Palabra?”

Primero, usted debe cerciorarse de que es un verdadero y autentico hijo de Dios, pues las promesas del Cielo son solo para los miembros de la familia de Dios.

El apóstol Pablo señaló una verdad asombrosa al respecto.


En Efesios 2:12, él dijo:


“En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo”.

Aquel tiempo, cuando vivíamos sin Cristo, no éramos parte del pueblo de Dios, no gozábamos de las promesas celestiales y, por tanto, no teníamos esperanza.


Si usted ha reconocido a Cristo como su Señor y Salvador personal, entonces las promesas del Cielo son suyas también.


En segundo lugar, usted debe estar al tanto de cómo ha obrado Dios en el pasado y cuál ha sido su proceder.

Si le preguntáramos a Josué, el conquistador, quien guió a los israelitas a la tierra prometida, él nos diría lo siguiente (Josué 21:43-45):

43 De esta manera dio Jehová a Israel toda la tierra que había jurado dar a sus padres, y la poseyeron y habitaron en ella.


44 Y Jehová les dio reposo alrededor, conforme a todo lo que había jurado a sus padres; y ninguno de todos sus enemigos pudo hacerles frente, porque Jehová entregó en sus manos a todos sus enemigos.


45 No faltó palabra de todas las buenas promesas que Jehová había hecho a la casa de Israel; todo se cumplió”.


Esto significa que el Dios de la Biblia es un Dios digno de confianza, es absolutamente fiable y podemos tener esperanza en Él.

Mi amado, si usted tiene las promesas de Dios sembradas en su corazón, y las riega diariamente con el agua de la oración y la devoción a Dios, y las abona con la obediencia, no importan cuan demoledora se presente una situación, usted podrá dar un fruto de gozo y paz en medio de las tribulaciones.

Lo invito para que durante esta semana me acompañe y juntos descubramos las promesas de Dios que traen esperanza a la vida.




 
 
 

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2 Comments


Karen Gonzalez
Karen Gonzalez
Jun 29, 2020

Amen

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gudino2697
Jun 29, 2020

Amén

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