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Toca al Señor con fe

Foto del escritor: Marlon CoronaMarlon Corona

Uno de los hombres de Dios que más ha impactado mi vida fue George Müller, quien vivió en 1805.


Él fue un pastor de Bristol que asumió la tremenda responsabilidad de alimentar a los huérfanos de la ciudad, cuando la enfermedad y la pobreza predominaban en la sociedad.

Como resultado, él fundo varios orfanatos en donde atendió a más de 3500 huérfanos, que recibieron educación y alimento todos los días.


Para su época, desarrollar un proyecto como este era algo no solo impensable, sino imposible.

Algunos trataron de persuadirlo para que se dedicara a ser maestro de la escuela dominical.


No obstante, él no podía apartar su mente del llamado que Dios le había hecho por más que otros lo criticaran.


Lo llamaban “soñador” o “iluso”, pues muchos no creían que Dios pudiera realmente proveer todos los recursos para que este hombre llevará a cabo su ministerio.


Sin embargo, él nunca titubeó.


En su autobiografía, él relata que en cierta ocasión le preguntaron sobre si tendría dinero para sostener la misión y si sentía algún tipo de ansiedad en relación a las necesidades del orfanato.


Él respondió:


“El Señor está siempre dispuesto a demostrar que es el Dios viviente para todos los que ponen su confianza en Él. Mi Dios, no es un Dios de ayer. Es un Dios de hoy”.


Él testificaba que la razón por la que había decidido llevar a cabo una empresa tan imposible, humanamente hablando, era por dos razones.


Primero, para que el Nombre de Dios, y solo el Nombre de Dios, fuera glorificado.


Segundo, para demostrarle a los cristianos que el Dios en el que han creído todavía responde oraciones, se interesa por las necesidades humanas y hace milagros en el presente.


Él escribió en su diario:


“A veces, los hijos de Dios tienen miedo de envejecer y no poder trabajar más. Si tan solo pudiera enseñarles cómo su Padre celestial siempre ha ayudado a los que ponen su confianza en Él, ellos no podrían decir que los tiempos han cambiado. Me entristece ver que no reconocen a Dios como el Dios viviente”.


Y añadió:


“La razón por la que inicié el orfanato fue porque quería dejar en claro algo delante de los hijos de Dios. Y esto es que Él no abandona, incluso en tiempos difíciles, a los que confían en Él”.


Mis amados, el Dios de la Biblia, es el Dios viviente que está con nosotros el día de hoy y nos ayuda en toda situación.


Nunca debemos excluir a Dios de nuestros asuntos personales ni de nuestros pensamientos.

No debemos decir: “Dios sí puede intervenir en esto, pero en aquello no” o, no debemos decir: “Dios obra en esta situación, pero en aquella no”.

Está mal dividir nuestra mente de esa forma.


Además de tener un corazón que cree en el Dios viviente y en su intervención en nuestras vidas, es importante que aprendamos un importante secreto espiritual:


“Dios nunca trabaja solo en relación a nuestra vida personal”.


¿Qué quiero decir con esto? Que Dios espera que cooperemos con Él en la obtención de grandes cosas.


Es decir, para ver la obra de Dios y aquellos grandes milagros que Él ha preparado, primero tenemos que disponernos a trabajar junto a Él.


Debemos prepararnos y acondicionarnos para caminar con Él.


El Salmo 81:10 dice de esta forma:


“Yo soy Jehová tu Dios, que te hice subir de la tierra de Egipto; abre tu boca, y yo la llenaré”.


¿Qué significa la frase “abre tu boca, y yo la llenaré”?


Esto implica que nosotros debemos prepararnos espiritualmente y hacer espacio, y después, el Señor obrará y llenará nuestra vida.

Sin embargo, si nuestra boca está cerrada y no hemos preparado nada en nuestra vida, entonces, Dios decide no obrar.


Si una persona solo dice: “Dios hará un milagro”, pero nunca se mueve en una relación activa con Dios y no prepara su mente, entonces nada sucederá.


Muchas personas, hoy en día, tienen una actitud similar.


Ellos oran y le dicen al Señor: “Ayúdame con esto; resuelve este problema”; sin embargo, no se preparan para cooperar con Dios.


Por eso, los milagros no suceden ni tienen lugar en sus vidas.


A partir de hoy, quiero invitarte para que veamos algunos ejemplos de cómo hombres y mujeres cooperaron con el Señor para ver grandes milagros en sus vidas.


Sin su cooperación, sus historias nunca hubieran sido registradas en la Biblia.


El Espíritu Santo, para nuestro beneficio, dejó estos testimonios en la Palabra de Dios para que descubriéramos qué pasos debemos dar cuando esperamos recibir un milagro.


El primer ejemplo que quiero compartir contigo el día de hoy es el de la mujer del flujo de sangre.


Mira con cuidado su historia, la cual se encuentra en Marcos 5:25 al 34.


El pasaje dice así:


25 Pero una mujer que desde hacía doce años padecía de flujo de sangre,

26 y había sufrido mucho de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor,


27 cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud, y tocó su manto”.


Aunque esta mujer había sufrido la enfermedad por doce largos años y había buscado con todo su ser una solución, sin recibir la sanidad que esperaba, todavía tenía un rayo de luz de esperanza en su corazón.

En ella todavía había un deseo ardiente de vivir.


Aunque se estaba muriendo, había gastado todo lo que tenía y su condición empeoraba, ella anhelaba vivir con todo su ser.


¿Sabes que esto es algo sumamente importante cuando nos acercamos al Señor?


Debemos tener un deseo ardiente, una esperanza firme y anhelante.


Si tu quieres recibir un milagro de parte de Dios y quieres que Él te ayude en la situación que estás viviendo, primero tienes que anhelar recibir algo de parte de Él.

Dios no obra en aquellos que tienen corazones fríos e indiferentes.


Dios obra en los que dicen, como Raquel cuando hablaba con Jacob en Génesis 30:1: “Dame hijos, o si no, me muero”.

Esta mujer quería vivir.


Permíteme preguntarte, ¿anhelas vivir? ¿Anhelas recibir un milagro en tu vida?


Entonces, ten deseos ardientes, anhela y desea ardientemente la obra de Dios en ti.


El relato de la mujer del flujo de sangre dice que ella “oyó hablar de Jesús” (v. 27).


Su esperanza fue avivada al escuchar sobre el Señor Jesús.


Ella, quien era israelita, esperaba que el Mesías viniera y liberara y sanara a su pueblo.


¿Sabes qué significado tiene esto en nuestra vida?


Debemos escuchar continuamente el Evangelio de Cristo.


No debemos basar nuestra vida en nuestros propios pensamientos o en nuestros propios métodos.


Debemos creer en el Evangelio Completo de Cristo, el cual consta de cinco aspectos.


Primero, en el Evangelio encontramos perdón de pecado y justicia por medio de Cristo.


Segundo, en el Evangelio encontramos sanidad espiritual, mental y física.


Además, el Evangelio de Cristo incluye la liberación de la maldición y la entrada a la bendición.


En cuarto lugar, el Evangelio incluye la plenitud del Espíritu Santo, la cual recibimos mientras estudiamos la Palabra de Dios y oramos con pasión.


Este mismo Evangelio incluye la esperanza del reino de Dios en el futuro, al cual aspiramos los cristianos en la eternidad.


Cuando tú oyes el Evangelio, lo recibes y lo atesoras en tu corazón, entonces todo tu ser será renovado.


El Evangelio de Cristo es la respuesta a toda necesidad.


Esta mujer del flujo de sangre escuchó, en sentido figurado, el Evangelio; y cuando oyó estas buenas nuevas, su mente fue transformada.


Esto fue lo que la impulsó a abrirse paso entre la multitud y tocar el borde del manto del Señor Jesús.


Medita profundamente en el Evangelio Completo de Cristo.


Solo en él encontrarás las riquezas espirituales de Dios para tu vida y serás fortalecido con poder espiritual para abrirte paso entre las dificultades.


Mira como esta mujer recibió la fuerza de nuevos pensamientos cuando escuchó sobre el Salvador; en el versículo 28 dice así:


28 Porque decía: Si tocare tan solamente su manto, seré salva.


29 Y en seguida la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote.”.


La esperanza de recibir un milagro y de ser sanada surgió cuando ella escuchó sobre el Señor Jesús.


Eso mismo sucede en nuestra vida.


El Espíritu Santo nos renueva, nos transforma y nos lleva a creer en el poder de Dios cuando creemos en el Evangelio y lo hacemos el centro de nuestra vida.

Aunque había una multitud rodeando y apretando al Señor, solo esta mujer recibió un milagro; ¿por qué?

Esto se debió a que ella tocó de manera diferente al Señor.


Hoy, muchos acuden a la iglesia, están allí por una hora y después se van como si nada hubiera sucedido.


Ellos se parecen a los que rodean al Señor pero no reciben nada de Él.

Sin embargo, hay quienes tocan al Señor con pasión y con profundos deseos de recibir de Él.


Entonces, cuando acuden a su presencia, Él obra con poder y sus vidas son transformadas.


Esto fue lo que sucedió al final (v. 32-34):


32 Pero Él miraba alrededor para ver quién había hecho esto.


33 Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, vino y se postró delante de él, y le dijo toda la verdad.

34 Y él le dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva; ve en paz, y queda sana de tu azote”.


Mi hermano, Dios obra de manera cooperativa con su pueblo para realizar grandes obras en sus vidas.

Si tú quieres ver milagros suceder en ti, entonces ten un deseo ardiente de ver un milagro, a pesar de que tu situación sea adversa y negativa.


Después, satura tu mente con el Evangelio de cinco aspectos y permite que el Espíritu Santo te lleve a tener una nueva mentalidad.


Por último, toca al Señor a través de la oración.


A veces tendrás que superar obstáculos y abrirte paso entre la adversidad.


Pero si tocas al Maestro, tu vida será transformada.




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