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Vencer sobre el temor

Foto del escritor: Marlon CoronaMarlon Corona

Los hijos de Dios hemos sido llamados a pasar de la mentalidad terrenal a la mentalidad celestial.


Por esta razón, debemos dedicar tiempo y hacen un esfuerzo diariamente por renovar nuestro entendimiento.


El apóstol Pablo le dijo a los Romanos (12:2) lo siguiente:

“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”.

Esto significa que no debemos amoldarnos ni ajustarnos al pensamiento del mundo, después de haber nacido de nuevo.

Más bien, debemos experimentar una transformación continua como resultado de renovar nuestro entendimiento.


Ahora, ¿qué es la renovación del entendimiento que Pablo mencionó?

Tal renovación depende directamente del conocimiento y la comprensión que adquirimos al leer la Biblia.


Ya que las Sagradas Escrituras contienen la sabiduría de Dios, solo en ellas podemos encontrar una visión correcta, acertada y clara de la vida.

Por lo tanto, debemos adoptar una actitud que busca continuamente la renovación por medio del conocimiento de Dios.


Hasta el momento, hemos dicho que tener una mente celestial implica comprender el verdadero significado de la aflicción.


Además, quienes tienen una mentalidad celestial han llegado a comprender el valor del tiempo que Dios les ha otorgado.


Tales personas no malgastan su vida sino que la invierten con pasión en las cosas de Dios.


Por otro lado, la mentalidad celestial que Dios desea darnos y la cual Él desea desarrollar en nosotros mediante su Palabra, es también una mentalidad libre de temores y dudas.


Este es el punto central de nuestra meditación el día de hoy.


Es decir que, mientras la mentalidad terrenal está llena de angustias e inseguridades, la mente celestial está arraigada y firme en Dios.


En otras palabras, es una mente que está confiada en el Señor.

El temor es un dardo paralizante que nos impide tomar decisiones y construir una vida de éxito.


Además, el temor y la duda nos llevan a la destrucción y a experimentar grandes catástrofes en nuestra vida personal.

Por lo tanto, la persona que desee tener éxito y aquella que quiera dar la bienvenida a un mejor mañana, primero deberá deshacerse del temor y la duda.


Y en su lugar, deberá edificar una mentalidad confiada en Dios y afirmada en las promesas celestiales.

Permítame hablarle algunas realidades acerca del temor.


La Biblia nos enseña tres consecuencias negativas de una vida temerosa y llena de dudas.


La primera de ellas es que el temor atrae la destrucción.


Es decir, el temor, la duda y la ansiedad, abren la puerta a la catástrofe y al caos.

En Job 3:25-26 se nos revela algo importante.

En síntesis, se nos dice que aquello que una persona teme, viene a ser una realidad en su vida.


En este pasaje, Job declaró lo siguiente:


25 Porque el temor que me espantaba me ha venido, y me ha acontecido lo que yo temía.


26 No he tenido paz, no me aseguré, ni estuve reposado; no obstante, me vino turbación”.


Cuando era niño, en un noticiero, vi a una mujer que había sufrido el ataque de un perro y como resultado su rostro había sido desfigurado.


En ese programa televisivo pasaron algunas imágenes del accidente que esta mujer había tenido.


Fue tal la impresión que esas imágenes se quedaron plantadas en mi cabeza.


Más tarde se encontraban en lo profundo de mi corazón y sin darme cuenta, inconscientemente, yo pensaba todo el tiempo que un perro me mordería el rostro.


Aquellas imágenes, poco a poco, se convirtieron en algo propio y personal.

Eventualmente, el rostro de la mujer se había desvanecido en mi mente, y en mis pensamientos, había pasado a ser yo quien tenía el rostro mordido y desfigurado.


Ese pensamiento se repetió cientos de veces en mi interior.


Al caminar, al ir al parque, al salir, fuera que me sentara o me levantara, el temor de ser atacado por un perro estaba en mi subconsciente.

Al fin, el 6 de Noviembre del 2016, como resultado de mi temor, un perro me mordió el rostro y me desgarró el labio en tres partes.


Le relato esta triste historia para explicarle una verdad.

La persona que tiene algún temor en su corazón, que mantiene imágenes negativas en su mente, puede que no se dé cuenta, pero está produciendo su propio fracaso.

Cuando estaba en recuperación de aquel accidente, leyendo Job 3:25 me dije a mí mismo:

“Pues claro, yo he estado temiendo esto toda mi vida, y ahora me ha acontecido”.


Amados, si quieren evitar la destrucción deben erradicar el temor de sus vidas, en primer lugar.

La segunda consecuencia de vivir con temores y dudas es la falta de decisión.

Si en verdad queremos prosperar y tener éxito en nuestras vidas, y deseamos ver el reino de los cielos llegar a nosotros, entonces debemos correr riesgos y esforzarnos al máximo.


Debemos dar pasos de fe y tomar decisiones importantes.

No obstante, el temor nos impide accionar, tomar decisiones y correr riesgos.

El Señor Jesús relató una parábola sobre un hombre que repartió sus bienes entre sus empleados y les mandó invertirlos.

Dos de los siervos invirtieron y duplicaron la suma inicial que les fue entregada por su señor.


Sin embargo, en el relato, el tercero de los siervos no invirtió ni tomo decisiones.


Sus palabras fueron las siguientes, en Mateo 25:25:


“Por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo”.

Su señor estuvo tan enojado que lo echó en las tinieblas de afuera.


Mis amados, cuando hay temores y dudas en nuestro corazón nos quedaremos paralizados como estatuas, inmóviles, y no podremos experimentar el favor de Dios.

Por eso, no es recomendable vivir con temor y duda.


La mentalidad terrenal es así, pero la mentalidad celestial vive en la confianza de las promesas de Dios.

La tercera consecuencia de una mentalidad temerosa es una vida que no contempla los milagros de Dios.

La Biblia es un libro de milagros, Dios mismo es un Dios de milagros, pero si vivimos en temor nos será imposible ver el favor divino.


Le fue dicho a Josué:


“Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas” (Josue 1:9).


Si el general Josué hubiera permanecido en temor nunca habría visto a Dios obrar ni hubiera visto los muros de Jericó caer delante de él.


La persona que teme no podrá ver los milagros del cielo.


Por eso, para vivir una vida que contempla los asombrosos milagros de Dios, la duda, el temor y la ansiedad, deben ser erradicados del corazón.

Entonces, ¿cómo podemos vencer el temor y las dudas?


Para esto, debemos comprender que el temor obra en el plano de los pensamientos.


En realidad, el temor es una decisión.


Para vencer sobre el temor, no se requiere ser valiente o fuerte, más bien, la clave consiste en ser llenos del amor de Dios.


1 Juan 4:18 nos dice lo siguiente:

“En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor”.


Contrario a lo que el mundo piensa, el antídoto contra el temor n es la valentía o la fuerza, sino el amor de Dios.


Si tan solo somos llenos del amor de Dios podremos echar fuera el temor y la duda.


El amor de Dios se traduce en misericordia para con nosotros.

Ciertamente, Dios no “tenía” que hacer nada en favor de nosotros, no estaba obligado a salvarnos ni a pagar un precio tan alto por nuestros pecados.

Sin embargo, lo hizo por su misericordia, por un acto libre de su gracia en favor de nosotros.

Además, el amor de Dios se traduce en paciencia.

Aunque fallamos y ofendemos muchas veces (como dijo el apóstol Santiago), Dios es paciente con nosotros, nos levanta y nos concede una nueva oportunidad.

Así mismo, el amor de Dios se traduce en ternura.

Cuando Dios trata con nosotros, nunca lo hace con aspereza, desprecio o frialdad.


Aun cuando somos quebrantados y disciplinados por Dios, Él nos trata con ternura y cuidado.

El amor de Dios es el antídoto contra el temor y la ansiedad.


Mire, temer ante un terremoto o frente a un animal salvaje es normal.


Pero vivir con temor al mañana, temor al fracaso, temor a la ruina, al abandono o a algún accidente, y dejar que ese temor nos domine es lo que a Dios no le agrada.

Para vencer el temor, la orientación de los pensamientos tiene que cambiar.


Además de recibir y experimentar el amor de Dios, debemos adoptar su Palabra como nuestra filosofía de vida.

Esto significa tomar la decisión de creer lo que Dios dice, por encima de lo que nuestras circunstancias dicen.

Pero, ¿qué significa esto? Permítame explicarle.

Hace tiempo, una hermana de la iglesia fue diagnosticada con cáncer.


El médico le habló de un panorama desalentador y de un tratamiento muy doloroso.


Sin embargo, ella fue de rodillas ante Dios y le dijo:


“Señor, ¿qué es lo que Tú dices? Si me dices que debo sufrir el cáncer lo haré, pues sé que me darás la gracia para soportarlo; pero si me dices que has de sanarme, entonces creeré tu Palabra”.


Ella leyó Isaías 53:5 y recibió la promesa de sanidad.


A partir de ese día se aferro al pensamiento de sanidad y no se miró a sí misma como una mujer enferma.


Siempre que oraba, se veía a sí misma sana y limpia del cáncer, a pesar del malestar físico.


Al final, los siguientes análisis aparecieron limpios y ella es una mujer sana el día de hoy a pesar del diagnostico médico.


El salmista dijo:


“En el día que temo, yo en ti confío” (Salmo 56:3).

Erradiquemos el temor y las dudas mediante la Palabra de Dios.

Para vencer el temor, recibamos primero el gran amor de Dios en nuestra vida personal.

Después, hagamos de la Palabra nuestra forma de vida y creamos las promesas de Dios.

La mentalidad celestial es aquella que se ha despojado del temor y la ansiedad, y ha ascendido a la confianza y a la fe.



Descarga la guía de estudio aquí:


 
 
 

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